Miquel Mont:“No puedes perder lo que nunca has tenido”
por Mariano de Blas
Galería Distrito 4. Madrid. Del 17 de Marzo al 5 de Mayo de 2011. http://www.distrito4.com/index.asp?language=ES
Esta exposición tiene dos partes. La primera lo constituyen los trabajos en la línea tradicional de Miguel Mont (Barcelona, 1963), que él señala como “en eco y diálogo como los Lapsus y Cooperaciones”. La segunda, una serie de collages titulados “ideológicos”, compuestos con unos textos mayoritariamente en castellano. El artista explica que los lleva haciendo desde hace más de una década, siguiendo el mismo proceso protocolario: sobre una superficie pintada, añade un collage de la prensa y un texto predominante, dominando la imagen total.
Los textos son del tipo “No puedes perder lo que nunca has tenido” o “Los signos no poseen por ellos mismo ninguna moral”, una serie de aforismos, es decir, una propuesta breve y doctrinal que, junto con las imágenes, producen una dialéctica semántica que a su vez se pretende relacionar con las piezas tradicionales del artista, de las series citadas.
Sencillamente no se entiende el resultado. En el caso de los collages, el contenido ineludible que aportan los textos, bien se queda en una, más o menos sugerente, propuesta poética o ideológica, bien impostan y anulan lo que se pretende con una imagen artística, a saber, que no sea un mero cartel ilustrativo de un texto. Este discurso plástico y artístico vinculado a un texto relevante, está ya maravillosamente y eficientemente desarrollado por Barbara Kruger y que, comparado con un artista de la talla de Mont, queda éste reducido al nivel de un trabajo amateur más propio de la clase de arte de bachillerato: grandilocuencia, efectividad, desconocimiento del estado de la cuestión, inmadurez, etc.
Ahora bien, en las otras piezas de la serie Lapsus y Cooperaciones vuelve a resplandecer el magnífico y sobresaliente artista que es Mont.
El crítico americano Clement Greenberg articuló el concepto del “medio específico” para referirse a las cualidades inherentes de cada medio artístico. En el caso de la pintura, el aspecto específico sería “lo plano”. Planitud tanto en la materia, como en la representación, en cuanto que la ilusión de la tridimensionalidad era un aditivo al carácter determinado bidimensional de la pintura. Posteriormente, acuñó el concepto de “abstracción postpictórica”, o como él prefería enunciar, “abstracción pictórica” (‘Painterly Abstraction’). En este punto, en donde el expresionista golpe de pincel desaparece para ser sustituido por la pintura plana en su factura, manteniendo esa planitud exenta de materia en donde Mont aparece. Este artista ha asumido todos los conceptos artísticos posteriores del minimalismo, del conceptualismo, incluso envuelve el argumento de Greenberg, que supuestamente superaba el criterio que aludía a que lo plano del soporte era un impedimento para la pintura. Ahora el color se expande en más dimensiones, hasta convertirse en un objeto pictórico (para distinguirle de lo escultórico, en sentido conceptual).
Mont explica que relaciona una forma específica que actúa como un soporte pictórico en diversos materiales tomados de la industria, citando explícitamente: “madera, metacrilato, pvc expandido, polycarbonato, pladur”, con una superficie pintada directamente sobre la pared. Mont así plantea una rica relación de significados expansivos de la pintura y del objeto pictórico, incluso de concepto mismo de cosa. Un trabajo que no puede ser transportado sino recreado sobre otra pared. Una relación de espacios, el del soporte pictórico como cosa y el soporte pictórico en la pared. Sería en otros términos la suma indisoluble de un cuadro y un mural que se necesitan, como siameses, para sobrevivir y nunca ser separados.
Esta convivencia entre mural (pintura apegada a la pared) y objeto pictórico, no sufre como el siamés que tiene que compartir cuerpo con otro. Mont lo que crea es un trabajo especial que construye un significado diferente con la suma de los dos conceptos pictóricos, y que van más allá de su ámbito propio, abarcando un fructífero y sugerente repertorio conceptual. Estos trabajos están en la línea argumental, no reiterativa sino enriquecedora, de otras series del artista, como Pieles, Flicker, Poros, Realismo de Mercado, incluso Cooperaciones, avanzando ya en una experiencia urbana.
Si se pretende buscar un discurso añadido ideológico, estos trabajos de Mont podrán aludir a la estética consumista, pero que él deconstruye hábilmente, convirtiendo la superficialidad de las superficies brillantes en discurso visual profundo y conmovedor por, incluso, su elegante belleza. Aquí, está asimilando lo mejor del minimalismo. Un trabajo que sin embargo no parece frío y distante, de ahí que le pueda de calificar de conmovedor.
En 2007 Mariano Navarro analizaba positivamente el trabajo de Mont, y lo hacía ser una consecuencia de una más de las crisis de la pintura como lenguaje contemporáneo. Navarro sentenciaba, “Crisis, que no agotamiento o deceso”, ya que propiciaban creativas soluciones que ampliaban los conceptos de lo pictórico. Es decir, en donde unos encontraban un problema, otros apreciaban una oportunidad. En el caso de Mont sería su expansión al espacio, acercándose al discurso de la arquitectura, incluso al de la escultura, y aquí sí que estaría a la misma altura de la excelencia en la forma y en el concepto con un artista, proveniente de lo escultórico, de la categoría de Pello Irazu. Aquí coincidirían en el uso antiheroico, nada expresionista, de lo pulcro, de lo simple y llano (en el sentido literal de la textura). Un discurso en donde lo estético no es ni una entelequia, ni una narración literaria gratuita y extemporánea. Desafortunadamente, esto es precisamente lo que se le puede achacar a los collages.
Navarro ha relacionado, con razón a Miquel Mont con Blinky Palermo, Richard Tuttle, Robert Ryman e Imi Knoebel, en los que predominaría el soporte, la “materialidad física” (Navarro) y el color como masa que dibuja (diseña) la forma. Así tendría sentido la expresión de Tristan Trémeau, en un catálogo de Mont, calificando su trabajo de “objeto teórico”. Alabanza referida a la capacidad de generar un discurso de esta “pintura-objetual”.
Finalmente es relevante señalar que Mont vive en París desde hace más de 15 años. Quizás por ello ha recogido en su obra la influencia del movimiento francés Supports-Surfaces afincado en París y Niza, y al grupo BMPT de las siglas Daniel Buren, Olivier Mosset, Michel Parmentier y Niele Toroni. Estos grupos se interrogaron acerca de las relaciones y del potencial social y político de la pintura como conocimiento y pedagogía. Cuestionaban la pintura como un fetiche y su consumo y valor de cambio, buscando un rigor en el uso del material de la obra y considerando sus efectos en cuanto en la incidencia del ambiente que se genera en el espacio que alberga la obra.
En estas referencias a otros artistas, el trabajo de Mont se mantiene a su altura, y es capaz de evolucionar el concepto y la forma con posibilidades interesantes. Como quiera, sus collages quedan reducidos a una fácil manera de parecer profundo porque su discurso plástico y visual es muy simple, por muy interesantes que sean los textos expuestos. Todo lo contrario con el resto de su trabajo que produce la honda conmoción de lo que ilustra la mente y el conocimiento, mediante unas imágenes extraordinarias.