Discos
por Xavier Valiño
SIMPLE MINDS: Sparkle in the Rain (40th Anniversary!) (Montgrí-BMG)
Le tocaba, por su cuadragésimo aniversario. Hace dos años llegó la revisión de New Gold Dream (1982) puede que el disco de los escoceses que mejor unió su vertiente más artística y creativa con el fervor del público. Superado ese nivel, pocas más opciones había que llevarlo más allá. Como el grupo estaba ya empezando a tocar en grandes recintos y su salto a los estadios era cosa de semanas, el productor de su siguiente disco, Sparkle in the Rain (1984), tuvo claro que había que grabarlo con un sonido rotundo, como si se tratase de una película de Werner Herzog. Y la banda también compuso sus canciones con muchos más ganchos que pudieran escuchar y llegar al último espectador de la última grada de cualquier lugar, distanciándose de la sutileza que había caracterizado sus anteriores obras.
El disco no incluyó su mayor éxito, “Don’t You (Forget About Me)”, lanzado solo un año después, aunque les sirvió para ensanchar sus límites sonoros y ver hasta dónde podían llegar. “Speed Your Love to Me”, “Waterfront”, “Up on the Catwalk” o su versión de “Street Hassle” de Lou Reed suenan incluso más rotundas que ese single, más bombásticas.
Esta reedición del 40 aniversario se presenta con el disco original remasterizado en los estudios Abbey Road de Londres. El segundo compacto incluye caras B, rarezas, tomas en directo, remezclas e instrumentales. Un concierto grabado el 28 de febrero de 1984 en el Barrowland de Glasgow, la ciudad natal de la banda, ocupa todo el tercer disco y parte del cuarto, que se completa con una sesión para la emisora pública británica BBC del 1 de septiembre de 1983. Todo redondeado con un libreto de 36 páginas que pone en contexto la obra a través de un largo artículo y sendas entrevistas con los dos miembros que todavía mantienen la nave surcando los mares hoy en día, Jim Kerr y Charlie Burchill.
ELVIS COSTELLO: King of America & Other Realms (UMG)
Publicado en 1988, el décimo disco de Elvis Costello venía a representar una ruptura bastante clara con su pasado, con su tono un tanto acústico y, sobre todo, al acercarse a las raíces norteamericanas de la música (country, folk, blues, americana), con letras que hablaban de traiciones, alcoholismo y el sueño norteamericano visto desde el punto de vista de alguien no nacido en los Estados Unidos.
Ese álbum encuentra ahora una reedición remasterizada y ampliada que llega, en su edición deluxe, hasta los seis discos. Cuando se lanza una revisión así, normalmente se recogen canciones grabadas en esas sesiones o en esas misma época. Aquí también, pero Costello ha decidido ampliarlo a otras eras siempre que tuviese cierta relación con la temática del álbum, yendo más allá de las reediciones ampliadas de los años 90 que sí se acomodaban a ese patrón.
El primero no es más que el disco original remasterizado, mientras que el segundo contiene 17 maquetas, seis de ellas inéditas. El tercero ofrece un concierto de 17 canciones en el Royal Albert Hall de Londres de 1987. Lo más interesante llega en los otros tres discos, recopilados por el propio Costello, con grabaciones y colaboraciones de las últimas cuatro décadas, que incluyen tomas descartadas o grabaciones en vivo. Sin ir más lejos, se incluyen canciones del álbum firmado junto a Allen Toussaint, The River In Reverse (2006) y casi la mitad del disco National Ransom de Costello de 2010, más maquetas y tomas descartadas del mismo trabajo.
Como novedad, tres nuevas grabaciones de 2024: “Indoor Fireworks” en una versión llamada Memphis Magnetic, “That’s Not the Part of Him You’re Leaving” con Larkin Poe y un arreglo reciente de “Brilliant Mistake”. También se añade “That Day Is Done”, una canción coescrita por Costello y Paul McCartney para el álbum Flowers in the Dirt del segundo en 1989, interpretada con el grupo góspel The Fairfield Four, una rareza que sí había estado disponible anteriormente, pero que sirve, junto con el resto, a dar una versión mucho más completa del acercamiento a Norteamérica del músico de Liverpool.
