Daniel Silvo: “Nostalgias Ajenas”
por Mariano de Blas
Galería Marta Cervera. C/General Castaños, 5. Madrid Del 11 de enero al 12 de febrero de 2011 http://www.galeriamartacervera.com/
Daniel Silvo (Cádiz 1982) plantea un “Atlas” que no recrea la biografía fotográfica de su vida, a la manera de Richter, sino las “nostalgias” de los Paraísos Perdidos de las utopías fallidas del siglo XX. Silvo recoge la definición de la nostalgia, en cuanto que es “una canalización de la memoria”. Una memoria no sólo deformada por la idealización (“fetichización”), sino por la estética, lo que podría ser la alternativa del artista.
Se ha dicho que los intentos de crear un paraíso (utopía) en la tierra, siempre han producido infiernos. Nada parece más cierto que en los proyectos de “paraísos” socialistas como alternativa al Capitalismo, en que se convirtió a su vez, del proyecto del Liberalismo Revolucionario burgués. Lo más terrible, es que el comunismo estalinista fue apoyado, a veces con grandes sacrificios y esfuerzos, por personas bien intencionadas y altruistas. Y para decirlo todo, las contrarrevoluciones de derechas han conducido a los no menos infiernos de los fascismos, a su manera, también utopías, cuya máxima expresión fue el Régimen Nazi con las mayores cotas de racismo y represión. De tal manera que Hitler, Stalin y Pol Pot, entre otros, aparecen hermanados en el horror de un “Corazón de las Tinieblas”.
En este “purgatorio” del Capitalismo de la Sociedad de Consumo y de las democracias formales, se desenvuelven artistas que no buscan un panfleto ideológico, sino que planean afortunadamente, los síntomas de un pensamiento crítico que todavía subsiste a pesar de los denodados esfuerzos por atontar al personal mediante dosis masivas de pan y circo, vía posología ingente de fútbol y ‘reality shows’, incluyendo las “gracietas” y cascarrillos de los diferentes voceros de los partidos políticos: estruendo de patio de Monipodio. De entre esos artistas, están Daniel Silvo o Santiago Sierra, del que conocemos menos de sus razones a renunciar al Premio Nacional de las Artes, que las opiniones de unas personas como por ejemplo Belén Esteban o el entrenador de fútbol de turno, gracias a la “estupenda” información de los medios de masas audiovisuales. Peculiar forma de entender la información libre.
Las últimas exposiciones de Silvo ya han demostrado que es una persona que sirve para mucho más que para “ganar dinero y hacerse rico”, como así atestiguan los títulos de sus últimas exposiciones, “Cien formas de doblar tu dinero” (Galería Michel Mejuto), junto con “Y Dios creó la política” (Espacio Abisal), ambos en Bilbao. Después de viajar a México, Cuba, y a países del este de Europa, como el Berlín de la extinta Alemania Democrática, Silvo ha elaborado una suerte de museo imaginario de la memoria del Socialismo Real, con los fetiches reconvertidos de las diversas utopías socialistas incumplidas o frustradas, ahora ya meras referencias ruinosas de un pasado aplastado bajo la ideología hegemónica del Presente, que parece monopolizar cualquier otra alternativa, lo que Silvo califica de “fracaso de nuestra modernidad”.
En estas ruinas de las utopías, la alternativa al consumismo de bienes con obsolescencia planificada parece difusa y desmembrada. Quedan entonces los fetiches de los objetos de culto de un pasado de un mundo real alternativo al capitalismo, en que la praxis de su ideología sólo permanece en la modesta arqueología de unas las formas, de las que sólo subsiste una estética, ya que están ya desprovistas de contenido. La exposición de Silvo en Carmen Cervera es un experimento para una hermenéutica de los símbolos del comunismo, de nuevo, ahora sólo bajo una reflexión tan sólo estética.
En esta estética formal, se muestra la nostalgia de los que sí vivieron en el pasado un comunismo que se mostraba bajo esos símbolos. La nostalgia de unas personas, unas honradas y honestas, y otras aprovechados privilegiados, incluso verdugos y corruptos inmorales, en donde no todo ni era negativo, ni peor que en el Occidente Capitalista.
Silvo hace una deconstrucción de estas imágenes y símbolos. Transforma la óptica que observa su contenido en tres campos de estudio: con Cuba, como una ruina agonizante; con Alemania del Este (RDA), como un pasado cuyos restos desaparecen engullidos por el Capitalismo. La tercera opción con que trabaja, sería la utopía mesiánica del Eterno Retorno de los mejicanos Zapata y Villa, ambos referencias impolutas frente a la catástrofe del presente mejicano. Es la estética de la belleza joven y eterna del recuerdo del héroe muerto, y que siempre así permanecerá, sin el implacable juicio del desarrollo de una vida vivida, con su inexorable vejez y su carga de pecados y errores.
