Orquesta Y Coro Nacionales De España (Ocne) Temporada 2013-14. Concierto del Ciclo Sinfónico (concierto 17)
por Jorge Barraca
El Mahler de Nagano
Se produjo la anhelada visita del director Kent Nagano a la OCNE con un programa de gran interés que conjugaba una obra de estreno del compositor italiano Arnaldo De Felice con la monumental Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler. En la primera página a la batuta se unió el violonchelo de Yves Savary.El último fin de semana de marzo llegó uno de los conciertos estrella de esta temporada pues reunía cuatro grandes atractivos: en primer lugar ver al fin en el podio de la Nacional al insigne director Kent Nagano; en segundo escucharle dirigir una de sus especialidades: Mahler; en tercero poder disfrutar de un instrumentista de primerísima fila como es el violonchelista suizo Yves Savary; y, por último, apreciar el último estreno encargado por la OCNE: la página de Arnaldo De Felice Al di là degli alberi. Por todo ello, la expectación y el lleno del Auditorio fueron completos.
Y el caso es que hubo inicialmente pocas concesiones. Quiero decir que la partitura de De Felice por intención, extensión y lenguaje no podía ser un plato de todos los gustos. Se trata de una página muy climática, llena de silencios, con una escritura atonal, uso continuo de la percusión y en el que el solista –dado el lenguaje– no goza de momentos de especial lucimiento, si lo comparamos con los que ofrece una obra tradicional de repertorio. No obstante, Savary, con una sobriedad y una concentración extraordinaria, pudo dar cuenta de la excelente proyección sonora de su instrumento y demostró una gran comunión con la orquesta, el director y, particularmente, con la partitura misma. El extenso solo que une las dos partes de la obra, y que supone una suerte de cadencia, fue el instante de mayor impresión. Al final, De Felice fue aplaudido por su composición, aunque con moderado entusiasmo.
En la segunda parte del concierto, Nagano regaló una buena versión de la Quinta de Mahler. Esta página tan abigarrada, repleta de contrastes dinámicos y armónicos, absolutamente exigente para todas las secciones orquestales es una obra muy programada y deseada, pero, por su complejidad, rara vez acaba de presentarse de forma redonda. En esta ocasión, hubiese sido deseable mayor equilibrio en los metales, empezando por una trompeta que, al menos en el concierto del sábado, arrancó poco templada y con desajustes. A lo largo de la página, las trompas, los trombones y las trompetas tuvieron un meritorio trabajo, aunque, en ocasiones, se sobrepasó ese punto brillante para llegar a un sonido casi estruendoso. Mejor fueron las lucidas intervenciones de las maderas y, ciertamente, de toda la cuerda.
Nagano logró armar el complejo mecano que es esta partitura, con dinámicas y progresiones perfectamente manejadas. El celebérrimo Adagietto lo ofreció con un contenido lirismo, quizás un punto distante, aunque siempre lleno de elegancia y refinamiento. En cambio el largo Scherzo fue de todo punto extraordinario por su orden, diferenciación de momentos, al tiempo que mantenía el sentido de todo el conjunto. El cierre, en el Rondó-Finale, que reunió una energía inusitada culminó un concierto en el que el director fue finalmente aclamadísimo. Ojalá que la visita de esta gran batuta se repita en el futuro.