Luis Landero: «Absolución»
por Mercedes Martín
TusQuets, Barcelona 2012
Yo quería reseñar a alguno de “los mejores escritores jóvenes en español” según la prestigiosa revista inglesa Granta (2010), pero voy con algunos años de retraso. En mi escritorio siempre me esperan libros y, en esta ocasión, me esperaba Absolución, de Luis Landero, que no es joven ni desconocido, pero me da igual (no hago mucho caso de las recomendaciones de las revistas). Además de no ser joven ni desconocido, atributos que, al parecer, sirven de reclamo publicitario, había oído que Absolución era una novela sobre la felicidad y eso “me pudo”. He de puntualizar que no me gustan las novelas que traten de algo, prefiero las novelas indescriptibles. ¿De qué trata el Quijote? Cuando una novela es buena, no se puede decir de qué va. Al final, no he podido hacer otra cosa que rendirme y he abierto el libro, dejando de lado nada menos que a Pola Oloixarac o a Alberto Olmos (pero, como son jóvenes, hay tiempo de reseñarlos, me he consolado irónicamente).
Los personajes de Luis Landero son neuróticos, lo que me parece más interesante es su doble vida: la externa es aparentemente ínfima, de mequetrefes y de donnadies, y la interna, es muy novelesca: de asesino, de loco o de imbécil.
Por si fuera poco, a veces no controlaba el flujo verbal que, tras burlar a la conciencia, le venía libre y suelto a los labios. Decía cosas absurdas, monstruosas: «Alegres culos se mueven hacia oriente», por ejemplo, o «A otro cómputo con ese gallo». Por eso, para imponer orden en la mente y ahuyentar a aquellos espantajos, decía también frases rotundas, exactas, silogísticas, que pronunciaba además con timbre diáfano y didáctico, como desentrañando y rebañando los significados de cada sílaba, de cada palabra. El perro, o can, era un animal mamífero, dócil y ladrador. Sus signos más divulgados eran ocho, contando patas, orejas, rabo y hocico. Entre otros, prestaba al hombre servicios de pastoreo, de compaña, de guía y de guardián de propiedades…
Pero, ¡qué raro!: sus personajes no están tan locos ni son criminales. ¿O acaso ni a usted ni mí se nos ocurren idioteces en el momento menos pensado, o se nos cuelan manías y obsesiones, o nos asaltan deseos…, con todo lo que tienen de peligroso? Al final, uno se ríe y comprende a los personajes de Landero, tan parecidos al común de los mortales, solo que en sus novelas todo eso que nos pasa por dentro, se airea con gracia.
Lino es un pobre diablo. Va a menudo a visitar a un pariente lejano del que no sabe nada solo por heredarle. Así pasa su vida durante más de quince años hasta que, un buen día, su sueño se cumple y se hace rico de la noche a la mañana. Lino confía en que hacerse rico le hará pasar delante, ser protagonista, tener una vida y no un sainete. Cree que el dinero da la felicidad aunque no sabe muy bien cómo lo ha aprendido. Ahora va a casarse y la vida le sonríe, o eso parece…