Discos
por Xavier Valiño
DEWOLFF: Muscle Shoals (Mascot)
Cuando un músico viaja hasta la localidad de Muscle Shoals, va en busca de un sonido, de una atmósfera, de una ambientación entre el rock sureño y el soul. Y, también, busca cumplir un sueño, grabar donde tantas luminarias del rock y el soul han dejado su huella. Lo hicieron, no hace mucho todavía, los canarios Red Beard, los primeros españoles en grabar allí.El décimo álbum de los holandeses DeWolff ha sido grabado en los dos estudios legendarios del lugar: FAME, donde crearon parte de sus piezas inmortales Aretha Franklin, Wilson Pickett o Etta James, y Muscle Shoals Sound, donde registraron álbumes The Rolling Stones, Lynyrd Skynyrd, Bob Dylan o, más recientemente, The Black Keys. Sin duda, este periplo por el sur de los Estados Unidos debe haber sido la culminación de un anhelo largamente acariciado para nuestros europeos más sureños, los hermanos Pablo y Luka van de Poel y el intérprete de Hammond Robin Piso, quien también toca aquí profusamente el Wurlitzer.
Las canciones hay que llevarlas de antemano, no surgen allí. DeWolff ya había demostrado en su anterior trabajo un latido soul en el que aquí profundizan, pero sin dejar de lado su rock setentero sucio. El órgano lubrica y la guitarra cruje en su nuevo disco, sin que el trío se haya dejado intimidar por el peso del lugar. Al contrario, no dejan de mostrar su valentía poniendo a varias de las canciones títulos que podrían hacer pensar que se trata de un disco de versiones de clásicos (“Let’s Stay Together”, “Natural Woman”, “Ophelia”, “In Love”, “Ships in the Night”…)
En “Out on the Town” se podría asegurar que Dickey Betts de The Allman Brothers toca con ellos. “Natural Woman” podría haber contado con la ayuda de Stevie Wonder”. En “Truce” parece ser Chris Robinson (The Black Crowes) quien esté cantando. “Book of Life” resulta un boogie ganador. “Hard to Make a Buck” tiene un ritmo claramente Motown. “Ships in the Night” se acerca al soul más sedoso de los 70. Y en “Snowbird”, durante sus ocho minutos, exploran todos los recovecos conocidos en el espectro DeWolff.
VARIOS: Transa (Red Hot Org)
He aquí el proyecto más ambicioso de la organización Red Hot, conocida por sus discos benéficos a favor de causas que no suelen contar con los mismos apoyos que otras. En esta ocasión se trata de dar visibilidad a la comunidad transexual, en un disco con casi cuatro horas de música, en 46 piezas de más de 100 artistas. Hay músicos noveles, otros olvidados y algunos más reputados, como Anohni, Fleet Foxes, Clairo, Kara Jackson o Jeff Tweedy (Wilco), más colaboraciones sorprendentes, como la de la superestrella no binaria Sam Smith con la poetisa octogenaria Beverly Glenn-Copeland.Llama la atención la atmósfera meditativa de muchas de las canciones. También es destacable el sonido acústico y que los ritmos electrónicos sean una minoría. Por ejemplo, artistas conocidos por su estilo electrónico, como el rapero Yaya Bey (aquí como cantante) o el DJ coreano Yaeji, quien aporta una canción de amor atmosférica e inquietante, mientras que la artista pop Calore se presenta frágil e íntima.
Al concepto ‘trans’ también se le ha dado una interpretación musical. La experimentación resulta ser la fuerza impulsora, buscando una forma de liberación, tanto de las normas de género como de las reglas musicales. Se trata, pues, de un trabajo reposado, sin notas estridentes ni gritos feroces, con canciones que se permiten un tiempo para crecer (26 minutos cuenta la de André 3000, ex-Outkast) y que cuentan con una instrumentación mínima, acercándose a la vanguardia neoyorquina del siglo pasado.
Entre piezas destacables de Cassandra Jenkis, Julien Baker, Allison Russell, Sharon van Etten, L’Rain, Pharoah Sanders o Anohni junto a Moses Sumney, la guinda del pastel la pone el regreso de la cantante Sade (aquí en solitario, como Sade Adu), quien contribuye al proyecto con una canción para su hijo trans Izaak. “Young Lion” conmueve por su mensaje, en el que ella se disculpa sin rodeos por no haber mostrado suficiente comprensión durante su transición, y su ambiente austero y misterioso, como si el peso de su confesión impregnara aún más su penetrante voz.
ANGEL OLSEN: Cosmic Waves, Volume 1 (Somethingcosmic/Jagjaguwar-Popstock!)
Angel Olsen es, tal vez, la artista con más éxito y renombre de los que forman parte del catálogo de su sello, Jagjaguwar. Por eso, además de editarle seis discos de lo que podríamos llamar country alternativo, le han dado la libertad necesaria para fundar su propio sello, somethingscosmic, y que ellos distribuyen, en el que puede editar lo que le venga en gana cuando le apetezca. De ahí nace este segundo lanzamiento, un disco atípico que es un recopilatorio, un disco de versiones y, según ella, también un diálogo. Por un parte aparecen cinco artistas que ha firmado, casi debutantes, y que le han impactado especialmente en los últimos tiempos. Ahí aparecen el rock glamouroso y poderoso de Poppy Jean Crawford, la electrónica nuevaolera de Coffin Prick, la voz melodiosa e hipnótica de Sarah Grace White, el minimalismo de Maxim Ludwig y el hermoso folk de Camp Saint Helene.