LONE JUSTICE: Viva Lone Justice (AFAR)
Totalmente inesperado, un nuevo álbum de Lone Justice. Todo comenzó hace poco, después de que falleciera el baterista Don Heffington, cuando el bajista y productor Marvin Etzioni desenterró una caja de cintas de principios de los años 90 en las que aparecían él y Heffington grabando maquetas de dos pistas junto a Maria McKee, su ex compañera en Lone Justice, para su segundo álbum en solitario, You Gotta Sin to Get Saved. Lo compartió con ella pensando que le gustaría trabajarlo en solitario, pero McKee lo animó a buscar al guitarrista Ryan Hedgecock y convertirlo en un álbum de Lone Justice. Le añadieron otras sesiones olvidadas, una versión de “Teenage Kicks” de The Undertones, otra de “I Will Always Love You” (sí, el tema de Dolly Parton convertido en éxito mayúsculo por Whitney Houston), una tercera de “Sister Anne” de MC5 y un tema en directo, “Nothing Can Stop My Loving You”.
Es un artefacto extraño, antiguo pero nuevo, con grabaciones de hace años a las que se le han sumado ahora, sobre todo, las guitarras y armonías de Hedgecock. A ello le han superpuesto colaboraciones de Tammy Rogers (del grupo Dead Reckoning) en el violín y las cuerdas, David Ralicke a los vientos, la guitarra de acero de Greg Leisz y el piano de Benmont Tench (The Heartbreakers).
Aunque en la portada aparezca el cuarteto en una pose de hace muchos años y sepamos que no son esos jóvenes los que han grabado todo lo que suena, el resultado funciona y no desentona en la discografía de la banda. No hay más que escuchar “You Possess Me”, con la imponente voz de McKee, para que parezca que no ha pasado nada desde su último y segundo disco (¡38 años!). Ahí está su sonido country (“Wade in the Water”), rockabilly (“Skull and Cross Bones”), folk (“Alabama Baby”) o boogie (el citado “Sister Anne”). De alguna forma, han conseguido regresar y retomarlo justo donde lo habían dejado, aunque sea con esa pequeña trampa que, por supuesto, perdonamos.
BIZNAGA: ¡Ahora! (Montgrí-BMG)
“Todo es caro. No hay pisos. Nada funciona. El coste de la vida, disparado. La vivienda, inalcanzable para los jóvenes. Inestabilidad política. Sensación de desesperanza. Uno pensaría que un contexto así generaría una música cabreada con la sociedad e incluso destructiva”. ¿Dónde está el punk para rebelarse contra esta situación?, se preguntaba hace poco con estas líneas un articulista desde un periódico de tirada nacional.
Evidentemente, no en Lady Gaga o Miley Cyrus, nombres que se citaban ahí. En la misma semana, en otro diario, el grupo Biznaga presentaba 17 bandas del subsuelo, sin ninguna atención mediática, que cantan sobre problemáticas sociales acuciantes y de hoy mismo. De hecho, Biznaga bien pueden considerarse la punta de lanza de esa rebelión que el articulista no encontraba por ningún lado.
Los madrileños llegan a su quinto disco con ¡Ahora! y lo hacen hablando de la imparable especulación urbanística que despoja de identidad a las ciudades, los turbios fondos de inversión, la precariedad laboral, los inaccesibles tratamientos para la salud mental, el abuso de los somníferos… No es lo habitual en los grupos de rock, pero siempre hay alguien que tiene que hacer el trabajo sucio y lo asume con convicción y tota la dignidad posible.
