Aparece un Sorolla desconocido
por Alberto López Echevarrieta
La donación de un cuadro al Museo de Bellas Artes de Bilbao ha descubierto un óleo sobre lienzo de Joaquín Sorolla cuya pista se había perdido hace años por efecto del cambio de dueños. Se trata de Mesa petitoria, un boceto de la primera etapa del artista valenciano que viene a enriquecer la colección que posee la pinacoteca vasca. Su director, Javier Viar, ha señalado en su presentación pública que posee “una calidad extraordinaria en cuanto a la ejecución y a la manera de cómo Sorolla realizaba sus obras”.
Perdido
Mesa petitoria figura en el catálogo razonado del pintor que hizo Blanca Pons-Sorolla, bisnieta de Joaquín Sorolla. La obra fue adjudicada por vía testamentaria a su hija Elena Sorolla García, pero, con el paso del tiempo, fue pasando por diversos dueños hasta el punto de que últimamente se ignoraba dónde estaba y quién la poseía. Se sabía de ella por una fotografía en blanco y negro y de no muy buena calidad que guarda el archivo de la Hispanic Society of America, de Nueva York.
Aparece ahora a través de una donación al Museo de Bellas Artes de Bilbao realizada por una familia que prefiere mantenerse en el anonimato y esta nueva “salida en sociedad” ha sido especialmente celebrada, ya que se trata de un boceto a punto de dejar de serlo y convertirse en otra obra maestra del artista levantino.
Interiores de iglesias
El tema del cuadro es muy común a los que se llevaron a cabo en la última década del siglo XIX. Un interior de iglesia, con el altar mayor de frente, y en su costado izquierdo una mesa petitoria atendida por varias damas a la que se acerca uno de los fieles a depositar su óbolo.
Para los especialistas, estamos ante una de esas obras pictóricas que tienen mucho de fotografía. Sorolla era un entusiasta de las cámaras fotográficas y eso se palpa en este cuadro que parece haber sorprendido a unas personas en pleno movimiento. La “instantánea” está realizada al óleo y tiene unas dimensiones notables, 86 x 106,8 cms. Una vez finalizada su pintura podría haberse codeado con cualquiera de los tres lienzos destacados del artista que posee la pinacoteca vasca: El beso de la reliquia, Retrato del pintor Mañanós y Retrato de Unamuno.
“Este cuadro nos permite seguir su proceso de creación a base de manchas y de la colocación de los efectos luminosos, señala Viar. El resultado conseguido es extraordinario. Hay cuadros firmados y terminados por Sorolla y otros que, como éste, quedaron con aspecto abocetado e inconcluso porque fueron realizados en un momento de la pintura en que precisamente se empezaba a valorar la gestualidad que le da más frescura a estas obras”.
La luz de Sorolla
Una lectura atenta del cuadro nos permite apreciar el exquisito rigor académico que emplea el artista en esta obra datada en 1892, cuando Sorolla tenía 29 años de edad. Era aquella una época en que estaban de moda las escenas de devoción popular, con especial atención a los interiores de iglesias, con sus cirios, monaguillos, etc. En este caso estamos ante un boceto que, por su carácter inacabado, es un documento excepcional que nos sirve como referencia para el estudio de su proceso de trabajo.
“Llama la atención el grupo central, compuesto por la mesa petitoria, con faldón granate y paño blanco situada contra un friso de azulejería cerámica en donde dos mujeres recogen limosnas y venden, tal vez, devocionarios, medallas y escapularios como los que portan algunos asistentes al culto religioso”.
Tratándose de Sorolla es preciso destacar la sabia utilización de la luz, aspecto éste que modula de forma extraordinaria. Hay una viveza cromática en el detalle del mantón de la mujer del centro de la composición que sólo tiene parangón con la espontaneidad del trazo del portavelas del altar mayor. Sólo por estos detalles la obra ya es merecedora del mayor encomio.
“Y eso, apunta Viar, que Sorolla aún no había entrado en su etapa claramente lumínica. Para nosotros es motivo de orgullo el poder exhibir esta obra que colgará próximamente junto a ‘El beso de la reliquia’ con la que tiene una indudable familiaridad”.
Mesa petitoria está valorada en el mercado en 350.000 euros.