Francisco Umbral
por Mercedes Martín
Mortal y rosa - Carta a mi mujer - El socialista sentimental. Madrid Planeta, 1999-2008-2000
Seguro que recuerdan a Mercedes Milá ignorando a Umbral, al que había invitado al programa para hablar de su libro. El programa se acababa y se había centrado el debate en otra cosa, seguramente un cotilleo político, una banalidad. Visto en el espejo del tiempo casi parece un sacrilegio haber desaprovechado a Umbral allí sentado con el resto de tertulianos del programa; mientras pasaba el tiempo, se despilfarraba a Umbral. Él había venido a hablar sobre su libro y los libros son lo que nos queda del escritor. Uno lo mínimo que le puede pedir a un autor es que sea auténtico y este lo era. Su escritura tiene mucho de biográfica y quizá esa sea la única manera de ser un verdadero artista y pensador. No sé si han visto esa película de Bansky, Salida por la tienda de regalos: el imitador de artista conocía los trucos para tener éxito, pero no tenía nada que contar, conocía la receta, pero era incapaz de darle sabor. Ante el fenómeno del éxito de ventas, Umbral diría: “me parece muy bien que se vendan muchos ejemplares, siempre y cuando sean míos”. Una broma. Pero él amaba el oficio de escritor y también la vida de escritor, y sin este amor no se pueden comprender las obras verdaderas.
La editorial Planeta acaba de comprar los derechos de la propiedad intelectual de toda su obra, así que prepárense, porque es muy probable que en otoño comiencen a reeditarse. No olvidemos que en agosto se cumplen cuatro años de su muerte. Aunque hay mucho que arrebatar a las sombras del polvo y del olvido (tan duro es competir con la aparente frescura de lo nuevo, las listas de venta, los autores suecos, japoneses, rusos, australianos…): tanto novela, como ensayo, como crónica social, como poesía… Quizá la casa quiera dar un golpe de efecto publicando su novela más íntima, la menos umbraliana, una novela de 1975, Mortal y rosa, con la que el autor consigue el reconocimiento definitivo de la crítica. En ella se lamenta por la muerte de su hijo pequeño. El protagonista —Umbral, siempre es Umbral— se levanta de la cama y se examina en el espejo del miedo a la fugacidad. Averigua el rastro de la pérdida de la juventud en todos sus rasgos, rastro mal camuflado en la aparente plenitud de la edad madura. Y se describe: maduro y cansado, joven aún, pero algo viejo. “¿Cómo he llegado a tener esta cara?” Es la muerte del hijo la que pesa, la que trastorna la propia imagen del poeta. “Pero el niño está ahí, dorado de sí mismo, vivo, mirado desde los rincones por todos los gastos de la muerte”.
Otra opción por la que puede que apueste la editorial es publicar su último libro, empezar por el final: una Carta a mi mujer póstuma (2008), con el olor y el sabor de los años vividos, con la luz del jardín de hace tiempo, el coche que fue de juventud aparcado en el garaje, el diálogo callado de quienes se hablan con apenas monosílabos porque ya se presienten… Una Carta de apenas ochenta páginas plenas de lirismo y despedida.
A nosotros lo que más nos gusta de Umbral, en cambio, es lo más umbraliano, lleno de humor ácido, de picardía, de innovación lingüística: la crónica social y el ensayo. Le recomendamos, si nos lo permite, Las palabras de la tribu. Dice en un artículo Eduardo Martínez Rico que “los ensayos literarios de Francisco Umbral son justamente eso: jugar y juzgar. Son ensayos literarios, obras tan literarias como cualquier otro libro del autor”… Y si no, tampoco sería poco acertado reeditar, en estos tiempos que corren, El socialista sentimental. Una novela sobre el desencanto político. Disfruten del verano.