“Lucrecia», de Lucas Cranach el Viejo
por Alberto López Echevarrieta
El Museo de Bellas Artes de Bilbao enriquece su colección
Una tabla del siglo XVI titulada Lucrecia, considerada una de las obras más importantes del destacado pintor renacentista alemán Lucas Cranach el Viejo acaba de ser incorporada a la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao merced a un original programa de colaboración con la entidad bancaria BBVA. La importancia de la nueva adquisición ha sido calificada por Javier Viar, director de la pinacoteca vasca, como “muy importante”, pasando a exhibirse con el conjunto de obras maestras del museo.
La protagonista
Lucrecia, una muchacha de extraordinaria belleza y de gran virtud, perteneció a la nobleza romana en la época del rey romano Tarquinio el Soberbio. Sixto Tarquinio, hijo del monarca, se enamoró de ella sin ser correspondido. Ante tal rechazo, el príncipe la violó a punta de espada. Lucrecia, tras pedir justicia sin conseguirla, acabó suicidándose. Más tarde, su hermano la vengó terminando con la vida del agresor. De esta forma concluyó la monarquía para iniciarse la república romana.
Durante muchos años, el sacrificio de esta mujer fue reflejado en las obras de muchos artistas que encontraron en su actitud todo un ejemplo de heroísmo y virtud. El propio Shakespeare le dedicó un bellísimo poema y varios pintores distintos trabajos.
Uno de ellos fue Lucas Cranach el Viejo (Kronach, Alemania, 1472 – Weimar, Alemania, 1553), perteneciente a una de las más notables estirpes de pintores y grabadores germanos, y contemporáneo de Durero. Hizo sus primeros pinitos con los pinceles en el taller de su padre, para desarrollar su carrera en Viena en cuanto se independizó, especializándose en retratos humanistas y pinturas religiosas en las que introdujo notables innovaciones compositivas. En 1505 marchó a Wittenberg donde se puso a las órdenes de los príncipes de Sajonia como pintor de cámara. Abordó distintas temáticas entre las que destacan los desnudos sobre fondos oscuros, todos ellos plenos de sensualidad.
Lucrecia (50,8 x 35,8 cms.), tabla fechada y firmada en 1534, es un ejemplo del arte de este hombre que acabó creando escuela. Fue realizada tras una etapa en la que experimentó la técnica del grabado en la que se advierte la influencia del maestro de Nüremberg. “La versión de Lucrecia que tenemos en el Museo de Bilbao –señala Viar- es seguramente una de las más hermosas que hizo Cranach. Dejando al margen detalles del collar que porta la mujer, el artista se centra en su cuerpo, representado con un gran sentido de la síntesis formal. Su desnudo ocupa el espacio más destacado del cuadro sobresaliendo en él la sinuosidad de las curvas. Una obra maestra, sin duda”
Lucrecia, considerado uno de los más bellos desnudos de toda la producción de Lucas Cranach el Viejo, forma parte ya de la selección de obras maestras de la colección de pintura antigua del museo bilbaíno, sumándose así al reducido grupo de museos españoles –el Museo del Prado y el Museo Thyssen, entre otros-, que cuentan con obra de este importante autor.
La adquisición
El cuadro en cuestión procede de una colección particular madrileña y ha costado 1.400.000 euros que han sido abonados gracias al fondo de adquisiciones dotado por BBVA para la compra de obras de arte y merced al cual puede llevarse a cabo una gestión estable para el enriquecimiento de la colección del museo. El fondo ha sido recientemente renovado por un valor de 2,1 millones de euros a siete años, período en que las instituciones fundadoras del museo –Ayuntamiento de Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia y Gobierno vasco-, devolverán el principal, mientras que la Fundación BBVA, en calidad de patrono de la Fundación Museo de Bellas Artes de Bilbao, se hará cargo de los intereses.
Se ha aprovechado una ocasión única para la compra de este cuadro dentro de la coyuntura económica actual, ya que en marzo de 2010 una obra contemporánea de la presente, David y Betsabé, se vendió por 5,3 millones de euros a un coleccionista privado en la feria de arte de Maastricht, y en diciembre de ese mismo año el Museo del Louvre compró Las tres Gracias (1531) por 4 millones de euros.