Elena Poniatowska: Leonora
por Mercedes Martín
Seix Barral, México 2011, 510 pp.
Tendemos a tejer leyendas alrededor de heroicos o estrambóticos personajes masculinos: científicos, artistas, líderes. Pero las mujeres, en un mundo eminentemente masculino, quedan siempre fuera de los libros o aparecen, tímidamente, como las amantes de los héroes: pálidas, maternales o seductoras. Leonora Carrington es una de estas figuras pálidas que pintaba por emular a los hombres, hasta que Leonora, escrito por su amiga Elena Poniatowska, nos cuenta otra historia. La artista total Leonora Carrington es la protagonista de una historia digna de narrarse por sí misma, como hace en esta novela biográfica Elena Poniatowska, que ganó el premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral este año.
La personalidad de Carrington es sorprendente. Sus pequeños relatos, de los que se nutre Leonora, son en cierto modo surrealistas, pero una muchacha que se confabula con seres fantásticos contra el servilismo femenino de la alta sociedad inglesa (los bailes, las reuniones, las lecciones de piano, los pretendientes) supera ese horizonte. Sus obras contienen siempre una bestiecilla macabra, deforme, en un rincón del cuadro, que funciona como un chiste sobre las pretensiones humanas de virtud e inteligencia.
Carrington nació en 1917 y se le imponía no jugar y quedarse encerrada en casa estudiando piano mientras sus hermanos corrían libres por el jardín. Pero, a través de su relación (relación que durará toda su vida) con animales maravillosos, la niña y después, la mujer, se evade, viaja, es libre… Su padre se empeña especialmente en que no monte en el caballito balancín que más le gusta y esta orden es una imposición gratuita que demuestra, como una lección para siempre, que hay algo precioso (la libertad) que está reservado a los hombres y vetado a las mujeres. Con este impulso de libertad que, por su origen traumático, está condenado a ser insaciable para siempre, vivirá toda su vida y su obra.
Un episodio de especial dramatismo en la vida real de Leonora, y muy conseguido en la novela, es su internamiento en un psiquiátrico por intermediación de su padre. Estando en Francia, se declara la guerra contra Alemania y ella, tras la detención de su pareja, Max Ernst, grita enloquecida por la ventanilla del tren en el que huye a España advertencias contra el avance del nazismo (a pesar de que en la estación hay muchos soldados alemanes). Al llegar a España, desnuda en los pasillos de un hotel, llora y clama pidiendo que Franco pare la guerra. Eso hace que la encierren en un manicomio en Santander, pero cuando la quieren trasladar a otro sanatorio, en África (otra vez a instancias de su familia), camino de Lisboa escapa a América. Vivirá en Estados Unidos y en México —donde ha muerto, en mayo de este año—. La rebeldía a través de lo maravilloso aparecerá en su producción artística para siempre. El público que contempla la pintura de Carrington no puede evitar acordarse del Bosco. Sus figuras son mágicas y preciosas, decoradas con nácar y oro, y sus esculturas, del tamaño de las personas, nos contemplan como cuentos fantásticos traídos al mundo real.
Las novelas de Poniatowska son, ante todo, la labor de una periodista: se informa, recoge testimonios y plasma en el papel un relato ficticio a raíz de sucesos y personajes únicos de la vida real. En una entrevista que le hizo Pablo Ordaz en marzo para El País, la autora lo confiesa: “En el libro incluí muchas de las cosas que ella me contó a lo largo de los años, pero también mucho de lo que ella escribió. Ella es una gran escritora. Ha escrito como nueve libros buenísimos, obras de teatro y cuentos, y todos los cuentos se relacionan con ella. Así que es muy fácil tomar fragmentos enteros de los cuentos y meterlos en la novela. Es lo que yo hice, y lo hice con un entusiasmo total.” Poniatowska consigue atrapar al lector con una bella historia, a pesar de que el lector de Carrington se cansará porque, a cada rato, reconocerá en la novela los cuentos y las memorias de la artista.