ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA (OCNE) TEMPORADA 2012-13
por Jorge Barraca
Ciclo Diálogos (ciclo III, concierto 8)
Rafael Frühbeck de Burgos se vuelve a poner, por partida doble, de nuevo ante la Nacional para ofrecer obras de Bach, Beethoven, Hindemith, Liszt, Stravinski y Haydn. En el primero de los programas —el aquí reseñado— con la colaboración excepcional de Javier Perianes. Hemos visto al director burgalés bastante más delgado y con un paso menos firme. Además, ha dirigido sentado, algo novedoso para él. Confiamos, no obstante, que esto sea solo producto de su ya no corta edad. Eso sí, el movimiento de su batuta y su segura dirección se mantienen inalterables.
Arrancó Frühbeck con el arreglo orquestal que Stokowski hizo del coral bachiana Wachet auf, ruft uns die Stimme. Hoy en día, la adaptación resulta muy impostada y ajena al espíritu original. Con todo, logra hacer apreciar la brillantez y conocimiento orquestal del insigne director y se entiende como una manera de acercar la música del Kantor de Leipzig en una época histórica muy distinta a la actual.
En la segunda parte, Frühbeck tuvo su momento más destacado en la excelente versión del Concierto para orquesta de cuerdas y metales de Hindemith. Una página emparentada con la primera, pues la fuga de su segunda parte tiene una clara inspiración en Bach. La Nacional equilibró bien cuerdas y metales, y el estilo de la página fue perfectamente trasladado por la batuta.
Menos redonda fue la lectura de Los preludios de Liszt. Aunque —como siempre— el director elaboró la línea coherentemente y mantuvo siempre la lógica interna, no consiguió una progresión dramática y el virtuosismo orquestal que la página pide. Faltó ese cierre brillante, esa liberación de la tensión con que Listz acaba la partitura.
Hemos dejado para el final lo más destacado del concierto: una extraordinaria versión del Concierto para piano y orquesta num. 1 de Beethoven por parte de Javier Perianes. El pianista andaluz empezó con precisión en el Allegro con brio, y a continuación nos regaló un Largo de una musicalidad excepcional: el piano cantaba con él, trazando un legato de excepción, en fin, un auténtico placer. Aún estábamos flotando por las alturas cuando él ya arrancaba el Rondo con ímpetu y auténtico músculo beethoveniano. Algún pequeño desequilibrio y un par de notas menos limpias en esta última parte no empañaron su magnífica recreación, inmejorable de estilo. Para terminar un bis de esa música española que traza como nadie. Gracias maestro.