VV.AA.:El juego del otro
por Mercedes Martín
Errata Naturae, Madrid 2010, pp. 224
Casi no encuentro este libro. Quiero decir que esperaba una cosa así desde hace tiempo. Una conversación entre dos autores, un diario y una ficción de diario, un guión y una vida, el guión de una vida y la vida de un guión. Casi nada.
Creo que no nos une ninguna impostura sino un bar. Se llamaba El aviador y era un bar de Barcelona. Un local decorado con hélices y escudos, gorras de la RAF, restos de aeropuertos y catástrofes aéreas. Nos llevó allí Sergi Pàmies, y siempre he pensado que él sabía perfectamente que nos llevaba a un escenario que parecía un fragmento de una de tus novelas…
El hilo argumental de estos relatos es el impostor, el que suplanta, el que hace que hace, pero que en realidad ha copiado. Es más sutil que esto; no se trata del plagio a la antigua, sino ese que ahora está de moda, que se acepta como algo natural y hasta se echa de menos si una suele leer literatura contemporánea. Una puede hacer un plagio y, si lo hace con gracia, se lo aplauden, el caso es que uno no deja de ser artista por hacer un plagio, ahí lo tienen: Borges se plagiaba a sí mismo, plagiaba incluso libros que no existían.
Una de las protagonistas, una artista famosa, Sophie Calle, se presta a seguir el guión de vida que escribe para ella nada menos que Paul Auster, no es que se preste, sino que quiere que se lo escriba, pero es que él, a su vez, se había tomado la libertad de inspirarse en ella para crear un personaje… Todos: Auster, María y la propia Sophie, coinciden de algún modo entre la realidad y la ficción. Sophie documenta cada cosa que hace según el guión, por medio de fotografías y notas, Auster aparece sólo al principio, dando las instrucciones, María es el personaje de Auster, inspirado en Sophie y que, de algún modo, los precede a los dos. ¿Por qué los precede? Quizá porque uno es lo que hace, uno se va haciendo en lo que hace y, de ese modo, María ha dado lugar a la historia posterior entre Auster y Sophie, Sophie y Auster.
Pero antes están dos escritores de verdad (¿pero qué es un escritor de verdad?), Enrique Vila-Matas y Jean Echenoz, que conversan plagiándose el uno al otro los recuerdos, lugares y momentos ¿compartidos? que ya sólo existen en la memoria y que, por tanto, dejan la vía libre para inventarlos de algún modo. Remembrarlos es traerlos a la vida, pero ya son otros. En medio, hay otra historia, que al parecer es real porque se trata de un diario (¿pero cuentan historias reales los diarios?), un diario del pintor Paul Klee, que escribe durante un viaje que no tiene la menor importancia, ¿o sí? Para colmo hay un segundo diario que se declara ficticio pero que tiene el atrevimiento de inducirnos a sospecha: si no sobre su veracidad, sí sobre su certeza (¡qué es la ficción, al fin y al cabo, sino una elaboración de lo que uno ve, siente, recuerda e imagina! La ficción es conocimiento que se declara ficticio, pero conocimiento): El autor se atreve a escribir un diario que quizá haya existido, pero que nunca fue publicado, el diario de otro pintor que viajó junto a Paul Klee y que relata, desde su perspectiva ¿los mismos hechos?
En fin, si a usted le gusta pensar que uno puede no sólo inventar sino inventarse, no sólo crear, sino crearse y, dándole vueltas a una frase de otro, hacerla propia… Si usted piensa que una no puede leer dos veces el mismo libro, ni siquiera visitar dos veces la misma ciudad o traer a la memoria el mismo recuerdo… Es usted de los nuestros y puede disfrutar de esta estupenda impostura de ficción y de vida.