Miguel Á. Olmos: Poètes lecteurs (Espagne, 1901-1991). La critique littéraire vue par trois poètes
por Carmen González García-Pando
Limoges, Éditions Lambert-Lucas, 2013. 427 págs. Por Ana Isabel Ballesteros Dorado
La crítica literaria de los poetas constituye una vertiente de sumo relieve para la comprensión de sus propios textos literarios y también de los ajenos, vertiente distinta y en tensión a veces con los análisis académicos de estudiosos no creadores. En cualquier caso, el interés específico e indiscutible, incluso indispensable, que adquiere esa producción crítica es el punto de partida de este libro, especialmente dedicado a fijar los rasgos y porqués de Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén y Jaime Gil de Biedma en su dimensión de críticos.
En la rica introducción, el autor ordena, delimita y sintetiza las orientaciones seguidas en el siglo XX respecto a las conexiones entre poesía y pensamiento. Se refiere a la perspectiva de grandes creadores españoles de la modernidad junto con las reacciones, actitudes y tipo de estudios que han generado tales conexiones entre investigadores y poetas: de un lado, la vocación filosófica, la actitud intelectual como requisitos indispensables para poetas como Cernuda o Gil de Biedma; como motores de la modernidad, según Juan Ramón Jiménez en su visión de la poesía unamuniana, o en fusión con una actitud de entusiasmo vital, en el caso de Guillén; de otro lado, el desprecio hacia la poesía tachada de intelectual, manifestado por muchos; también, el rechazo hacia los estudios teóricos y las reflexiones intelectuales sobre la poesía por parte de muchos poetas y lectores. No olvida el profesor Olmos referirse a las motivaciones para haber adquirido tal relevancia la figura del poeta-crítico, motivaciones entre las que no resultan desdeñables ni el más fácil y mayor acceso a la educación secundaria, ni las previsiones y consecuencias de la actividad comercial y publicitaria, ni los intentos de autopromoción de los propios poetas o grupos de poetas.
Los tres poetas-críticos objeto de estudio han sido repetidamente catalogados como poetas “cerebrales” o “intelectuales”. La atención respecto a los trabajos de Juan Ramón Jiménez se concentra en tres conferencias pronunciadas en América durante los años cuarenta y cincuenta. Respecto Guillén, el texto esencial es el conocido Lenguaje y poesía, recolección de las conferencias impartidas en Harvard en el curso 1957-1958, mientras que El pie de la letra constituye el libro de Gil de Biedma en diálogo con la tradición poética española de los dos últimos siglos.
Era bien conocida la búsqueda de la “imposible perfección” que guió la concepción de Juan Ramón Jiménez respecto a su obra artística, como la de Mallarmé, y el profesor Olmos recoge la dificultad de comprender la escritura juanramoniana intentando abarcar, recomponer, organizar e interpretar su ingente producción, dificultad sufrida incluso por el propio poeta respecto a sus propios trabajos, corregidos en un proceso sin fin. Aún así, enumera y resume el carácter de los trabajos críticos esenciales, entre los que destaca las conferencias citadas. En ellas presentaba su teoría poética como una conmoción estética cercana a lo divino y de racionalización imposible, así como su concepción del trabajo literario como una preparación ascética para alcanzar tal estado de conmoción estética y hallar la palabra mágica; su visión de la calidad del poema en tanto en cuanto a la dosis de “eternidad” que ofreciera al lector. A partir de estas ideas, se comprenden sus comentarios relativos a poemas y fragmentos poéticos del corpus lírico tradicional y clásico español.
Miguel Olmos también alude al lenguaje particular con que están compuestos los escritos críticos de Juan Ramón, la amalgama de términos filosóficos y poéticos de los que carecía el lenguaje analítico tradicional y se ocupa de aclarar su significado: forma, esencia, color, gracia, irrealidad…
Resulta interesante también la recopilación de lo esencial de su forma de escribir desde el punto de vista externo en relación con sus ideas en torno a las corrientes poéticas contemporáneas: la ortografía, el verso desnudo, la “arquitectura” de la página.
Por lo que respecta a Jorge Guillén, el autor añade, a la síntesis de lo ya publicado sobre este poeta en cuanto crítico y a lo consabido sobre unas opiniones fraguadas en una suerte de política literaria, una revisión novedosa del enfoque dado por Guillén a la obra de Góngora, más ajustada que las precedentes, en la que no se olvidan las referencias a la interpretación de Dámaso Alonso, y que puede leerse en conexión con las ideas de Juan Ramón Jiménez expuestas en los capítulos anteriores. Algo similar cabe decir sobre la visión de Bécquer y de San Juan de la Cruz, y estas páginas sirven para recordar la influencia de Guillén en la imagen de Bécquer transmitida entre los estudiosos no como romántico rezagado, sino como precursor de las corrientes finiseculares en las que se basó del Modernismo. El profesor Olmos aprovecha en este caso para mostrar la distancia entre la visión de Guillén y la de otros poetas como Antonio Machado, como así mismo la cercanía o incluso influencia de los métodos de Dámaso Alonso en el análisis de Guillén a los versos de San Juan de la Cruz.
La parte dedicada a Jaime Gil de Biedma se convertirá en uno de los estudios de cita inexcusable a partir de ahora: el interés por la poesía de este escritor no solo ha generado una herencia rastreable en los poetas de las generaciones siguientes, sino que ha suscitado en los últimos treinta años una bibliografía que va en progresión creciente. En cambio, sus trabajos críticos, quizás dado su carácter no académico, han merecido menos interés, por más que las intuiciones expresadas en alguno de sus ensayos, por ejemplo el relativo a Cántico de Guillén, resulten muy superiores a las ideas expuestas en otros estudios más citados. En este trabajo, por otra parte, es el que Gil de Biedma ensaya una suerte de exposición metodológica más o menos vinculada con algunas corrientes académicas.
El profesor Olmos sitúa al Gil de Biedma crítico dentro del panorama de la crítica literaria de su tiempo y logra desmadejar con acierto y precisión, con claridad y sencillez, las claves de comprensión y escritura de sus ensayos: la interpretación de los textos a partir de los “contextos” o “situaciones”, y la especial consideración del “efecto” o, mejor, de la serie de efectos provocados por el texto literario, en términos en algo cercanos a los de las teorías de la recepción. Explica también cómo la lectura de tales ensayos puede implicar la necesidad de revisar la historia literaria española desde otros puntos de vista, gracias a la perspectiva desde la que observa los textos literarios ajenos de este poeta.
Pero el libro del profesor Olmos aporta mucho más que la organización y explicación de la crítica fundamental debida a los tres poetas. La primera parte parece pensada para quienes deseen una revisión sumaria y acertada de parámetros de comprensión del texto poético, parámetros aún resbaladizos y controvertidos pese al esfuerzo de las distintas orientaciones teóricas: el problema del sentido, el problema de la interpretación, la tradición oral, los conocimientos y las alusiones culturales implícitas y explícitas en las obras literarias, la vinculación entre oralidad y escritura.