Percival L. Everett: X
por Mercedes Martín
Blackie Books, Barcelona 2011, pp. 356
Thelonious “Monk” Ellison cree que escapa a las representaciones, cree que es “él mismo”, diferente, único… Pero el mundo de los simulacros le reserva una sorpresa.
X, originalmente titulada Erasure (2001), trata del mundo de representaciones en que vivimos, y que soportamos más o menos encantados. Encendemos la tele y aparecen los personajes que nosotros mismos hemos construido. Leemos el periódico y más de lo mismo. El escritor, de raza negra, estadounidense, tiene que soportar los estereotipos alimentados y amplificados por los medios de comunicación de masas, que pesan sobre él en su país: ¿cómo “es” la vida de un negro americano y qué debería escribir un negro americano? Irónicamente, esas historias de negros supervivientes es lo que le haría rico, pues la sociedad en masa es alimentada por los estereotipos y los retroalimenta; el lector medio estadounidense correría a las librerías en busca de una historia convencional “acerca de los negros” de su país.
La vida hará que Thelonious “Monk” Ellison (llamado así para juntar unas cuantas celebridades del mundo de la “música negra”) se convierta en el personaje de terror que reúne todos los convencionalismos de la novela neo-realista afroamericana, estereotipos morbosos que los propios afroamericanos no dejan de alimentar para encajar en alguna parte, y cuyo máximo exponente existe como en ninguna otra parte ante las cámaras de televisión en forma de show “megaexistoso” y el “TV Club de Libros” de Oprah Winfrey.
Deberá acudir a las entrevistas disfrazado, para poder hacerse pasar por aquel personaje que tanto denostó o para que nadie reconozca al que fue, o creyó ser. Ahora es (¿o parece?) el autor de éxito por el que se hace pasar: un ser anónimo, negro, de clase baja, discriminado, resentido, que cuenta su “triste historia”. Un ser que cuenta su vida para salir del arroyo, que va a la televisión, que se exhibe como un trozo de carne en un escaparate. Ahora “habla como los negros” y suma una historia más a las historias de discriminación, desde La cabaña del tío Tom. Una fórmula que lo hará rico, sin embargo, atrayendo a la industria editorial y al morboso lector que se conforma con contemplar el drama.
Por tanto, esta historia, fiel a la fórmula del escritor posmoderno: nos habla de representaciones, fantasmas, huellas, borraduras. Su protagonista quizá es, como decía Lipovetsky, el vacío: la construcción del personaje y la desaparición de la persona, la disolución del arte en la publicidad. “X” parodia los bestseller y la industria editorial, y parodia también a la sociedad consumista, que pretende que no es racista, pero sólo está dispuesta a tragarse historias macabras acerca de seres deshechos y desechos. Narra, seguramente, y sin ánimo de agotar las lecturas, cómo se pierde la memoria de lo que uno ha sido, cómo uno es X (cualquiera, ninguno) y cómo el molde, que tanto daño nos hace y adoptamos como bandera para ser “alguien”, no es más que una cáscara vacía.
La sorpresa es que el “sí mismo” resulta ser como otro, como cualquiera (parafraseando a Ricoeur, a Unamuno e, incluso, a Aristóteles).
Apostilla: Monk, el protagonista, es un profesor de universidad (como Everett), estadounidense (como Everett). Ambos parodian el post-estructuralismo y la deconstrucción en sus novelas, ambos son afroamericanos.