“Shanti Andía” (Zubiaurre/Baroja) invitado a Bilbao
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes, de Bilbao, del 18 de setiembre de 2013 al 5 de enero de 2014
El marino vasco Shanti Andía, el Temerario, de Ramón de Zubiaurre (Garai, Bizkaia, 1882-Madrid, 1969), perteneciente al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, se expone en el Bellas Artes de Bilbao como “La obra invitada”, un programa que, bajo el patrocinio de la Fundación Banco de Santander, ofrece la posibilidad de admirar significativos trabajos pictóricos de destacadas figuras que habitualmente cuelgan en otras pinacotecas o en colecciones particulares. En esta ocasión estamos ante una de las obras maestras de la pintura vasca que se exhibe junto a otros trabajos tanto del propio Ramón como de su hermano Valentín a fin de poder comparar los estilos y formas de ambos artistas.
La concepción
Shanti Andía es un personaje creado por Pío Baroja para su primera novela dedicada al mar y editada en 1911. Las inquietudes de este lobo de mar, narradas con brío y gran profusión de detalles, fue un éxito total, de forma que nueve años más tarde la obra fue reeditada. Las ilustraciones para esta nueva salida al mercado literario fueron encargadas a Ramón de Zubiaurre y a Ricardo Baroja, hermano de Pío, quienes realizaron un brillante trabajo ajustado a las exigencias del libro. Es decir, blanco y negro, y un tamaño pequeño.
Cuando Ramón tuvo en la mano un ejemplar de la novela por él ilustrada se dio cuenta de que aquel protagonista no estaba suficientemente representado en los trazos que había hecho para aquella ocasión y empezó a darle vueltas a la cabeza hasta concebir un nuevo Shanti Andía, interpretándolo como un héroe, un temerario, con toda la impronta de una figura triunfante, épica, desafiando a las bravas aguas del Cantábrico.
El marino vasco
La idea llegó a obsesionarle hasta el punto de plasmarla en este óleo sobre lienzo de enormes dimensiones (202 x 153 cms.) que posiblemente sea su obra más importante, un perfecto ejemplo de lenguaje postimpresionista, pleno de fuerza y vigor, que dio a conocer en 1924.
Shanti, luciendo txapela y kaiku de arrantzale, aparece con actitud serena, mientras sus compañeros están agazapados ante la crudeza del temporal. Él permanece en pie, solemne en plena borrasca, con su brazo derecho extendido como queriendo amainar la tempestad, rompiendo con su figura la diagonal que divide las dos zonas del cuadro y que representan el mar y el barco. Javier Viar, director de la pinacoteca vasca y ferviente admirador de Ramón de Zubiaurre, establece una diferencia entre la forma en que este pintor representa el ambiente marinero y la de Joaquín Sorolla con sus pescadores en una taberna portuaria más ebrios que heroicos como en este caso. “Son dos percepciones diferentes que denotan la sensibilidad que cada uno de los artistas tenía por el mismo tema”.
¿Rivalidad entre hermanos?
Ramón de Zubiaurre, formado en la Academia de San Fernando, de Madrid, y más tarde en París y los Países Bajos, empezó como paisajista para pasarse luego al retrato movido por los encargos que recibió de representantes de la intelectualidad al más alto nivel que acudían a las tertulias organizadas por su hermana Pilar. Más tarde llegarían sus estancias en Argentina y Chile y su consagración como el pintor más audaz y moderno de su tiempo, con una producción artística que sobresalió en Europa y América.
Se ha hablado muchas veces de la rivalidad que pudo existir entre los dos hermanos, aunque la duda parece estar resuelta a favor de Ramón. Para Viar, Ramón supera a Valentín en riqueza imaginativa, posiblemente emanada del estudio profundo que hizo de Gauguin, la pintura de los nabis, etc. “Valentín –señala- recreó una pintura más costumbrista dotada de unos valores más, digamos, triviales. Este cuadro supone la apoteosis de un mundo basado en lo atávico y vinculado en lo autóctono que predominó en el novecentismo”.
Se dice que tras esta obra sólo hay otra dentro del arte vasco que le supere, el Tríptico sobre la Guerra Civil, de Aurelio Arteta, que también se puede ver actualmente en este museo. “La contienda bélica – apostilla Viar- tuvo unas consecuencias irreversibles también para la pintura vasca, porque a partir de entonces existieron otros intereses estéticos”.