Lucas Cranach el Viejo, invitado a Bilbao
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 15 de enero al 6 de abril de 2014
Una de las pinturas más representativas de la escuela alemana del siglo XVI, “La predicación de San Juan Bautista”, se exhibe actualmente en el Museo de Bellas Artes de Bilbao dentro de uno de sus programas de más éxito, “La obra invitada”, cuyo patrocinio por parte del Banco de Santander cumple ahora diez años. A lo largo de este tiempo, merced al mismo, se han podido ver más de un centenar de importantes obras en 44 convocatorias.
Lucas Cranach el Viejo, su autor, es uno de los más importantes pintores alemanes del siglo XVI, contemporáneo de Durero, Matthias Grünewald y Hans Holbein por sólo citar a los más destacados. “La predicación…” pertenece a la colección de la citada entidad bancaria y se exhibe junto a otra obra del mismo pintor, “Lucrecia” (1534), propiedad de la pinacoteca vasca desde hace dos años. De esta forma se pueden contemplar dos trabajos singulares de Cranach enmarcados en dos estilos, el religioso y el desnudo.
El autor
Sin llegar a tener la fama y el prestigio de Alberto Durero, maestro indiscutible del Renacimiento alemán, Lucas Cranach fue uno de los más interesantes pintores y grabadores de su época. Aprendió el oficio de su padre y luego se lo transmitió a sus hijos, pero fue “El Viejo” quien mejor se movió por una sociedad convulsionada por las ideas de Lutero, del que fue amigo íntimo y compañero en sus reformas protestantes y a quien le dedicó algunos de sus retratos más significativos.
Esta inclinación religiosa no fue óbice para que en su variedad de estilos pictóricos incluyera también los desnudos que han quedado para la posteridad como ejemplos de una verdadera pasión colorista. Puede decirse que llegó a crear una línea propia que aún perdura.
Cranach logró una de las metas más deseadas por los pintores de la época, llegar a ser pintor de la Corte, de forma que la nobleza, y ya no hablo de la realeza, subvencionara su obra a cambio, en la mayor parte de los casos, de que el artista centrara su atención en los miembros que la componían. Los retratos se convertían de esta forma en un seguro de manutención para él y su familia. Tras una etapa en Viena y en Wittenberg, Lucas se dejó seducir por Federico III para el que trabajó no sólo como pintor y grabador, sino que también le asesoró en materia arquitectónica y le dictó unas normas estéticas a seguirse en las recepciones y otros actos públicos de una corte que, al parecer, era bastante burda.
Supo aprovechar la ocasión enriqueciéndose en su nueva situación hasta el punto de montar una librería y una farmacia propias, quedándole tiempo aún para llevar a cabo otros negocios al amparo de su privilegiada situación. Incluso tuvo su status diplomático que le permitió viajar en representación de su príncipe, lo que aprovechó para conocer nuevas tendencias en el campo de la pintura, sobre todo en los Países Bajos. Fue aquí donde adquirió el conocimiento de técnicas que aplicaría luego en su obrador.
De los desnudos se pasó a otros temas, como los clásicos y mitológicos que sirvieron para satisfacer a sus dilectísimos clientes de la alta burguesía. De esta forma nos ha dejado una enorme variedad de pinturas y grabados, así como un taller que siguió trabajando en su ausencia dirigido por su hijo homónimo continuando así con su línea pictórica, aunque siempre en un tono menor.
La predicación de San Juan Bautista
“La predicación de San Juan Bautista” (47 x 38 cms.) que ahora se exhibe en Bilbao es un óleo sobre tabla fechado en 1508. Representa a San Juan Bautista sermoneando desde un improvisado púlpito hecho con unos troncos de madera ante el que se congregan varias personas de pie en el primer término y tres más al fondo, con armadura, montadas a caballo. Llaman la atención el protagonista, por su postura y situación, la semejanza de los rostros frontales de dos damas, y un caballero vestido de rojo situado en primer término, dándonos la espalda con una espada que mantiene apoyada en sus posaderas.
El cuadro tiene una particularidad: El autor firma con un dragón alado que, al parecer, está tomado del escudo de armas que le concedió su patrón Federico el Sabio, duque de Sajonia. Lucas adaptó este anagrama con la particularidad de que hasta 1537, año en que murió su hijo Hans, las alas del monstruo las pintaba levantadas y a partir de entonces bajadas, señal del abatimiento que le produjo el deceso. Por este detalle la obra que comentamos está datada imprecisamente, pero siempre posterior a 1537.
Es significativo el tema abordado en esta ocasión, ya que se aparta de sus famosas “Venus” que tanta fama le dieron, como en general todos los desnudos, y también de las figuras mitológicas por las que sentía una profunda atracción o los retratos que tuvo que pintar durante su estancia en la Corte. Aquí es un San Juan Bautista que dista mucho de su línea maestra. Tal vez por esa razón su interés se ve así acrecentado.
La tabla cuelga en la Sala 6 de la pinacoteca vasca junto al desnudo titulado “Lucrecia”, realizado en 1534 y que pasa por ser una de las joyas del museo. La comparación de ambos trabajos enriquece la idea que podemos tener de uno de los maestros indiscutibles del arte alemán en el siglo XVI.