ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA (OCNE) TEMPORADA 2011-12
por Jorge Barraca
Ciclo I – Concierto 7: Protagonista Debussy
Prosiguen los programas del ciclo Paris 1900 con tres conciertos en noviembre (los días 25, 26 y 27) con obras de Debussy y Stravinsky. Y esta vez con dos de las partituras más conocidas y programadas del genio impresionista: el Preludio a la siesta de un fauno y El mar.
Con una entrada bastante buena, la Nacional encaró un programa que, en principio, no está entre sus fuertes pues, a pesar de no haber escaseado los acercamientos a la música francesa de esta época, es de rigor reconocer que la tímbrica impresionista, con su singular refinamiento y su recreo en el color orquestal, nunca ha sido piedra de toque de nuestra primera orquesta. En esta ocasión, bajo las órdenes de una batuta tan solvente como la de Pons, tampoco se lograron los mejores resultados.
El Preludio tuvo un buen arranque y la parte solista de la flauta resultó excelente; sin embargo, no se acompasó siempre correctamente todo el conjunto orquestal y se cayó en un cierto desmayo que no animó la progresión interna de la página. Aunque se buscó —y consiguió— un cierto encanto, perfume o sutileza, no se percibió, en cambio, la dinámica danzable que también es inherente a la partitura.
La dirección tampoco consiguió una lectura de El mar con el encanto y belleza deseados. Los contrates entre los pianissimi y los forte, como el conclusivo, fueron intensos, pero, entre ambos extremos, faltó rango, amplitud, matices. Con todo, cabe destacar lo ordenado de la lectura y la diferenciación entre los tres tiempos de la página, pero de nuevo pareció que faltaba solvencia, la seguridad de moverse en un terreno dominado, en que los elementos expresivos son utilizados con más variedad y control.
Un Stravinsky realmente señor absoluto del lenguaje orquestal en su Concierto para violín y orquesta, en re mayor, completaron este atractivo programa. En esta ocasión, una obra inhabitual, pero ciertamente interesante, sirvió para jugar al contraste: de la sensibilidad debussyana a la sequedad y realismo del músico ruso. De nuevo, un Pons solvente llevó con mucho orden la Nacional para acompañar a un Julian Rachlin excepcional, que se atreve a recrear obras tan poco atractivas a priori como este Concierto de Stravinsky. El violinista se despidió sin propinas de un público que supo agradecerle la valentía de la apuesta.