Bicentenario del nacimiento del inventor del saxo
por Alberto López Echevarrieta
Dinant conmemora el acontecimiento honrando a Adolphe Sax
La localidad de Dinant, en la Bélgica valona, celebra este año el bicentenario del nacimiento de su ilustre hijo Adolphe Sax, inventor de uno de los instrumentos musicales más populares con el que alcanzaron fama universal músicos como Sonny Rollins, Kenny Garret y nuestro Pedro Iturralde, el saxofón. Su sonido inconfundible está íntimamente ligado tanto al jazz como al big band y gracias a él se han visto enriquecidas muchas obras de la métrica, al tiempo que otras han sido especialmente creadas para él.
En la puerta de las Ardenas
Situada al pie de una ciudadela edificada en 1051 por el príncipe-obispo de Lieja y bañada por el río Mosa, Dinant constituye uno de los principales accesos a la región de las Ardenas, escenario de sangrientas batallas durante las dos grandes guerras mundiales que no pudieron acabar con ese toque de lugar idílico que tiene hoy y del que se benefician no sólo sus habitantes, sino los turistas, japoneses en muy alto porcentaje, que pululan por sus calles.
Uno de los puntos más visitados de la ciudad es el Museo del Saxo, pequeño en extensión, pero grande en contenido y sobre todo en simbología, puesto que se evoca la figura de uno de los hijos predilectos, Adolphe Sax, un hombre tomado en su tiempo por visionario y que, sin embargo, hoy es centro de atención mundial, no en vano Dinant está calificada dentro del mundo de la música como la ciudad del saxofón. El local que ocupa el museo es inmediato al edificio que ocupa el solar donde antes estuvo su casa natal. No es grande en extensión, pero sitúa perfectamente al protagonista del mismo y el papel que el instrumento juega en la historia de la música. Los paneles ilustran las distintas etapas que el saxo ha vivido a lo largo de su existencia y los avances experimentados con la aportación de variaciones que han enriquecido su sonido y la forma armónica de interpretar con él.
Experimentador convulsivo
Adolphe Sax nació en Dinant el 6 de noviembre de 1814, hace ahora doscientos años, cuando las provincias belgas y holandesas, con su unión, formaban los Países Bajos. Dedicó toda su vida a la construcción de instrumentos musicales de viento en el taller de su padre, trabajo que alternó con la interpretación de la flauta y el clarinete.
“Incluso los estudiosos del tema no se ponen de acuerdo en el origen de la inspiración de Sax, nos dice Sonia Decroix, investigadora sobre los orígenes del saxo, pero se cree que fue estudiando las imperfecciones del clarinete cuando concibió la idea de un instrumento que tuviera la fuerza de uno de metal y las cualidades de uno de madera. En realidad fue un revolucionario de la instrumentación musical, ya que perfeccionó el clarinete e introdujo notables mejoras en la trompeta de llaves y los trombones”.
Llevado por su tesón, Sax consiguió su propósito en noviembre de 1841 construyendo con metal un tubo cónico cuyo sonido se produce por medio de la vibración de una caña o lengüeta simple. Sin embargo, el producto no encontró una salida inmediata al mercado. Con 27 años se plantó en París para presentar allí sus avances tecnológicos: Nada menos que cuarenta inventos relacionados con la música. Entre ellos se encontraba el saxofón en sus diferentes variantes con contralto, barítono, soprano, tenor y bajo principalmente. Fueron tiempos de incomprensión hacia su obra.
Berlioz, padrino del saxofón
La investigación llevada a cabo por el valón le vino muy bien al compositor Hector Berlioz, que por entonces preparaba su Tratado de Instrumentación y de Orquestación Modernas para el rey de Prusia Federico IV. Su padrinazgo del saxofón supuso un triunfo total para Adolphe que de inmediato pasó a desempeñar un papel decisivo en la reorganización de las músicas militares de Francia y Bélgica.
A pesar de sus grandes posibilidades, la inclusión del saxofón en las obras orquestales resultó problemática. La primera vez que se escuchó un saxo en un concierto tuvo lugar en 1844 en la obra El último rey de Judea, de J. G. Kastner. El nuevo sonido gustó y más tarde serían Bizet con La Arlesiana, Hindemith con Cardillac, Debussy con la Rapsodia para saxofón y orquesta y definitivamente Ravel con su Bolero, quienes afianzaron el papel del instrumento en las orquestas.
A principios del siglo pasado, el jazz y el big band descubrieron al saxofón o viceversa. Así surgieron nombres que son leyenda en el mundo de la música: Sonny Rollins, Jerry Mulligan, Gato Barbieri, Klaus Doldinger, Tito Duarte, Guy Lafitte, Kenny Garret, Paul Desmond, Charlie Parker y, sin duda, Pedro Iturralde, entre muchos otros, deben toda su fama al dominio demostrado con este instrumento. Sax murió el 4 de febrero de 1894 en París y fue enterrado en el cementerio de Montmartre. Dos años más tarde de su fallecimiento, los miembros del consejo comunal de Dinant decidieron poner su nombre a la calle donde estuvo su casa natal, cuyo emplazamiento, desde 1954, está señalado con una vidriera, realizada por Jean Jadin y Maggy Arzée, de la Escuela de Bellas Artes de Namur, que representa al artista y al saxofón. Frente a la entrada al museo se encuentra una estatua de tan singular personaje sentado en un banco, obra de Jean-Marie Mathot. En sus manos, naturalmente, sostiene un saxo.