Por otra parte, Olsen hace, en la segunda parte, un tema de cada uno de ellos. Escucharla reinventar sus canciones nos recuerda la calidez y la inventiva habitual a la hora de interpretar de Olsen, como pone en evidencia su versión de “Swimming” de Coffin Prick, a lo Petula Clark. No obstante, lo más logrado aquí es su emocionante interpretación de “Born Too Blue” de Maxim Ludwig, mejorando lo que esta aporta en la primera parte del disco. Valiente y atípico artefacto, Cosmic Waves, Volume 1 sirve tanto para descubrir a nuevos artistas como para abrir caminos distintos a su máxima responsable. Misión cumplida, por lo tanto.
THE NATIONAL: Rome (4AD-Popstock!)
Nos hemos acostumbrado a tener a The National en los carteles de los festivales y por eso a veces los pasamos por alto. Quien los ha visto con anterioridad, sabe que siempre son un lugar seguro al que acudir, un refugio cuando todo lo demás alrededor no merece la pena o lo que podría tener su interés no está resultando como se esperaba. Decimos en festivales porque desde hace unos años -y es una pena- ya no es posible ver a The National en una sala de conciertos al uso.Sabemos también que son músicos infalibles. Lo son como individualidades cotizadas, ya que su cantante Matt Berninger es reclamado una y otra vez para colaboraciones vocales, además de haber editado un disco en solitario, mientras que los hermanos Dessner (Aaron y Bryce) graban discos con otros proyectos y producen a otros artistas, especialmente el primero, quien ha trabajado con Taylor Swift, Brian Eno, Michael Stipe, Sharon Van Etten o Girl in Red, por citar algunos.
Pero, sobre todo, los cinco funcionan siempre en The National como una máquina engrasada. Por eso la gira de este 2024 podría haber pasado por una más de la banda. Sin embargo, tal y como demostraron en el Festival Primavera Sound, sus conciertos devinieron en un recital antológico por el poderío de su sonido, la entrega y un repertorio que resulta inmaculado en directo. Además, desprendían una garra y una rabia mayor que en ocasiones anteriores, dejando un tanto de lado los momentos reposados en los que domina el barítono de Berninger.
Eso es lo que documenta este álbum, grabado en Roma como podía haber sido registrado en cualquiera de sus otras paradas. Son 21 canciones que reivindican su legado, su presente y que recuerdan que nunca se debe dar por amortizada su presencia en un cartel. The National son la apuesta más segura hoy en día en directo, y Rome su evidencia sin paliativos.
THE SMILE: Cutouts (Self Help Tapes/XXL-Popstock!)
Solo han pasado ocho meses desde su anterior disco y en año y medio The Smile han despachado tres trabajos. Por si alguien estuvo en una burbuja durante este tiempo, The Smile está formado por dos de los componentes de Radiohead, Thom Yorke y Jonny Greenwood, y el baterista de la formación de jazz Sons of Kemet, Tom Skinner. En comparación con Radiohead, el sonido de The Smile resulta más calmado, comparable en ocasiones a una sesión de improvisación, con elementos de rock, jazz, electrónica y, en esta ocasión, también efluvios de Oriente Medio.Así como los álbumes de Radiohead Kid A (2000) y Amnesiac (2001) surgieron de las mimas sesiones, este Cutouts se grabó al mismo tiempo que su predecesor Wall of Eyes. Resulta inevitable preguntarse, pues, si el álbum está formado por retales o descartes que no tuvieron cabida entonces o si produjeron suficiente material para dos álbumes con la suficiente entidad, como fue el caso de la dupla de Radiohead entonces.
La respuesta está en algún punto intermedio. Las canciones con más ritmo mantienen el nivel. La vertiginosa y rápida forma de tocar la guitarra de Greenwood en “Zero Sum”, con ese staccato tamborileando sobre las cuerdas, vuelve a funcionar como lo hacía “Thin Thing” de su debut, apoyándose en este caso en un Yorke que canta sobre teorías de conspiración, sistemas de información y Windows 95. Mientras, los temas más lentos no siempre se mantienen por sí mismos: “Colors Fly” parece un boceto y “Foreign Spies” -con sus acordes tomados de “Horror Vacui”, una suite orquestal que Jonny Greenwood escribió hace cinco años- se acerca al anime japonés, pero parece perder algo en su ensoñación, como una nave espacial desviada de su rumbo dando vueltas por el espacio.
En cualquier caso, Cutouts consigue lo que también lograron los anteriores álbumes del grupo, bien sea con algo minimalista (“Don’t Get Me Started”), una balada de jazz cálida (“Tiptoe”) o una canción pop sencilla y llena de ritmo (“No Words”), configurando un interesante collage de sonidos sin ataduras, interpretados con su habitual sentido de la melodía y el detalle.