RIENZI
por Jorge Barraca
Una velada wagneriana distinta
Presentado sólo en versión concierto, lo que es una auténtica pena, este Rienzi ha atraído al público madrileño por curiosidad. Curiosidad por escuchar el resto de la música de una obra de la que sólo se conoce mayoritariamente la brillante obertura y la célebre invocación del tribuno que inicia el último acto; curiosidad también por reencontrarse con la ópera que supuso, en su estreno, un éxito tan memorable para el compositor alemán y el inicio de una carrera llena de reconocimientos, pero que luego tanto le avergonzaría (es ya sabido: demasiado Meyerbeer); curiosidad, al fin, por comprobar si esta larga partitura podía funcionar adecuadamente sin escenografía ni acción dramática desde un escenario.
Y, hay que reconocerlo, el resultado ha sido muy positivo. La partitura se escucha toda ella con gran interés; tiene una continuidad y unas líneas perfectamente demarcables que dan estructura y sostienen perfectamente la escucha, sin hacerla pesada ni excesivamente larga. Aunque el salto con El Holandés Errante es realmente cualitativo, ya se aprecian en Rienzi algunas de las cualidades wagnerianas, aunque, eso sí, en estado embrionario. Y todo ello, junto con la gracia y buena factura de muchos de sus números, hizo de estos conciertos una experiencia grata y exitosa.
La dirección cuidada, atenta, aunque algo demorada en su arranque de Alejo Pérez resultó fundamental para que todo avanzase con seguridad y se mantuviese el interés. Distribuyó bien las tensiones, avanzó con firmeza hacia el ‘encendido’ final y concertó bien con las voces y el coro, que estuvo espléndido. Más desigualdades aparecieron en el elenco vocal. Andreas Schager es un tenor voluntarioso y de acentos interesantes, pero el exigente papel de Rienzi le supera. Ya en el Acto I empezaron las dificultades para mantener una emisión firme, y no pocos agudos se quedaron ahogados. Se notó desde un inicio que no posee un timbre, ni un instrumento lo suficientemente recio para sostener la línea de canto durante todos los actos. Con todo, mantuvo hasta el final la compostura y logró en su intervención en el último acto dar una lección de calidad, preparación y musicalidad.
La Irene encarnada por Anja Kampe, en cambio, sí anduvo sobrada de medios vocales. Es una pena que el papel no tenga intervenciones solistas de más entidad, pues se habría convertido en una parte mucho más interesante para cantantes de bravura. Expresiva, aunque con algunas durezas en la emisión aguda, fue un puntal en estas funciones. Como su enamorado Adriano, pudimos escuchar a Claudia Mahnke que, sin duda, tuvo la actuación más convincente del conjunto, tanto por declamación como por brillantez en sus arias, dúos y concertantes. De timbre bonito y emisión bien impostada, salió siempre airosa en todas sus intervenciones.
James Rutherford y, sobre todo, Stephen Milling (Orsini y Collona, respectivamente) cumplieron perfectamente su parte y pintaron a unos nobles crueles, ambiciosos y perjuros, que contaron con voces adecuadas. También sonoro estuvo el cardenal Orvieto de Friedemann Röhlig. Más justos, pero solventes, se mostraron Jason Bridges y Carsten Wittmoser como Baroncelli y Cecco del Vecchio.
- Música de Richard Wagner
- Libreto de Richard Wagner (basado en la novela de Edward Bulwer-Lytton)
- Dirección Musical: Alejo Pérez
- Director del coro: Andrés Máspero
- Intérpretes: Andreas Schager (Rienzi), Anja Kampe (Irene), Claudia Mahnke (Adriano), Stephen Milling (Steffano Colonna), James Rutherford (Paolo Orsini), Friedemann Röhlig (Cardenal Orvieto), Jason Bridges (Baroncelli), Carsten Wittmoser (Cecco del Vecchio).
- Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid). Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo).
- Madrid. Funciones del 21 al 27 de mayo 2012. Fotografías: Javier del Real