Joan Colom. Álbum
por Ángela Rubio
Sala Municipal de Exposiciones de San Benito. Valladolid. Hasta el 15 de enero de 2012.
La programación de la Fundación Municipal de Cultura para su sala especializada en fotografía, ha escogido para cerrar y abrir el año una exposición de uno de los grandes: Joan Colom (Barcelona 1921). Es una de esas muestras que nos llevan al pasado reciente de nuestra historia para no olvidar como eran las cosas no hace tanto y reflexionar acerca de los cambios que se han producido. El valor esencial de éstas obras y de la exposición en general, radica en mostrar los cambios más significativos del Barrio Antiguo de Barcelona en los últimos 50 años.
La exposición comisariada por Irene de Mendoza está dividida claramente en dos partes: en una sala la obra en blanco y negro y en la otra sala la obra en color. En la primera sala se nos presentan las 76 fotografías que el propio artista seleccionó para un álbum que regalaría a su amigo, el galerista Joseph Mª Casademont. Éste como historiador, crítico y activista de la fotografía en los 60, disfrutó del privilegio que suponía dicho regalo pero al mismo tiempo comprendió la responsabilidad que tenía de conservarlo en las mejores condiciones posibles. Gracias a sus cuidados y, posteriormente a los de su esposa Pilar Galindo, ha llegado en óptimo estado a la Fundación Foto Colectania, coordinadora de esta exposición.
Las fotografías de este álbum, tomadas entre 1958 y 1964, son las preferidas del autor y reflejan a la perfección el espíritu del barrio del Raval de Barcelona; pueden, además, considerarse como síntesis de la crónica fotográfica que Colom realizó de este barrio y de una época. Él no se percató -en un principio- de que hacía fotografía social, sólo buscaba “imágenes que le emocionaran”. No era consciente de que esas emociones encontradas reflejaban la realidad social que, al escoger unas situaciones y no otras, estaba haciendo crítica de la pobreza y la marginación que absorbían esas calles. En definitiva no era consciente de que estaba contribuyendo a la reivindicación social.
El montaje expositivo respeta el orden del álbum y además sigue presentando las imágenes de dos en dos como concibió el artista. Podemos así, seguir el ritmo narrativo que Colom creó. En formato siempre vertical y con encuadres muy verticales y atrevidos -no vistos hasta entonces- da mayor ritmo a los personajes retratados. En cuanto al modo de hacer las tomas, a la actitud fotográfica, hay quien se ha referido a el como fotógrafo clandestino o como voyeur pero el prefiere definirse como cazador de imágenes y es que situaba su cámara a la altura de las rodillas y disparaba. Esto queda ilustrado con las dos fotografías de Ignasi Marroyo presentes en la exposición; en una de ellas Colom lleva la cámara apoyada en la barbilla como si tal cosa y mira de manera furtiva cual ladrón a punto de robar algo, en este caso una imagen, una vivencia ajena y al mismo tiempo propia -por ser testigo- un rostro, un sentimiento un hecho clandestino. Consigue, de esta manera, captar situaciones que se perderían si mostrase la cámara. El resultado es una fotografía pura y auténtica. Otro de los valores esenciales de la exposición es que estas copias positivadas y esmaltadas por Colom en 1973 constituyen auténticos tirajes originales.
En la otra sala podemos ver 50 fotografías en color realizadas por el artista entre 1993 y 2009, menos conocidas por el gran público, en las que sigue con desigual fortuna el tema y la técnica de su obra anterior en blanco y negro. Colom trabajó toda su vida como contable y ese sistema de llevar cuenta y razón lo traslada a su obra: contabilizar fotográficamente la vida para registrarla, para hacer visibles momentos que normalmente no percibimos. La fotografía documental en realidad es eso, registro de la vida y los fotógrafos actúan como notarios.
La exposición se completa con la proyección de su única película. Un film rodado en 1960 en 8mm con una cámara a la que tenía que dar cuerda, en el que capta la vida de las calles. “ Con la cámara de cine conseguí todo lo que la fotografía no me permitía” Aprovechó esa escenografía real y llena de autenticidad que ni el mejor profesional podría construir, un escenario de posibilidades ilimitadas que procuró no alterar. Lo que él quería era captar la espontaneidad. Le apasionaban los chiquillos, las paredes desconchadas, las calles de piedra, los tipos humanos que deambulaban… en los que vio una gestualidad y actitudes que no se podían encontrar de la Plaza Catalunya para arriba. Eran gente libre de todo prejuicio, gente espontánea “Aquella gente vivía”
Colom nunca tuvo nada que ver con la fotografía virtuosa, él hizo una fotografía realista y directa lejos de cualquier criterio académico. Fue un autodidacta con una ilusión patológica por la fotografía, enamorado de un barrio que recorría cada sábado y domingo durante cinco horas con pasión y respeto. Su forma de mirar, y por tanto su obra, es afectuosa, espontánea, divertida pero a pesar de la temática nunca sórdida.