Guillermo Cabrera Infante: «Mapa dibujado por un espía»
por Mercedes Martín
Galaxia Gutemberg, 2013
En 1961 Fidel Castro pronunció su discurso “Palabras a los artistas”, donde informó de que la Revolución traía la mayor libertad y, a renglón seguido, advirtió de que “…el artista más revolucionario sería aquel que estuviera dispuesto a sacrificar hasta su propia vocación artística por la Revolución”.
Guillermo Cabrera Infante tenía 36 años cuando recibió la noticia de que su madre estaba enferma. Estaba en Bruselas, haciéndose cargo de la agregaduría cultural de la embajada de Cuba en Bélgica y, a toda prisa, cogió el primer vuelo rumbo a La Habana. Al llegar, tras un largo trayecto, lo único que pudo hacer fue asistir al entierro. Pero allí no encontró a los que eran, sino en cierto modo a otros. A algunos no los conocía, otros estaban muy cambiados: los jóvenes parecían viejos, los viejos parecían a punto de desaparecer y su madre ya no estaba. Recorrió las calles conocidas, que ahora le parecían ruinas, y contempló bajo el sol de junio los comercios cerrados y las caras que pasaban sin mirarle. El tiempo había pasado.
El lector siente que aquí se narran dos historias principales, que intercambian su importancia a lo largo del relato. Una es la inocencia perdida, representada en la muerte de la madre, y esa Cuba de la infancia y la juventud, perdida para siempre. Otra es el efecto de la revolución cubana, que parece haber detenido el tiempo. El tiempo ya no corre y los sucesos esperados se aplazan indefinidamente. Mientras su mujer Miriam Gómez espera su vuelta en Bruselas, el autor, encerrado en el tiempo de la isla, se dedica a conversar con sus antiguos amigos y a cortejar mujeres, a la espera de que las cosas cambien. Para colmo, el régimen castrista tiene su propia lógica y en medio de ella la razón no vale. Los designios del gobierno solo él los conoce y es inútil hacer planes o esperar lo probable. En este ambiente propicio para el realismo mágico, se desatan misteriosos presagios. El primero, el mismo día del entierro de su madre: estando en la terraza, ve en la calle algo raro, la gente carece de vitalidad. El segundo: cuando quiere regresar a Bruselas, a punto de subirse al avión, una llamada del ministro sin más explicaciones le impide salir. En los cuatro meses que estará retenido en Cuba, Cabrera Infante podrá conocer la paranoia del totalitarismo: el espionaje, la delación y las desapariciones. Corre el año 1965.
Mapa dibujado por un espía es el relato, de unas trescientas páginas, donde Cabrera Infante cuenta lo que le ocurrió en el verano de aquel año. Lo cuenta con un estilo indirecto, como si le hubiera pasado a otro, pero suena tan directo como la declaración de un testigo. No lo publicará en vida. En su lugar, su mujer, siete años después de la muerte del autor, enviará el sobre con el manuscrito a los editores.