Stanislaw Lem: «Magnitud imaginaria»
por Mercedes Martín
Impedimenta, Madrid 2010
Se dice poco, pero Stanislaw Lem fue un admirador de Jonathan Swift. Como él, se lamentaba de la condición humana y lo expresaba a través de la sátira. Como él, no podía decir abiertamente lo que pensaba de sus congéneres, de la política y la vida pública de su tiempo, así que inventaba seres y situaciones de otros mundos, lo que hizo que los trabajos de ambos fueran incluidos durante un tiempo en la literatura fantástica.
Lem vivió el nazismo y el comunismo. Tras la Segunda Guerra Mundial, durante el auge del comunismo tuvo que escribir ciencia ficción, pero después de 1989 empezó a publicar sus ensayos. En ellos, al igual que en sus novelas, habla de filosofía, teología, ciencia, ética y comunicación. Hoy es reconocido como un intelectual fuera de serie, su sabiduría a cerca de todos estos temas asombra a muchos y sirve de inspiración no solo a legos, sino también a entendidos.
Lem imaginó un mundo en el que la comunicación con seres de otras estrellas se establecía a través del amor, no de la guerra ni del cálculo. Imaginó que la comunicación del futuro sería entre máquinas, cuya independencia del hombre se manifestaría en una literatura propia. Imaginó que la expansión del universo era musical y poética, no solo física.
En esta colección, Impedimenta reúne tres relatos suyos más un prólogo del autor y otro de Roberto Valencia. En el prólogo del autor, Lem prevé el próximo ensalzamiento del Prólogo como un nuevo género literario, lo que podría tomarse como una premonición de la Poscrítica, ese nuevo género posmoderno. A continuación vienen tres relatos que se presentan como estudios académicos sobre diferentes eventos culturales y científicos imaginarios. El primero es “Necrobias”, en el “estudio introductorio”, el autor habla del arte contemporáneo con una buena dosis de sátira, utilizando para ello una exposición imaginaria de radiografías sobre arte amatoria. La simbólica de semejante reunión de amor y muerte no tiene desperdicio. Tampoco la sátira del arte contemporáneo, con su nihilismo y su torpeza bien intencionada. El segundo relato-estudio se titula “La Erúntica”, y trata, con multitud de detalles, conforme es su estilo, de una nueva disciplina científica imaginaria que enseña a hablar a las bacterias. Por supuesto, la sátira implícita sobre la vanidad de la ciencia y la fascinación que ejerce sobre nosotros, está garantizada. El último estudio-relato es el que me parece más inquietante por su realismo, se presenta como un monográfico sobre una supuesta “Historia de la Literatura Bítica” en cinco volúmenes. Con gran aparato crítico se describe el desarrollo de una disciplina académica que narra la progresiva liberación de las máquinas a través de la consolidación de un nuevo lenguaje, “un lenguaje propio”, equivalente a la Literatura, y cuyas primeras manifestaciones, espontáneas, como en la vida biológica, aparecen durante el sueño, en los periodos de reposo, en los que la máquina no deja de trabajar, pero esta vez sin el concurso del hombre…