Antonio de Ávila
por Julia Sáez-Angulo
Galería Gaudí. Madrid. Junio, 2011
Antonio de Ávila ha dado muestras suficientes de dominar los géneros pictóricos: figura, retrato, paisaje, bodegón… Por todos ellos ha sido galardonado en distintos foros, y ahora ha querido recrearse en un aspecto muy concreto de la Naturaleza: las flores, que expone en la galería Gaudí de Madrid. Floreros y flores han sido un género altamente recreado por los impresionistas y artistas de las vanguardias como Claude Monet, Raoul Dufy, Georges Rouault… Anteriormente la Escuela Española había dado maestros como Juan de Arellano o Bartolomé Pérez de la Dehesa. Cada generación da su vuelta de tuerca con su propio estilo y lenguaje.
(Tarde o temprano, el buen artista vuelve a la naturaleza, bebiendo de ella sus infinitas armonías, que le depuren del encierro mental en el estudio. La naturaleza es la única fuente del arte, repetía el romántico Friedrich. Juan Eduardo Cirlot, maestro de la crítica de arte, recuerda en su célebre Diccionario que la flor es “símbolo de la fugacidad de las cosas, la primavera y la belleza”.)
Antonio de Ávila ha hecho suyo el aserto clásico de que “Belleza y verdad son la misma cosa”. Con una pasión, casi frenesí, ha representado en sus lienzos: rosales, orquídeas, rosas… precisamente porque son el gran pretexto para la gradación cromática de la paleta del pintor, del propio dibujo y la pincelada intérprete. Flores, en su caso, que emergen en su mayoría de espléndidos fondos blancos.
A estas alturas del Arte, quizás convenga recordar que la belleza no es un elemento decorativo, sino constitutivo del ser y de su revelación creadora. La pintura de Antonio de Ávila ha querido rendir pleitesía a lo más hermoso de la Naturaleza y a una rica tradición en la Historia del Arte. “La tierra es insultada y ofrece las flores como respuesta”, escribió Rabindranath Tagore, poeta y pintor. Antonio de Ávila es uno de los artistas españoles más premiados en los concursos de pintura seca y al aire libre.