Markus Lüpertz. Materia y Forma
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 18 de febrero al 19 de mayo de 2014
El Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta una de las exposiciones-estrella de la temporada y lo hace con una amplísima muestra de Markus Lüpertz, uno de los puntales del neoexpresionismo actual germano. La propia presencia física del artista en la inauguración sirvió para realzar aún más esta muestra antológica compuesta por 60 pinturas, 19 esculturas y 12 grabados que patrocina la Fundación BBK. “Esta es mi vida y espero que ustedes la compartan conmigo”, señaló Lüpertz en el acto inaugural. El encuentro con estas casi 90 obras constituye un motivo de disfrute para el espectador, especialmente para los bilbaínos, acostumbrados a ver permanentemente en el paisaje urbano la escultura “Judith”, propiedad del Ayuntamiento de la Villa.
El artista
Markus Lüpertz se mostró sumamente complacido con esta exposición antológica que resume su trabajo de medio siglo. Una barba perfectamente recortada, la levita y un amplio lazo a modo de corbata nos ayudaron a completar la imagen que teníamos de este hombre próximo a cumplir los 73 años. Se le considera alemán, aunque su lugar de nacimiento fue la pequeña localidad de Liberec, en la región de Bohemia, perteneciente hoy a la República de Chequia. Es, por tanto, un bohemio en el sentido más amplio de la palabra y hace honor a ello.
Fue en 1948, al establecerse el régimen comunista, cuando la familia Lüpertz decidió emigrar a la República Federal de Alemania, estableciéndose en Rheydt, en la zona de Renania. Markus tenía entonces siete años y aún recuerda la impresión que le produjo encontrar su nueva residencia tras los efectos de la guerra, si bien estos se hacían más patentes en las ciudades importantes. La misma Berlín se recuperaba a marchas forzadas cuando, en 1962, fijó en ella su nuevo domicilio. Fueron tiempos de dura lucha para tratar de salir adelante, como la de la propia capital por ser el escaparate de Europa en una zona dividida y aislada por el régimen que el artista había dejado atrás en Bohemia.
Aquellos esfuerzos se vieron recompensados cuando, en 1971, la Asociación de Críticos de Alemania le distinguió con un premio. Fue el punto de partida de una importante carrera que le ha convertido en una de las más destacadas figuras del arte europeo. Diez años después Lüpertz probó con éxito la escultura centrando su interés en el arte clásico y en la mitología, con los grandes autores griegos como maestros. Una de sus obras más colosales en este campo es el “Homenaje a Mozart” que hizo en 2005 para su lucimiento público en Salzburgo.
Sin embargo, el trabajo de este artista no siempre ha sido debidamente valorado a juicio de Kosme Barañano, comisario de la exposición y amigo personal de Lüpertz desde que tomaran contacto con motivo de las exposiciones montadas en el Museo Nacional Centro de Arete Reina Sofía en 1991 y en el Instituto Valenciano de Arte Moderno en 2002: “En ocasiones su figuración desfigurada no ha sido comprendida por sectores conservadores y ha causado fuertes polémicas cuando han sido instaladas públicamente”.
La exposición
La exposición se compone, como señalo más arriba, de 60 pinturas, 19 esculturas y 12 grabados que resumen el trabajo de este hombre tan singular dedicado en los últimos años a la labor docente.
Barañano ha planteado la muestra a través de cinco etapas que a su juicio marcan la evolución de Lüpertz. Posiblemente la más crítica sea la primera, dedicada a los años comprendidos entre 1963 y 1973 que es cuando el artista refleja sus personales sentimientos ante la situación encontrada en la República Federal de Alemania en 1948 cuando llegó: el paisaje devastado que dejó la II Guerra Mundial. Aquellas ciudades ruinosas marcaron profundamente no sólo a los supervivientes adultos, sino también a los niños que, jugando entre los cascotes, descubrían a veces restos de los combates que allí se habían dado. Uno de ellos fue Markus. Por eso no extraña que en sus primeros años dentro del arte utilizara elementos bélicos para materializar sus sentimientos contra la barbarie nazi.
Cambió totalmente de estilo en la siguiente etapa, la que comprende los años 1975 a 1985, centrando su atención en la figura humana a través de numerosas facetas, pero teniendo siempre presente su sentido abstraccionista. Lüpertz se fija más tarde en el mundo mitológico, tan atractivo siempre para todos los artistas. Cuando parecía que su carrera iba a continuar por el clasicismo dio un giro a su estilo para rendir su personal homenaje a uno de sus pintores más admirados, el francés Nicolas Poussin, hasta el punto de dedicarle una de sus series más interesantes. No es de extrañar esta devoción, ya que en el siglo XVII Poussin supo armonizar como pocos el culto por la antigüedad clásica con el gusto por el paisaje. En los últimos diez años, Lüpertz regresó a sus tiempos del arte clásico evocados a través de torsos y paisajes, siempre con su inevitable sello personal.
“Markus Lüpertz. Materia y forma” es la gran cita que la pinacoteca vasca presenta en esta temporada. La amplitud de la Sala BBK en la que está instalada permite al espectador contemplar las más de noventa obras, muchas de gran tamaño, con la comodidad requerida.