Frente a sus cuatro trabajos anteriores, en este el grupo perfecciona su representación de la realidad con un discurso político más diáfano, letras más directas y un intento de lanzar también algún mensaje positivo para contrarrestarlo. Y sin dejar de evolucionar: lo que antes era urgente y chirriante, por la necesidad de vomitar la rabia, ahora se muestra con un ritmo menos veloz, mayor presencia de los coros y guitarras que permiten que llegue más claramente al oyente lo que quieren expresar.
TINARIWEN: Idrache (Traces of the Past) (Wedge)
Desde nómadas rebeldes en la tierra de Gadafi a reclamos de festivales masivos como Coachella o Glastonbury, la transformación de Tinariwen ha sido tan fascinante como inquietante. Su nuevo álbum, Idrache (Traces of the Past), una colección de maquetas y grabaciones inéditas, parece el resumen de una banda que lucha contra su propia historia de éxito.
¿Quién hubiera pensado en 1979 que la formación rebelde de Ibrahim Ag Alhabib, nacida de la opresión política y el servicio militar forzoso, algún día crecería hasta convertirse en un colectivo que colabora con Daniel Lanois, Nels Cline, la Dirty Dozen Brass Band, Cass McCombs o Warren Ellis? Su “Tishoumaren” -literalmente “la música de los desempleados”- fue una vez la voz de la resistencia popular que circulaba por una región sin servicios postales a través de cintas de casete. Ahora, después de colaboraciones como las citadas o de discos cercanos al country como Amatssou, surge la pregunta: ¿Dónde está la línea entre evolución y alienación?
En Idrache, la banda rebusca en sus archivos, tal vez para convencer a los escépticos de su autenticidad y tener presentes sus raíces. Las grabaciones tienen un indudable valor histórico y en algunos momentos resultan tan fascinantes como los discos que venían editando en el momento en que se grabaron. Son un recordatorio de la época en que Tinariwen era una voz pura del despertar político y la lucha por la soberanía.
Es irónico que su propio éxito, nacido de contar historias de opresión y exilio, ahora los arroje a una nueva forma de desarraigo. Su música, que alguna vez fue un medio de conciencia política, parece correr el peligro de convertirse en un producto exótico para el consumo occidental. Seguro que lo han captado y, sin tiempo ni espacio para un resurgir artístico a partir de la tradición, han optado por ganar tiempo. Sí, una jugada a la defensiva que parece revelar una cierta crisis de identidad, en la que la banda que distribuía casetes por todo el Sahara como forma de resistencia ahora opta por la excavación arqueológica en su pasado en busca de la esencia que los ha traído hasta aquí.
PAULINE EN LA PLAYA: Los días largos (Pauline en la Playa)
Son ya 30 años los que las hermanas Alicia y Mar Álvarez llevan haciendo canciones, primero con Undershakers y, desde entonces, con su proyecto más personal y de mayor duración, Pauline en la Playa, con el que suman cinco lustros. Ahora, el dúo que tomó su nombre de una de las películas de Eric Rohmer llega a su octavo disco, al tiempo que siguen publicando libros y discos con La Fabriquina o presentan un programa musical en la televisión asturiana, Sonadía.
La playa de San Lorenzo de su Gijón nos saluda desde la portada en una pintura de Nicano Piñole, situándonos en su casa, bien sea la ciudad o su hogar. El álbum viene dedicado a su madre, que falleció cuando estaba prácticamente acabado, lo que motivó un parón en el que las emociones condicionaron lo que faltaba por acabar, convirtiéndose así las canciones en un refugio para ellas.
Bañado por la luz del Cantábrico y su tiempo húmedo -con referencias a tormentas, lluvias, el invierno-, estas nuevas doce canciones se mueven entre la ensoñación melancólica (“Un día largo”) y los arrebatos pop pluscuamperfectos (“Abismo”), siempre con el costumbrismo y la nostalgia respaldándolas desde sus textos. Ellas lo llaman “dream folk” (“folk ensoñador”), algo que no las limita gracias a la aportación de los sintetizadores y los arreglos orquestados de su productor Luca Petricca. En cualquier caso, una delicia intimista y reconfortante.