Michela Murgia: La acabadora
por Mercedes Martín
Salamandra, Barcelona. 192 pp.
Estoy leyendo dos libros a la vez, uno es científico, de François Jullien, y por eso no lo reseño aquí, se titula La urdimbre y la trama, el otro es la novela que reseño para esta sección: La acabadora. En La urdimbre y la trama, Jullien estudia otras maneras de pensar, que son también otras maneras de sentir, de otra cultura: China. Las estudia con la esperanza de encontrar un hecho que pruebe que la teoría foucaultiana sobre el orden del discurso, sobre todos los órdenes al fin y al cabo, era cierta: todo orden es relativo. Así, Jullien probará que fuera de nuestro orden del mundo hay otro u otros tan válidos o tan inválidos como este.
También en la novela se prueba que hay otros órdenes igualmente existentes, igualmente válidos para algunas comunidades. Qué casualidad que ambos libros se den simultáneamente en el espacio y en el tiempo de mis lecturas y que su objetivo sea el mismo en cierto modo: el orden, el bien y el mal, la ética, el conocimiento y las jerarquías no son más que convenciones.
“La acabadora” es una figura social en Cerdeña, una institución, como la comadrona. Sin embargo, los sardos, que han sido colonizados por la cultura cristina como muchas culturas desde que existe el Cristianismo, deben ocultar esta figura porque, desde la perspectiva dominante (la cristiana), semejante cometido es impensable.
¿Qué es una acabadora? Es una mujer que asiste a la muerte, igual que hay la mujer que asiste al parto. En la novela, la acabadora es una viuda modista al que todo el pueblo recurre cuando se acerca la muerte de un familiar. Ella va con sus pócimas y adelanta la muerte de los moribundos para que ese tránsito no sea tan largo y difícil… ¿Le parece horrible, lector? No olvide que usted y yo pertenecemos a la cultura cristiana.
Pero, soportemos el cuestionamiento de nuestras creencias durante un poco más de tiempo porque el caso es que la viuda modista ha adoptado a una niña, pero sin la necesidad del papeleo ni de las justificaciones, la niña se la cedió de la manera más natural la madre a la viuda porque no tiene dinero para criarla. Se trata de otra figura social, otra institución, y se le llama “la hija del alma”. Según esta costumbre una mujer se hace cargo del hijo de otra porque no puede tener hijos propios y la otra no puede dar de comer a los hijos que tiene. Esto tampoco resulta extraño ni malo en la cultura sarda. Ese rol, como el de acabadora, está totalmente asumido, aunque se practica a espaldas de la oficialidad (representada por el cura del pueblo).
La novela es interesante y hermosa a su manera, aunque estas cosas quizá le parezcan a usted duras de tragar, existen y siempre es mágico contemplar la existencia humana en toda su diversidad. Está escrita de manera lacónica y lírica a la vez y se la recomiendo encarecidamente.
Yo, que soy cristiana porque Quiero, quiero pensar que APARTE DE todos los órdenes impuestos hay un orden bueno no sujeto a negociación, un orden amable con la vida de todas las criaturas, pero del cual casi no sabemos nada, excepto por el amor y por La Palabra. De todas maneras, no sé decir gran cosa sobre él, salvo que no puede imponerse, sólo es válido si se abraza, y eso es lo maravilloso.