La máquina de sangre de Susana Guerrero
por Yulia Emelianova
(Museo de la Universidad de Alicante )
En el Museo de la Universidad de Alicante acaba de finalizar la exposición La máquina de sangre de la artista ilicitana Susana Guerrero. Esta muestra es un diálogo abierto sobre la reinterpretación y resignificación de personajes arquetípicos, símbolos de la fuerza femenina, la preservación de las tradiciones y el arte de la alquimia. Cómo se conjuga todo esto en una espaciosa sala de exposiciones del museo, lo contaron de forma dialogada la propia artista y la comisaria Remedios Navarro. Y, dado que el diálogo abierto no estaba presente solo en forma artística, cualquier espectador podía enriquecer la narración con sus ideas o plantear una pregunta.Para comprender a fondo el tema de la exposición, primero debemos detenernos en su título: las palabras, para Susana, tienen en su arte un peso y una fuerza no menores que el resto de los elementos. La artista nos invita a acudir al diccionario de María Moliner, que trabaja con un lenguaje más vivo y ofrece interpretaciones más poéticas que la RAE. Allí, encontramos en la sexta acepción de la palabra máquina: «Cualquier conjunto de cosas organizadas como partes de un todo». Esta definición está en la base conceptual de la exposición y nos conduce a la primera parte de la muestra, que podría llamarse el taller del alquimista. Como los antiguos alquimistas, la artista experimenta: combina objetos para que adquieran nuevas propiedades y generen nuevos significados. Las instalaciones de Susana son conjuntos de distintos elementos que, unidos, crean nuevos sentidos y se convierten en fuentes de energía e inspiración.
Por ejemplo, un cuenco (que en su significado arquetípico remite tanto a la fertilidad y lo femenino como a un «crisol» donde los objetos se transforman), en cuyo interior reposan unas lenguas rojas simbolizando la mirra, un rayo dorado y una pata de cerámica negra con afiladas garras. Junto al cuenco, una cabeza coronada de exvotos de figuras humanas – pensamientos derretidos -, un cuerno de la abundancia hecho de palmera, una cabeza negra y brillante sobre un lecho de conchas afiladas, un vaso con la imagen de un intestino y la cabeza de un jaguar dorado con la boca ferozmente abierta. Todo ello, junto, forma parte de un mismo todo: la máquina y, posiblemente, el autorretrato de la artista. Pensamientos que entran en la cabeza, se digieren en el estómago, circulan por el cuerpo con la sangre, se debaten en una lucha feroz «a favor» y «en contra» hasta que, finalmente, nacen la idea y la inspiración.
Este rincón alquímico dentro del espacio expositivo es, al mismo tiempo, el taller de la artista, donde en vitrinas-mesas están dispuestos materiales, libros y herramientas para futuras máquinas, y en las paredes, en un caos estético y creativo, cuelgan bocetos, mapas conceptuales y referencias a las fuentes originales. También es una parte de la exposición que, además de estar estéticamente compuesta, invita a una observación prolongada. En este taller, el espectador experimenta una inmersión y la posibilidad de convertirse en cómplice del proceso.
Al avanzar por la sala, encontramos otras obras artísticas. Susana ha creado una serpiente que se muerde la cola: símbolo de la alquimia, el animal que se envenena y renace en un proceso interminable. Así, la artista aborda la idea de la ciclicidad: la máquina de sangre funciona sin cesar mientras todos sus elementos sigan intactos. Hilos rojos y azules entrelazados como una red de pesca (una alusión al sistema circulatorio), hojas de agave sometidas a la voluntad de la artista, secas, tan duras como la madera y afiladas como garras de pantera. La propia artista reveló que, para tejer la red, recibió ayuda de las mujeres de su familia: su madre y sus dos tías. De esta manera, Susana contribuye a preservar la tradición de las conversaciones femeninas durante el trabajo manual, donde se genera una atmósfera especial en la que se comparten temas importantes y personales. Es un proceso de fortalecimiento dentro del grupo.Le pregunté a Susana ¿qué es exactamente lo que se comenta en esos momentos de lo que se puede decir públicamente?
“Cuando trabajo con el matriarcado de mi familia, hablamos mientras construimos con las manos, reímos mucho, compartimos saberes y herencias y ese trabajo compartido nos lleva a otro lugar, a otro tiempo. Ese espacio compartido con ellas es una de las cosas más valiosas de mi vida”.
