JUAN DE LA ENCINA, Cuando la crítica es arte
por Alberto López Echevarrieta
Muelle de Uribitarte Editores y Fundación Bilbao 700, 2013, 158 páginas
Juan de la Encina, una trama para el arte vasco es el título del nuevo libro publicado por la Fundación Bilbao 700 en su colección Bilbainos recuperados a través de Muelle de Uribitarte Editores. Hace el número 25 de la serie y su presentación en el marco del Museo de Bellas Artes de Bilbao ha corrido a cargo del director de la pinacoteca vasca Juan Viar con la presencia de Iñaki Azkuna, alcalde de la Villa. De la Encina, personaje absolutamente desconocido, fue el crítico de arte español más influyente de antes de la Guerra civil. De ahí que el acto se haya hecho coincidir con la efemérides del centenario del fallecimiento de Darío de Regoyos de quien el citado museo mantiene en estos momentos una interesantísima exposición.
El personaje
Ricardo Gutiérrez Abascal (Bilbao, 1883-México, 1963), tal era su nombre real, empezó utilizando el seudónimo de Juan de la Encina cuando se encargó de la crítica de arte en el periódico “El liberal”, logrando en él una importante notoriedad que más tarde alcanzaría cotas de enorme prestigio en “El nervión” y “El coitao” a través de los cuales activó la vida intelectual de Bilbao. Nació en el Casco Viejo de la capital vasca y cursó estudios de Ingeniería en Deusto, si bien fue su hermano mayor, Leopoldo, quien le inculcó interés por la pintura, especialmente francesa y española. También le presentó “en sociedad”, haciéndole partícipe de sabrosas tertulias en las que intervenían pintores como Guiard, Iturrino, Arteta y Regoyos, y escritores como Unamuno. Así descubrió que su vocación real era la Cultura con mayúsculas. Adquirió un dominio de las artes que se plasmaba en sus juicios y opiniones.
“Defendió a la pintura vasca haciendo de la propia crítica un arte, ha señalado Javier Viar. No sólo sabía de lo que escribía, sino que era toda una autoridad en la materia. Durante su estancia en Madrid estuvo muy relacionado con el Museo del Prado sin perder contacto con aquella legendaria Asociación de Artistas Vascos que surgió en Bilbao a principios del siglo pasado y fue sesgada por la Guerra civil”.
Durante su estancia en Hamburgo, aparentemente atendiendo negocios familiares, De la Encina conoció la cultura germana regresando a Bilbao cuando empezó la I Guerra Mundial. Marchó a Madrid en 1915 haciéndose cargo de la crítica de arte en la revista “España” que dirigía su amigo Ortega y Gasset.
“No fue un hombre al que le gustaran las vanguardias, apunta Viar. Prefería el simbolismo y rechazaba el cubismo. Creó el grupo de Los Ibéricos y apoyó a Dalí en los lindes del surrealismo defendiéndole en las tertulias madrileñas en las que participaban Falla, Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, etc. Casado con Pilar Zubiaurre, hermana de los pintores Valentín y Ramón, diferenció desde un primer momento los estilos de cada uno de sus cuñados, estilos que, aún hoy en día, mucha gente cree que son iguales cuando en realidad no es así”.
Cuando dejó la crítica diaria en los diarios “La voz” y “El sol” se dedicó a estudios más concienzudos que le llevarían a ser nombrado director del Museo de Arte Moderno de Madrid, cargo que desempeñó durante cinco años en los que trató de imponer el modelo alemán, desistiendo de la idea por falta de medios. En su lugar se dedicó a expurgar los fondos de la pinacoteca y a montar algunas exposiciones vanguardistas de indudable interés.
El resultado de la Guerra civil le llevó al exilio. En 1938 marchó a Nueva York tras pasar por Francia, donde tuvo como anfitrión a Juan Ramón Jiménez. Luego llegaría su etapa en México donde escribió los libros más importantes de su carrera al tiempo que realizó una notable labor docente hasta el final de sus días.
La autora
Miriam Alzuri Milanés (Niquero, Cuba, 1964), autora del libro, desarrolla su labor profesional en el Departamento de Exposiciones del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Su especialidad como historiadora del arte es el español y más concretamente el vasco anterior a 1936. La personalidad del biografiado ya fue objeto de un interesante estudio para su tesis doctoral y posteriormente en las obras Juan de la Encina. De la crítica de arte Conferencias inéditas 1928-1954 (Bilbao, 1993) y Juan de la Encina. Pintores vascos. Comentarios sueltos 1906-1941 (Bilbao, 1997). Es decir, conoce muy bien al personaje.
“Fue el crítico de arte más influyente de la España de antes de la Guerra civil sin lugar a dudas, asegura, un hombre ávido de cultura que defendía la modernidad, aunque no compartía muchas de sus teorías. Carecía de complejos a la hora de plasmar sus gustos, de forma que no soportó a Picasso en favor de un estilo pictórico más próximo a Aurelio Arteta, por ejemplo”.
Satisfecha con la obra presentada, confiesa que la investigación sobre la vida personal del biografiado ha sido la parte de más difícil resolución.
El libro
Juan de la Encina. Una trama para el arte vasco es una obra plena de rigor, lo que le convierte en una historia importante. Su frescura aporta un interés añadido a un relato que atrapa desde el primer momento. El texto está estructurado en tres secciones fundamentales, las biografías personal, intelectual y de la época, que abarcan todo el interesante período cultural de la España y el México que le tocó vivir al protagonista. Es decir, el período de los grandes intelectuales españoles, muchos de ellos malogrados por la Guerra civil. Añádase a esto que, como ha señalado el alcalde de Bilbao, “es un hombre absolutamente desconocido y eso que tanto sus libros como sus artículos son extraordinarios”.