La mirada del Coleccionista. Nuevas adquisiciones de la Colección Würth
por Julia Sáez-Angulo
Museo Würth. Agoncillo ( La Rioja). Del 26 de mayo de 2010 al 20 de febrero de 2011
De Kirchner y Schlemmer a Kiefer
El coleccionismo de arte nace de una pasión, en este caso del capitalista alemán señor Reinhold Würth, que quiso crear museos con sus colecciones de arte cerca de los trabajadores. Él lo que hizo en el polígono de Agoncillo (La Rioja) a ocho km. de Logroño. Todos los días un autobús recoge en la ciudad y lleva a los visitantes de manera gratuita, de 6 a 8 de la tarde.
Claro que el artista es el primer creador, pero sin un coleccionista que adquiera sus obras difícilmente se haría una colección contrastada entre todos los genios o artistas con talento que se presentan en cada generación de la sociedad. La obra de arte, el artefacto creado, viene a condensar un concepto y una estética. El libro del arte es el más elocuente del hombre según el historiar Lord Kenneth Clark, aunque a veces sea más críptico que el lenguaje de la palabra.
Uno puede acercarse a la obra de arte desde distintos ángulos, desde la estética, las ideas, la antropología… para analizar la iconografía, la forma, los materiales y para disfrutar de la comunicación intrínseca que conlleva.La exposición que nos ocupa se centra en las ultimas adquisiciones del Museo Würth, en los últimos tres años, con numerosos nombres alemanes, como alemán es su propietario y coleccionista, que ha llegado a reunir más de once mil piezas que se reparten en distintos museos europeos.
El gusto personal es lo que prima fundamentalmente en la colección Würth, de ahí el título de la muestra, junto a un subtítulo que hace referencia al sentido cronológico de lo expuesto. Los siglos XX y XXI quieren estar bien representados en la voluntad del coleccionista germano, que cuenta en todo caso con un consejo asesor, presidido por Warner Spies, ex director del Centro Pompidou de París.
Obras de Arte adquiridas en tres años
Entre las piezas de ámbito hispano están el mosquetero “Homme a l èpée”” de Pablo Picasso; las tres “Lilis” de Manolo Valdés, Miquel Barceló, Rufino Tamayo; también de Richard Deacon, Lead Astray; Emil Nolde, Max Beckmann, Marcüs Lüpertzz, Georges Baselitz, Jean Dubuffet, Jackson Pollock, Tony Oursler y los alegres Alex Katz o David Hockney.
Curiosamente la colección Würth adolece de falta de firmas femeninas. Cualquier día se le presentan en su sede las pancartas de las encapuchadas “The Guerrilla Girls” con su célebre eslogan. “Es que la mujer tiene que desnudarse para entrar en los museos”. El pistoletazo tuvo lugar ante el Metropolitam Museum de Nueva York, con el subtítulo: “El 80 por ciento de los artistas son hombres; el 80 por ciento de los desnudos son femeninos”.
La Colección Würth es admirable pero conviene que equilibre la situación de las piezas en pleno siglo XXI, con más del 50 por ciento de artistas mujeres en Bellas Artes. Hasta el premio Velázquez se ha concedido por vez primera a una mujer, la colombiana Doris Salcedo, una espléndida escultora que ha expuesto en la Tate Gallery.