«Florencio Constantino, ópera de gloria y olvido”
por Alberto López Echevarrieta
Muelle de Uribitarte Editores, 2013, 239 páginas y CD con canciones
Fue competidor y sin embargo amigo de Enrico Caruso. Conoció las penurias de los emigrantes antes de nadar en la abundancia. Paseó su arte por los escenarios de todo el mundo sin olvidar sus comienzos laborales en una mina vizcaína. Finalmente murió en la miseria en un manicomio de México, víctima de lo que podríamos llamar “delirio de grandeza”. Son datos que amplía Konrado Mugertza en el libro Florencio Constantino, ópera de gloria y olvido que acaba de publicar Muelle de Uribitarte Editores en colaboración con la Fundación Bilbao 900 dentro de su colección biográfica Bilbainos recuperados. Por cierto que recientemente esta serie ha sido premiada por la Asociación de Libreros de la capital vizcaína por el interés demostrado en rescatar la vida y obras de interesantes figuras locales a las que el tiempo ha sumido en el olvido.
El protagonista
Florencio Constantino vivió a caballo entre el final del siglo XIX y el comienzo del XX. Dicen algunas reseñas biográficas que nació en Ortuella (Bizkaia) en 1868, detalle éste que rechaza el autor a favor de Bilbao basándose en un documento referido a una hermana en el que se especifica que los Constantino vivían en la capital vizcaína. “Tal vez la confusión –señala Konrado Mugertza- nació del hecho de que, cuando Florencio tenía ocho años, la familia se trasladó a la citada localidad minera”.
Época de esplendor de la siderurgia vizcaina que dio pie a grandes fortunas y a la supervivencia obrera en míseras condiciones. En aquel ambiente creció el muchacho que, como casi todos los vecinos del pueblo, tuvo que abrirse camino laboral en aquella industria. Ya mozo emigró con su novia a Argentina ignorando el giro que daba a su vida. Empezó trabajando como mecánico al tiempo que estudió canto con ayuda de una beca. Una velada musical en el lugar propicio y en el momento oportuno sirvió para que un año más tarde debutara en el Gran Teatro Solís, de Montevideo, encarnando al Lázaro en La Dolores, de Bretón.
Una ayuda económica para seguir estudios en Milán dieron pie a la formación de uno de los tenores más grandes de su tiempo, hasta el punto de considerársele el rival más próximo de Enrico Caruso. “Constantino ocupa un papel de primerísimo orden en la lírica mundial, señala su biógrafo. Las crónicas de la época nos hablan de la pugna que mantuvo con Caruso, lo que nos hace suponer la importancia que tuvo este hombre, elemento clave incluso en la gestación y la puesta a punto de la Ópera de Boston”.
Gloria y miseria
El triunfo no le resultó fácil a Constantino que, a fuerza de sacrificios, superó las numerosas pruebas que la vida le sometió. Luego le llegaría la gloria en representaciones de Ernani, Lucrezia, La Gioconda, Cavalleria rusticana, La favorite y tantos otros títulos de su repertorio. “Debutó en Nueva Orleans en 1906 y a partir de ese momento su carrera se desarrolló en Estados Unidos y Latinoamérica. Su momento álgido corresponde al segmento de tiempo comprendido entre ese año y 1912, en constante rivalidad con Caruso. Enrico siguió en la cima hasta su muerte y Florencio terminó mucho antes”.
Tras conocer las mieles del triunfo, Constantino se vio envuelto en las redes del juego que le despojaron de la fortuna que había amasado. Para colmo, su voz se quebró. Su mente no asimiló tal descalabro y el hombre, pobre y desvalido, tuvo que ser recluido en un manicomio mugriento donde murió a los 51 años de edad. Un final tan dramático como el de las óperas que había cantado.
Biografía superada
El libro aporta nuevos e interesantes datos en torno al tenor. No es cierto, según el autor, que cantara sólo una temporada en el Real de Madrid, como se creía. “Lo hizo en la temporada 1899-1900, asegura. Tras un distanciamiento con el empresario Luis París, volvió a colaborar de nuevo cuando el vasco Luis Arana tomó las riendas del teatro”.
Esta biografía de Florencio Constantino suma información a otra que existe firmada por Julio Goyén Aguado y que constituye un ensayo biográfico. “La mía es una biografía novelada a la que he añadido otros documentos, como por ejemplo los que curiosamente he localizado al cruzar datos con un libro existente en torno a la soprano Alice Nielsen que trabajó con el tenor durante varios años. Ambos tuvieron amigos y colaboradores comunes. Lo que he pretendido con este libro ha sido reconstruir una vida y presentar al hombre que realmente se amalgama con el personaje romántico que se presenta en los escenarios”.
Konrado Mugertza (Eibar, 1955), biólogo de profesión, fotógrafo artístico y director de Gestión de Personal en el Gobierno Vasco, está en posesión de la Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio. El libro que nos ofrece es de fácil lectura, está abundantemente ilustrado y lleva adosado un CD con 23 arias de ópera y dos canciones emblemáticas relacionadas con Argentina, El roble y el ombú y Vidalita. Las grabaciones operísticas son reconstrucciones de discos registrados en la primera década del siglo XX, con fragmentos tan significados como Costas las de Levante, de Marina, Ecco ridente de El barbero de Sevilla, Cielo e mar de La Gioconda, Recondita armonia de Tosca y Questa o quella de Rigoletto, entre otros. Sobra decir que el conjunto de la obra es una auténtica delicia editorial, imprescindible para cualquier aficionado a la ópera que se precie.