Nueva edición de “SENSO”
por Alberto López Echevarrieta
Muelle de Uribitarte Editores, Bilbao, 2013. 108 páginas
Los amores de la condesa Livia Serpieri vuelven a reverdecer ciento treinta años después de que su autor Camillo Boito los diera a conocer a través de su obra Senso gracias a una nueva traducción del libro original realizado por María José Martínez-Pereda. Las aventuras de la aristócrata italiana en pos de las atenciones amorosas de un joven oficial austríaco cobran vida de nuevo con el pensamiento puesto en aquella magistral película que hizo Luchino Visconti en 1954 y que está en el ánimo de todos. Leer la obra trasladada al español de forma directa supone todo un regalo.
El autor
Camillo Boito (1836 – 1855) se dedicó a la literatura como hobby, ya que su profesión real estaba relacionada con la arquitectura. A los 19 años marchó de su Roma natal a Venecia donde desarrolló una brillante carrera especializada en la restauración de edificios para la que desarrolló técnicas que respetaban fielmente los originales, lo cual siempre es de agradecer. Suyas son las obras que devolvieron el esplendor a la iglesia de Santa María y San Donato, en Murano (Venecia) y el Palacio Cavalli-Franchetti, también en la ciudad de los canales.
Su vena literaria se empezó a desarrollar en varias revistas en las que colaboró antes de lanzarse a la publicación de su primer libro, una colección de relatos titulada Storielle vane, que vio la luz cuando su autor tenía 40 años de edad. Siete años después dio a conocer Senso. Nuovo storielle vane con el que obtuvo un señalado éxito. Con posterioridad escribiría de viajes y aportaría nuevos relatos.
La historia que plantea en Senso tiene mucho de tragedia operística. De hecho, en enero de 2001 se estrenó en Palermo la versión lírica de la obra con música de Marco Tuitino y libreto de Giuseppe di Leva. A través de unos diarios a tiempo pasado de la condesa Livia Serpieri asistimos a su apasionado idilio sentimental con un oficial austríaco. La acción transcurre en la Venecia de 1855, cuando el norte de Italia estaba dominado por los austriacos, lo que ya de entrada supone un conflicto social para esa relación, dada la animadversión que hubo por la parte italiana hacia sus ocupantes.
El estilo literario de Boito se encuadra en lo que se denomina en lo que en italiano se denomina Scapigliatura y que podríamos traducir por “desmelenamiento”. No quiere decir con esto que exagere en las relaciones sentimentales que plantea en Senso, pero sí las lleva por unos caminos diríamos que tortuosos. La condesa de su relato es una mujer que provoca una relación amorosa de difícil solución, protagonizando un amor loco con un oficial “enemigo”, carente de principios, que la acabará chuleando en una progresión fatal hacia un final trágico.
Senso: ¿Boito o Visconti?
Este deterioro humano fue uno de los principales atractivos que Luchino Visconti vio en el libro de cara a su transformación fílmica. De hecho, el realizador italiano siempre se sirvió de relatos que nos hablan de la decadencia de las personas y de las etapas históricas. En este caso tuvo como colaboradores en el guión nada menos que a Tennesse Williams y Paul Bowles, que se encargaron de los diálogos en inglés.
El arranque de la película en el mismísimo Teatro La Fenice de Venecia, durante una representación de Il trovatore con los oficiales austríacos –los invasores- en el patio de butacas y el pueblo italiano en las galerías superiores desde las que se produce una siembra de octavillas contra los ocupantes, es una de las secuencias más impresionantes que ha dado el cine en su historia. Visconti, gran amante de la ópera, enriqueció la obra literaria de Boito.
Senso es uno de esos casos en los que el nombre del autor del libro ha quedado empequeñecido, si no olvidado, por la fama conseguida en su versión cinematográfica. A cualquiera que se le hable de esta obra instintivamente le viene a la memoria el nombre de Luchino Visconti, el realizador cinematográfico que la popularizó al crear una de las obras maestras del cine de todos los tiempos. ¿Quién se acuerda de Camillo Boitio? Otro tanto ocurre con El gatopardo. Todos asociamos este título a la obra viscontiniana y difícilmente recordaremos que su creador literario fue G. Tomasi di Lampedusa. Claro que Visconti es mucho Visconti y las dos obras citadas son dos de sus películas más extraordinarias.
Libro+cine enriquece
No siempre ocurre eso con el cine y la literatura. Hay algunas versiones cinematográficas de libros concretos que son auténticas birrias y los ejemplos están en el ánimo de todos. Particularmente soy partidario de conocer las dos formas de tratamiento del tema para establecer una comparación. Hay quien prefiere leer primero el libro y luego ver la película y quién lo contrario para apoyar la lectura con el recuerdo de las imágenes. Ambos casos son perfectamente válidos y enriquecedores.
María José Martínez-Pereda, autora de la nueva traducción, destaca en el prólogo como una de las virtudes de la obra literaria “el entrelazado de los personajes”, si bien el autor no innova el lenguaje, a todas luces convencional con algunos rasgos arcaizantes. La condesa Livia se nos muestra como una mujer a la que no importa mantener relaciones adúlteras con pasión, desesperación y humillación, tres etapas que se sitúan en una ciudad llena de encanto y cuya evocación ya es un mérito para el escrito. Por cierto, el protagonista austríaco se llama Remigio Ruz en el libro, mientras que en la película Visconti le cambió por el de Franz, bastante más acorde con la nomenclatura austríaca.
La obra literaria ahora presentada tiene una lectura muy cómoda y posee numerosas anotaciones de la traductora que puntualizan la localización de lugares donde se sitúa la acción.