Mariusz Szczygiel: «Gottland»
por Mercedes Martín
Traducción de María Dolores Pérez. Acantilado, Barcelona, 2011, pp. 272
Mariusz Szczygiel nació en Polonia y desde muy joven se dedicó al periodismo. Su primer éxito internacional es Gottland (2006), un reportaje de investigación con estilo “cubista”, algo así como un rompecabezas. Quizá un homenaje a la arquitectura y la literatura praguense. Trata de la historia popular checa en los años clave del siglo XX: la ocupación nazi, la Primavera de Praga, la Revolución de Terciopelo… y sus secuelas en la personalidad y la vida cotidiana checa hoy.
El documento, que incluye notas y bibliografía, además de narrar las pesquisas del propio autor, nos presenta en forma de anécdota, saga, reseña, chisme y antología, las peripecias de algunos personajes populares atrapados en la caza de brujas nazi y comunista.
Gott es uno de ellos, un cantante que escapó de la quema de brujas adhiriéndose al régimen comunista, volviendo la espalda a los amigos y a la honestidad. Un cantante famoso por su enorme número de conquistas sexuales y al que le han abierto un museo. El prólogo de su biografía, que es un bestseller en su país, ha sido escrito por el presidente de la República, que en él le declara “toda su admiración”. Gottland es el museo del cantante, a donde acuden las masas, pagan la entrada y le rinden tributo sin pensar ya en el pasado. El autor nos deja entrever, con esta y otras historias, que la opinión pública —checa en este caso— se parece a ese gentío que paga entrada para conocer la vida privada de alguien, pero no se preocupa por la honradez ni por la justicia.
La máquina de la infamia, nazi o comunista, actuaba así: se fijaba en alguien que podía perjudicar al régimen y se ponían en marcha todos los dispositivos para que cayera en desgracia. De la noche a la mañana, uno era un héroe o un mendigo. Altas instancias e incomprensibles designios lo apartaban de su antiguo trabajo y lo ponían a plantar lechugas, lo encarcelaban o lo desterraban. La gente dejaba de hablarle, los amigos le daban la espalda. Así pasó con empresarios, políticos, filósofos, artistas… Después, cuando cambiaba el viento, volvían a caer en gracia y eran sorprendentemente rehabilitados o, sencillamente, nadie se ocupaba en saber qué había sido de ellos. De la noche a la mañana, los réprobos, eran aprobados o, al menos, ya no estaban en el punto de mira. En algunos casos, el filósofo volvía a la filosofía, la cantante a la canción, el desterrado a su antiguo pueblo y todo seguía adelante como si no hubiera pasado nada, nadie iba a los tribunales, nadie se atrevía a denunciar. En otros, el individuo en cuestión, se suicidaba o desaparecía en el olvido. Todo formaba parte de un destino irremediable e incuestionado.
La “personalidad cubista” de los checos es la causa retórica de esta historia; al menos es lo que una deduce después de leer todas esas anécdotas, entrevistas, documentos ocultos e ignorados, traídos por el autor a un primer plano. Una “kafkarna” —explica el autor a través de la aventura de una becaria estadounidense en Chequia— es algo que está, algo que existe sin razón, pero no hay que pensar mucho en ello si uno no quiere volverse loco; algo como El proceso o La metamorfosis. “Ser valiente —dice un campesino entrevistado por Szczygiel— es seguir trabajando pase lo que pase”.
Tal vez, todos los pueblos atemorizados y adormilados por los medios de comunicación son Gottland. Al menos, así lo confiesa el autor: “Este es un libro escrito por un europeo sobre Europa”.