Jaroslav Hašek: «Las aventuras del buen soldado Svejk»
por Mercedes Martín
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010
En la I Guerra Mundial murieron, según las cifras oficiales, quince millones de personas. Si uno piensa en las desgracias causadas –si uno tuviera la capacidad para contar una por una las desgracias, mirando a la cara a sus protagonistas– las razones de la guerra se convierten inmediatamente en una broma macabra. Las razones para la guerra siempre son un sinsentido, aunque las autoridades y personalidades del momento, con frecuencia, no sienten ninguna vergüenza en desgranarlas ante el público, ante los ciudadanos. Esto pasó en la I Guerra Mundial y pasa siempre, también ahora, con la guerra económica, en que trabajadores y países enteros son lanzados sin miramientos a la miseria con tal de que los especuladores obtengan el beneficio que habían estimado.
Las aventuras del buen soldado Švejk es una sátira a la razón que muestra las “razones de la guerra”, pues con frecuencia los discursos de sus protagonistas se pierden en divagaciones sin sentido, empezando por los discursos del buen soldado Švejk. El lector nunca puede saber si este es un redomado estúpido que, a veces, como los borrachos y los locos, dice la verdad. A veces, cree que, simplemente, en un mundo sin sentido la gente pierde la cabeza. Otras veces, el lector piensa que se trata de una forma de resistencia pasiva en la que el implicado sigue la corriente al discurso general: el discurso de la brutalidad y el poder, obviamente contrarios a la razón, pero que, aún así, encuentra especial valor en adornarse con ella. Es cierto, como sabemos, todos los regímenes autoritarios han tratado de justificarse, incluso ante las víctimas arrodilladas.
Švejk nos hace reír porque, allí donde uno espera desesperación y ruina, se levanta un chiste. Es uno de esos antihéroes del siglo XX, como Josef K., Marsault, o Ulrich, curiosamente todos procedentes de novelas inacabadas escritas o publicadas en la misma década; pero este personaje es invencible, pues no se desespera.
La actual República Checa formó parte del Imperio Austro-Húngaro a principios del siglo XX y tuvo que luchar en el bando austriaco durante la I Guerra Mundial. Así, la historia que nos ocupa se compone de muchas aventuras de carácter picaresco de un checo cualquiera que se ve obligado a alistarse en el ejército por una razón tan ajena a su vida como que el archiduque Francisco Fernando ha sido asesinado. Entonces, comienza un sinsentido en el que Svejk se desenvuelve como puede a base de hacerse el estúpido (o quizá siéndolo en realidad) y salva el pellejo en medio de la estupidez generalizada en un mundo moderno donde las instituciones y las jerarquías administran los valores morales a su antojo.
La edición de Galaxia-Gutemberg tiene el mérito de ser la primera traducción del checo directamente al español.
El soldado Svejk se ha convertido en un referente universal de la literatura checa, una metáfora lingüística y étnica de este pueblo y su visión de la vida, que se trasluce, como el lector de esta revista podrá comprobar, en obras posteriores como la que reseñé no hace mucho, titulada Gottland, del polaco Mariusz Szczygiel.