Loma, encontrando su lugar en la fábrica de ataúdes
por Xavier Valiño
Hace unas semanas, Loma (Emily Cross, Dan Duszynski, Jonathan Meiburg) editó How Will I Live Without A Body?, su tercer álbum. Producido y grabado por Loma en Inglaterra, Texas y Alemania, mezclado por Dan Duszynski y masterizado por Steve Fallone en Sterling Sound en Nueva York, todas las canciones fueron compuestas por el grupo, con alguna ayuda de la Inteligencia Artificial. How Will I Live Without a Body? es un álbum único y extrañamente reconfortante sobre la asociación, la pérdida, la regeneración y la lucha contra el sentimiento de que todos estamos solos en esto. Muchas de sus canciones tienen una sensación de movimiento inquieto, con personajes sin rostro que vagan a través de encuentros y despedidas, enredándose y escapándose. En todo momento, el núcleo del sonido de Loma permanece intacto: terrenal, orgánico y humano, anclado en la voz clara y fría de Cross.
Su anterior trabajo, Don’t Shy Away, fue impulsado gracias al apoyo de Brian Eno. Esta vez, se inspiraron en otra heroína, Laurie Anderson, quien les ofreció la oportunidad de trabajar con una Inteligencia Artificial entrenada a partir de su trabajo. Meiburg envió dos fotografías y la Inteligencia Artificial de Anderson respondió con dos poemas inquietantes. “Usamos fragmentos de estos poemas en “How It Starts” y “Affinity”, dice. “Y entonces Dan se dio cuenta de que una de las líneas de Laurie, How Will I Live Without a Body? (¿Cómo podría vivir sin un cuerpo?) sería un nombre perfecto para el álbum, ya que casi nos habíamos perdido de vista en el proceso de grabación”. Anderson, añade Meiburg, estaba feliz de que la banda usara el título. “Creo que estaba encantada de que su doble en forma de Inteligencia Artificial anduviera por ahí nombrando los discos de otras personas”.
En cuanto a la portada del disco, Lisa Cline, colaboradora habitual de la banda, se inspiró en las historias de la “gente de los pantanos”, cadáveres humanos que se encuentran naturalmente momificados en turberas. Estos “cuerpos” están distribuidos tanto geográfica como cronológicamente, y datan de entre el 8000 a. C. y la Segunda Guerra Mundial. Vayamos a enero de 2023, Dorset. La nieve se acumula en la puerta, las carreteras heladas están cerradas y Emily Cross está en un ataúd. No es un escenario típico para un renacimiento. Pero para Loma, aquí es donde sacan a su banda del abismo.
“Es como si un demonio entrara en la habitación cada vez que nos reuníamos”, dice la compositora, cantante e instrumentista Cross sobre la lucha por traer nueva música de Loma al mundo. Tras el lanzamiento de su segundo álbum de 2020, Don’t Shy Away, los tres miembros de Loma viajaron por todo el mundo y la banda -no por primera vez- entró en un profundo letargo. El multiinstrumentista e ingeniero de grabación Dan Duszynski permaneció en su estudio situado en el corazón central de Texas donde se grabó Don’t Shy Away, pero Cross, ciudadana del Reino Unido, se mudó a Dorset, y el escritor e instrumentista Jonathan Meiburg se marchó de los Estados Unidos a Alemania con la intención de investigar para un libro. En los años de la pandemia, incluso estar en la misma habitación era imposible y los intentos de iniciar un nuevo disco fracasaron.
“Nos perdimos”, admite Meiburg, “y así permanecimos durante mucho tiempo”. Las vidas personales del trío divergieron y las sesiones en remoto no cuadraron. Una reunión pospandémica en Texas se vio interrumpida durante unos días frustrantes debido a una enfermedad y el montón de temas a medio terminar era un desastre inabordable. En un intento por salvar el disco y la banda, Cross sugirió que se reagruparan en el Reino Unido, en la pequeña casa de piedra (antiguamente taller de fabricación de ataúdes) donde trabaja como doula para el final de la vida. Con un equipo de grabación mínimo y pocos instrumentos, Loma convirtieron dos habitaciones encaladas en un estudio improvisado, utilizando un ataúd acolchado como cabina para grabar voces.
Fue un punto de inflexión. “Había una sensación de, bueno, esto es todo”, recuerda Meiburg. “Yo tenía mis dudas, especialmente cuando llegó aquella tormenta de hielo. Pensé: “Aquí vamos otra vez”. Pero sentados con nuestros pesados abrigos alrededor de un pequeño radiador eléctrico, nos dimos cuenta de lo mucho que nos habíamos echado de menos, y tan solo estar juntos fue precioso”.
Desecharon gran parte de lo que habían hecho, dejando que un nuevo lugar estableciera un nuevo rumbo. Los dos primeros álbumes de Loma estaban imbuidos de los sonidos de animales y paisajes de Texas, y las carreteras de un solo carril, los setos y los cielos oscuros de Dorset dieron a las nuevas canciones un carácter inglés inefable pero inconfundible. La banda utilizó las ruinas de una capilla del siglo XII como cámara de reverberación (sorprendiendo en cierta ocasión a excursionistas que se asomaron y los encontraron cantando para nadie) y los sonidos del frío taller de Cross se abrieron paso en la grabación: una tubería con fugas, las escobillas del batería sobre una pantalla de metal, las voces almacenadas en un antiguo contestador automático.Lo que surgió fue How Will I Live Without A Body?, con canciones como “I Swallowed a Stone”, algo así como una pesadilla con final feliz. Por su parte, “How It Starts” y “Broken Doorbell” reflexionan sobre el desafío (y la necesidad) de luchar contra la agorafobia. Aunque el disco hace guiños a las vidas separadas del trío (un conjunto de percusión alemán, un par de búhos texanos y las olas en la Playa Chesil son invitados especiales), el núcleo del sonido de Loma permanece intacto.
Son canciones que comienzan como acertijos y que se enfocan cuando se escuchan en secuencia: las imágenes regresan e interactúan de maneras inesperadas, y comienza a formarse algo parecido a una narrativa. También es un disco de dos mitades distintas. Una convincente sensación de deambular envuelve la cara A, a medida que el lento avance del tema de apertura “Please, Come In” llega a su fin y los temas sucesivos se van meciendo hasta llegar a la pieza central del álbum, “How It Starts”, que cobra fuerza y propósito, inundando la cara B de una esperanza que abraza la oscuridad sin rendirse a ella.
Al final, los esfuerzos de Loma por reconectarse unos con otros son el punto central del álbum: ¿qué le debes a un pasado compartido, cuando todos y todo ha cambiado? “Hacer este disco nos puso a prueba a todos”, dice Duszynski. “Creo que ese sentimiento fue transformado a través de la música”. Transformado porque este álbum no es en modo alguno un disco estresante, sino que lo atraviesa una corriente subterránea de profunda calma. “De alguna manera, a partir del caos, hicimos algo que suena muy relajado”, señala Cross, desconcertado. Aunque tal vez “relajado” no sea la palabra correcta. Es más bien una sensación de alivio, de superar juntos un duro viaje. “Nunca he corrido un maratón”, dice Cross. “Pero puedo imaginar que es lo que se siente”.