ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA (OCNE) TEMPORADA 2013-14. Conciertos del Ciclo Sinfónico 18 y 19
por Jorge Barraca
Rusos a la batuta
Dos excepcionales conciertos consecutivos con directores rusos (Pletnev y Bychkov) que, además de ofrecer excelentes versiones de música de sus compatriotas Glazunov y Chaikovsky, acompañaron a dos pianistas descollantes en el panorama actual: la joven Alice Sara Ott y el galo Thibaudet.
Justo antes de comenzar la Semana Santa, la Nacional ha recibido la visita de dos magníficas batutas que, además, colaboraron en sus conciertos con instrumentistas magníficos. Las obras del programa también reunían un gran atractivo y los dos conciertos acabaron con un notable éxito.
Comenzando cronológicamente, Mikhail Pletnev subió al podio de la OCNE para brindar lecciones de sabiduría, naturalidad musical y técnica de batuta con obras de Liszt y Glazunov. Del primero, nos regaló una página hoy en día no muy frecuentada, el poema sinfónico Orpheus (S. 98). Una obra, sin embargo, que en época del genio húngaro fue mucho más celebrada de lo que ha sido en la posteridad. No ocurre así con el hoy celebérrimo Concierto para piano núm. 1 en mi bemol mayor (S. 124), donde la joven pianista germano-japonesa Alice Sara Ott dio buena cuenta de su increíble técnica y una pasión, una fuerza que van como anillo al dedo a esta página. No es de extrañar que esta instrumentista haya ido, en tan poco tiempo, convirtiéndose en un referente en la interpretación virtuosística del piano romántico.
Alexander Glazunov no obstante ser un músico magnífico, con una obra extensa y de un conocimiento orquestal apabullante, no ha quedado un gran legado en las salas sinfónicas (más allá de páginas como sus ballets más conocidos o los conciertos para violín o saxofón). Pletnev –quien, por cierto, tocó todo de memoria– dirigió el ballet Las Estaciones con extraordinario gusto y supo extraer de la Nacional matices tímbricos y dinámicas pocas veces oídos. Es cierto que la obra, desde su estreno, resultó anacrónica, por recrearse en un lenguaje pasado de moda; sin embargo, escuchado hoy en día, resulta sumamente evocadora y grata, especialmente cuando se dirige con la convicción que mostró Pletnev.
La semana siguiente fue el turno del director Semyon Bichkov, que presentó un programa con obras de Saint-Saëns y Chaikovski. En la primera parte, la batuta acompañó al pianista francés Jean-Yves Thibaudet en el concierto para este instrumento más conocido de Saint-Saëns el núm. 5 en fa mayor “Egipcio”. La obra reúne melodías y ritmos evocadores del país del Nilo, aunque su armonía es completamente occidental. Es una página de lucimiento, que supone un auténtico tour de force para el intérprete y en la que Thibaudet desplegó todos sus recursos, que son enormes. Al finalizar la primera parte, y ante los intensos aplausos, regaló una propina (el Nocturno en si bemol mayor, Op. 9, núm. 1 de Chopin) en el que mostró que, además de poseer una técnica fuera de serie, es un pianista elegante, de gusto y pulsación exquisitos.
Bychok cerró su participación ante la OCNE con la Sinfonía núm. 6 “Patética” de Chaikovski. La lectura no pudo ser más equilibrada, además de contar siempre con impulso, y con dinámicas y crescendi magníficos. ¡Qué bien llevó la tensión del tercer tiempo, que se desborda solo al final! Y ¡qué último movimiento, con esa intensidad interna! La Nacional sonó magníficamente y siguió fidelísimamente la extraordinaria técnica de batuta del director. En suma: una gran lectura, sin efusiones ni exageraciones vanas, justa, medida, elegante.