José Manuel Velasco. “Ruptura y Cambio”
por Mariano de Blas
Galería Emma, C/ Sta. Isabel, 47. Madrid. Del 15 de marzo al 13 de abril de 2013
José Manuel Velasco es un artista cordobés afincado en Málaga. La exposición “Ruptura y Cambio” ya se realizó en las Salas de la Diputación de Málaga en el pasado diciembre 2012-enero 2013 y ahora se muestra en Madrid, en la galería Emma, ubicada muy cerca del Museo Reina Sofía.
Es una muestra con una gran fuerza de impacto visual que casi no necesitaría de mayor explicación. Parece que, junto con el predomino de lo ilegible, de la mera presencia de los objetos y las imágenes del arte como proceso, en donde el material y las nuevas técnicas ya no son garantía de nada, incluso de la banalidad y el auto inducido ritual, en donde el guiño del ingenio ya no es suficiente porque ha saturado nuestra capacidad de sorpresa frente al escándalo y la ocurrencia, a menudo un mero extrapolar fuera de contexto, en medio de todo esto, todavía lo que se denomina pintura, sobrevive y mantiene un cierto sentido.
Así que estamos frente a la obra de Velasco que es pintura. Su trabajo es abstracto y expresionista, pero tiene referencias a la representación, y si bien tiene sus raíces en la abstracción heroica de la emoción expandida de la pincelada, en el gesto y en el brochazo, su pintura se decanta por lo fractal y lo sedimentado en estratos. Tiene un contenido referencial muy actual a la ecología, al agua, al clima, al calentamiento y al cambio climático, pero sin ser traumática en el sentido romántico del individuo desgarrado.
Hay tres tendencias del trabajo de Velasco representadas en esta muestra. La primera es una única obra formada por seis autorretratos titulada “Los fantasmas del pintor”. En ellos, una imagen casi irreconocible del rostro del artista aparece sobre un fondo rojo. La segunda son obras abstractas de gestos que recuerdan a Kline sobre espacios blancos. Son trabajos anteriores de hace unos cinco años. En ellos el negro toma la iniciativa de la composición haciendo protagonista al gesto por el gesto. La tercera y más actual es una pintura más física y sobre todo, muy espacial. Lo constituye ese espacio tan abstracto pero tan propio del universo fuera de la geografía de la Tierra que Pollock inició. Aquí lo sublime es algo más que el concepto del vacío con el que Newman y Rothko renovaron la idea que desligaba lo sublime a la narración visual moralizante. Con Pollock y Velasco, hay un espacio “abstracto”, sin narración pero con profundidad, en donde la brújula parece ser el azar. Es la deriva opuesta al Minimalismo que evoluciona en un neo romanticismo formal.
Velasco trabaja con estratos pero no son los del dripping de Pollock, sino reacciones químicas entre materiales, entre pigmentos, aglutinantes y resinas, que crean planos de color entre cuyos límites aparecen fractales blancos a veces surcados de rojo a su vez. No es el gesto derramado, sino el vertido del color que toma sus propios caminos, dejando la huella de su recorrido. Sobre ello, a veces Velasco, garabatea produciendo una intervención “humana”, sobre lo que parece un espacio que se sale de los límites conceptuales de la mente de las personas. Sobre esta idea, Velasco se remite al muro, a las sugerentes referencias que las texturas producen en la mirada desatando una casaca de asociaciones visuales. Ya Leonardo escribía en su Tratado de la Pintura, que sobre una pared se podían ver (descubrir) batallas, caballos, cuerpos.
Así, delante de nuestras narices, por cercanía, de nuestra mirada sobre los muros y paredes, que parecen ser el límite y final del espacio, Velasco nos invita a tratarlos como ventanas sobre las que observar un universo, como puertas sobre las que acceder a otros mundos. Entonces Velasco titula sus obras con una referencia a los viajes de trágica epopeya de los africanos, a la supuesta Europa Feliz, en donde no termina a menudo su periplo trágico, para redondear con alusiones planetarias de climas que están cambiando los mecanismos de la vida de nuestro planeta, en realidad una gran nave Tierra, viajando por un espacio que se nos parece infinito.