Juan Carlos Rivera Quintana: “Breve Historia de Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico”
por Julia Sáez-Angulo
Editorial Nowtilus (Madrid). 310 págs.
Es un personaje histórico con ecos de leyenda. Carlomagno (Herstal, 742 – Aquisgrán, 814) fue Emperador de Occidente (800 – 814) después de ser rey de los francos y los lombardos. Aquisgrán, la ciudad donde construyó su palacio –hoy Ayuntamiento donde se entregan los premios Carlomagno a los que trabajan por la unidad de Europa- y sobre todo, su capilla palatina honran su memoria. La editorial Nowtilus ha publicado una “Breve Historia de Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico”, escrita por Juan Carlos Rivera Quintana (Cuba, 1960).
Entre los capítulos del libro se encuentran: Los francos. Europa antes de Carlomagno; Dinastía y primeros años de un líder; Bautismos y guerras, espada y cruz; ¿Una administración memorable? ¿El Renacimiento carolingio?, y Carlomagno y los francos en la literatura. Chocan quizás los capítulos con interrogación, ya que no son recomendados para los títulos o epígrafes de los libros.
Hijo de Pippino y de Bertrada de Laon, Carlomagno articuló la Europa medieval, dispersa y oscura, para sentar las bases de la cultura occidental, tras la caída en manos de los bárbaros. Hombre casi analfabeto, Carlomagno supo valorar la cultura clásica por lo que llamó a sabios de Constantinopla y reconoció la cultura del latín y la Iglesia Católica como vertebradores de las culturas romana y germánica. Historia apasionante de un hombre lleno de brío y sagacidad para unir, no sólo territorios sino voluntades y objetivos. Sus dotes para la guerra y la administración de los territorios facilitaron el desarrollo de los hechos.
El libro que nos ocupa dice que Carlomagno sacó la cultura del “oscurantismo de los monasterios”, algo impropio quizás, cuando fueron precisamente los monasterios los que supieron guardar la cultura –la luz del conocimiento- en medio de una sociedad en la que la guerra y dominio feudal primaban sobre los súbditos. Una contradicción flagrante ante la idea de contar con la Iglesia Católica como vertebradora de la dispersión.
Adriano I fue el papa que coronó a Carlomagno como nuevo Emperador de la Cristiandad que de esta forma salía fortalecida en Occidente tanto en lo político como en lo espiritual. Las relaciones entre Papa y Emperador fueron buenas, incluidas las del sucesor León III. Las armas y el poder espiritual comenzaron a darse cierta autonomía lo que iba a sentar unas bases importantes para el futuro de la cultura occidental, frente a Oriente en que la autoridad religiosa venía a ser un ministro del poder político.
Carlomagno, pese al desconocimiento de las letras, “respetaba a la gente ilustrada, valoraba la música, las artes plásticas y la literatura, y se hacía leer sistemáticamente la Biblia e historias de la Antigüedad”, se dice en la introducción del libro. Mandó construir escuelas.
El pintor alemán Alberto Durero pintó un retrato de Carlomagno, varios siglos después de su muerte y lo sitúa con el águila alemana y la flor de lis francesas, todo un signo de unificación de dos pueblos que han sostenido en el tiempo diversas “guerras civiles”.
“Breve Historia de Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico” ofrece ilustraciones en blanco y negro sobre grabados y obras de arte, así como de paisajes relacionados con la figura y el tiempo de Carlomagno, junto a un árbol genealógico y una bibliografía.