Los objetivos de Silvo son los de un “arte total”, que él relaciona con el proyecto de Estado total estaliniano, imitado después por otros dictadores comunistas, pero que también pretendieron los “superhombres” fascistas. Silvo, se mantiene dentro de las coordenadas de la geografía de la intervención de un artista, la estética, pero que relaciona con la ideología política, solo en cuanto que premisas y propuestas estéticas.
En la primera sala muestra las fotografías de los mitificados revolucionarios mejicanos que dejaron su reino de los cielos sin construir en esa tierra. Son los santificados profetas, atemporales, de un paraíso todavía por venir, sin importar la distancia cada vez mayor entre su tiempo terminado y el que inexorablemente deviene cambiando, entre su pasado y nuestro presente.
Sigue la exposición, con la Cuba revolucionaria, en el tiempo del cordón umbilical de la entonces viva Unión Soviética, y en su casi solitario presente (le quedan Venezuela y Bolivia). El artista se vale de fotos de escenas callejeras cubanas. Algunas “esperando siempre” a un autobús, a una revolución (con las monedas “Libertad o Muerte”), a una utopía. Estupendos dibujos de descontextualizados croquis del coche Lada que enlazan con el vídeo, ambos como “Lecciones de Mecánica Política”. Finalmente, concluye con la RDA de los restos aún diseminados por la Alemania Unificada, el cristal del Glásnost o las acuarelas de viviendas populares.
Daniel Silvo plantea la visión de un joven que no ha conocido ese telón de acero que dividía el mundo en dos ideologías realizadas en realidades estatales. El artista conoce, en sus viajes, los restos de uno de esos mundos ideológicos, el ausente, el perdedor de la contienda,…. y se fascina por los coches Lada, con sus connotaciones de austeridad y durabilidad. Reconstruye sus esquemas técnicos, las fotografías en sus ambientes, bajo la mirada de nuestro mundo consumista ajeno al otro de carencias espartanas y sin la ley del mercado. Es por tanto, una versión de la historia como sólo la podría hacer un artista, mostrar cómo percibimos ese pasado desde nuestra idea del presente. Podría haber hecho lo mismo con los coches de los años cincuenta, innumerablemente reparados en Cuba, reliquias de la prerrevolución, pero que allí siguen siendo necesarios y por tanto útiles. La diferencia estriba en que al incluir la idea de Cuba en el conjunto de su exposición, el tema radica en la nostalgia concreta de otra realidad ausente, pero ajena a él, que no ha conocido por razones de edad.
Nuestro presente también presenta la dicotomía de dos ideologías, pero la fundamentalista musulmana, con su hegemonía de la religión sobre todos los órdenes de la realidad social, y no sólo privada, y además impuesta a todos, se basa en un volver a las esencias del pasado. También están los fundamentalismos cristianos, judíos, hasta los hindúes, sólo que éstos no controlan a ningún estado en su totalidad, como tampoco no todos los estados musulmanes son fundamentalistas radicales. Todos estos fundamentalismos religiosos pretenden un retorno al pasado mítico de la pureza (religiosa), al contrario, el Socialismo Real pretendía crear un mundo nuevo, mirando al futuro.
Karl Marx señaló que para superar la mistificación de la realidad sólo quedaba el recurso de la representación. Lo que hace aquí Silo es romper el significado mistificador de esas imágenes que pasan a ser significantes ideológicos a significados estéticos. Lo interesante es que este discurso estético al final vuelve a ser un discurso ideológico, sólo que con diferente contenido del inicial. Así el artista puede superar la contradicción que supone intentar cambiar el sistema mediante el arte, pero que sólo es relevante cuando forma parte de ese sistema que intenta cambiar. De tal manera que al aproximarse a la realidad mediante un discurso estético, al final también se está refiriendo a la ideología de la realidad presente, y al hacerla más consciente cabe la posibilidad de un descrédito del “pensamiento único” y de cambio alternativo. El resultado es un trabajo que reflexiona, sin caer en el panfleto de la fácil denuncia de lo obvio, con el estrambote de lo estrafalario, pero tampoco sin competir con un discurso expositivo teórico político, que al arte no le corresponde.
Esta es una exposición para gente joven que no conoció un pasado que tuvo sus muchas miserias, pero muchas propuestas alternativas interesantes. También para los mayores que sí lo vivieron y tomaron una postura. En la exposición se tendrá una experiencia estética, después puede dar al cabo de un pensamiento reflexivo, por el que, quizás, nuestros errores sean cada vez un poco menos terribles.