Susana trabaja con materiales encontrados y elementos naturales del lugar. Otro aspecto interesante de la exposición es que, si el espectador lo desea, puede tocar las obras. Por eso le pregunto a Susana: Muchos artistas crean objetos frágiles que, por razones evidentes, deben mantenerse a distancia táctil del público. En tu caso, muchas de tus obras pueden tocarse, e incluso deben tocarse para una inmersión plena en su contexto. ¿Cuán importante es para ti la ausencia de esta barrera? ¿Era esta una intención desde el inicio o surgía en algún punto de tu trayectoria?
“A mí siempre me ha interesado mucho tocar los materiales, tengo la sensación de que te transmiten aquello que llevan en su interior, no solo en la superficie, es por eso que me gusta trabajar con las manos desnudas. Siempre que no se dañen las piezas me parece bueno que el público pueda tocarlas”.
Otro objeto para reinterpretar y resignificar es la criatura marina de tres cabezas y dos colas de la leyenda local de La Mare dels Peixos (La Madre de los Peces). En ella, la muerte de esta larga serpiente de mar, a su propia petición, trajo abundancia a la familia del pescador que la capturó: su esposa, que no podía concebir, dio a luz gemelos tras comer la cabeza de la serpiente; lo mismo sucedió con la perra y la yegua de la familia a las que el pacto de la serpiente destinó las dos cabezas restantes. Las dos colas cortadas de la criatura se convirtieron en espadas mágicas para los hijos del pescador, mientras que el cuerpo de la criatura fue devuelto al mar, donde, según algunas versiones, se transformó en una hermosa mujer. La imagen de esta criatura, símbolo de una maravillosa metamorfosis, se ha transformado en manos de Susana en una máquina de sangre – en la exposición hay una serpiente hecha de redes donadas por la familia de los Tambores de Santa Pola, con cabezas y colas de cerámica como elementos escultóricos de la instalación. Y hay una versión anterior de la criatura, hecha con cerámica esmaltada y xilografías estampadas sobre cuero de las fábricas de calzado de Elche.La tercera parte importante de esta reinterpretación alquímica es la Medusa Ouroboros, como personaje peligroso y poderoso, que protege a quien tiene su cabeza en las manos, pero quita la vida a quien la mira. Para la artista es un símbolo de la naturaleza, que es libre de crear y arrebatar. La imagen de la Gorgona Medusa guarda ciertas similitudes con la de Santa Catalina de Alejandría. Ambas fueron decapitadas y ambas estaban embarazadas. Del cuerpo decapitado de Medusa Gorgona surgieron de un chorro de sangre sus hijos de Poseidón, el gigante Crisaor y el caballo alado Pegaso. Santa Catalina de Alejandría perdió la cabeza por su deseo de preservar su fe. Y, según la leyenda, no fue sangre lo que manó de su cuerpo decapitado, sino leche. Y la leche indica que Catalina también estaba embarazada. Y entonces su cuerpo fue llevado por ángeles a la montaña sagrada donde se construyó un monasterio. La escultura de Susana, el cuerpo de Santa Catalina de Alejandría, es a la vez un personaje y un símbolo de fe. Las hojas de agave han adoptado obedientemente y con seguridad la forma de las costillas. Esta es la zona que cubre el gesto religioso cuando nos persignamos. Y de las costillas fluye una roja sangre. Al alejarse de la instalación, también se puede ver en ella el contorno del monasterio, el mismo, según la leyenda, bajo el que descansa el cuerpo de Santa Catalina. Cerca, porque seguimos en el espacio alquímico, hay una cruz, la palabra Fe, una teta de cerámica con un pezón dorado y un estómago dorado como símbolo de la digestión: asimilación de la información y transformación. Entre el cuerpo de Santa Catalina de Alejandría y la serpiente decapitada cuelga el autorretrato de la artista, una representación metafórica del momento de la transformación: la mujer lleva la cabeza en las manos, con sólo la oscura silueta de una cabeza sobre el cuello.
La visita culmina con la pieza cerámica Ostentatio Mammarum, un objeto mágico profundamente mitológico: unas mamas doradas femeninas, en cuya parte posterior descubrimos que están llenas de tierra. Una vez más, la ciclicidad, abierta a múltiples interpretaciones, como todo lo creado por la naturaleza: la mama, por un lado, nutre y da fuerza al niño, pero también este proceso agota a la madre, recordándonos el sacrificio materno. Y este es, a su vez, un ciclo infinito dentro de otro ciclo infinito. Todos estos ciclos seguirán repitiéndose mientras los elementos reunidos sigan dando vida a la máquina de sangre.