… Y LAS MANOS SE HICIERON PARA VER
por Alberto López Echevarrieta
Por primera vez los ciegos pueden “ver” los cuadros
El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha puesto en marcha una experiencia pionera dirigida a personas con discapacidad visual. Lo han leído bien: Los ciegos pueden “ver” los cuadros mediante el sentido del tacto. El experimento se lleva a cabo gracias al patrocinio de Iberdrola y significa un paso gigantesco en la integración de personas con ese tipo de discapacidad. Para realizarlo, la pinacoteca vasca ha elegido cinco obras de su colección y el resultado no puede ser más satisfactorio.
La emoción del momento
Créanme que me he emocionado cuando he observado cómo Miguel Moreno Torbellino, coordinador del Museo Tifológico de la ONCE, iba recorriendo con sus manos uno de los cinco cuadros preparado al efecto. Se trataba de San Sebastián curado por las santas mujeres. El hombre palpaba la obra de José de Ribera al tiempo que mostraba en su rostro una alegría desbordante. Sí, porque este cuadro, como los otros cuatro, La Anunciación de El Greco, Lot y sus hijas de Orazio Gentileschi, Mujer sentada con un niño en brazos de Mary Cassat, y Lying figure in mirror de Francis Bacon, no sólo se pueden ver, sino que por primera vez en un museo se recomienda tocarlos.
“Siento una sensación nueva, me dice. Algo con lo que los ciegos habíamos soñado, pero difícilmente creíamos que pudiera llegar este momento”. Sus dedos van palpando el cuadro, descubriendo en cada tramo las diferentes partes del mismo. “Aquí está la mano alzada de San Sebastián. Noto la cuerda alrededor de su muñeca”. Y así un detalle tras otro.
Los avances técnicos
Este “milagro” se ha conseguido gracias a una técnica denominada Didú que viene desarrollando la empresa Estudios Durero de Bilbao desde hace tres años y que ahora empieza a dar sus frutos. A la hora de presentarlo a la prensa, los responsables del experimento no han dudado un momento al señalar que se daba así un importante paso en el mundo de la cultura y muy especialmente en el museístico. Sabido es el hecho de que en todas las pinacotecas del mundo está prohibido tocar los cuadros e incluso las esculturas. Aquí hay cinco lienzos, como digo, especialmente preparados para ser sobados, sobre todo por invidentes. Es la primera vez que se realiza un trabajo semejante.
“De cada original de estos cuadros –explican- hemos hecho una copia en alta resolución y a tamaño de unos 80×120 cms. Hemos trabajado sobre ella de la siguiente manera: Primero remarcamos los contornos a fin de que cada textura disponga de un nivel de relieve determinado no superior a los cinco milímetros. A continuación se hace una disección de la imagen en capas para poder imprimir con tintas y que éstas vayan tomando un volumen. Se fijan mediante un sistema químico consiguiendo la tridimensionalidad. Además de las reproducciones hemos elaborado unas audioguías que ayudan en el recorrido táctil”.
Los responsables muestran el resultado con orgullo y hay quien asegura que en el futuro todos los museos tendrán estos cuadros.
El placer de tocar y ver
Miguel Moreno sigue al pie de la obra de Ribera. Palpa cada detalle descubriendo un mundo ignoto para él hasta este momento. Repasa con fruición el fragmento de la corona de espinas. “Hay un aspecto muy interesante en este punto, señala el invidente. El ciego va buscando un redondel y, sin embargo, encuentra la imagen ovalada que ha utilizado el pintor a la hora de representar la perspectiva correspondiente. Los invidentes no conocemos ese concepto de perspectiva y por lo tanto buscamos la imagen circular de la corona. Yo no localizaba la corona, porque la creía redonda, hasta que supe que el efecto óptico le propina una forma ovalada. Vosotros lo veis perfectamente, pero nosotros lo descubrimos ahora”.
Repito que su emoción contagia por el hallazgo que está haciendo este hombre y el cúmulo de sensaciones que siente por primera vez. Y como él los demás asistentes que están con la misma discapacidad.
“Percibo los colores con la audioguía –continúa-, que viene a unirse a la representación mental que te haces mediante la percepción táctil. Sientes un gustazo impresionante. Me digo a mí mismo que estoy tocando el tallo de la palma, que le veo las hojas, las ramas… Tocar las pestañas, las cejas, los ojos… Es impresionante. Noto perfectísimamente el hueco de la nariz y la boca. Estos detalles frontales de San Sebastián y a esta otra parte le veo a Irene que sólo muestra un ojo porque me doy cuenta de que está de perfil…”
Le confieso que su descripción es exacta. Cada detalle que me indica está bajo las yemas de sus dedos.
“Es que no es un acertijo, se justifica. Estoy en la certeza total de que éstas son las cejas del santo y éstas las flechas clavadas. La percepción táctil unida a la explicación de la autoguía crea en mi cerebro una sensación clara de lo que el artista ha plasmado en el lienzo. Se llega a tener un conocimiento del cuadro que tu puedes mentalmente hacerte una representación extraordinaria. Muchas veces, cuando asistía a una exposición y me describían las obras oralmente me preguntaba en mi interior si alguna vez las podría tocar. Aquel sueño hoy es una realidad”.