Carlos Bardem: «Badaq»
por Mercedes Martín
(Plaza y Janés, 2023. 304 págs)
Hubo un tiempo en que el mundo estaba lleno de fantasía y prodigio, más que nada porque las cosas se conocían de oídas, y para cuando llegaban rumores de lejanas tierras ignotas recién descubiertas por los exploradores, la imaginación había hecho su trabajo. Por eso, la gente podía imaginar, mucho antes de verlas con sus propios ojos, las fieras más prodigiosas, las quimeras y los monstruos más temibles. También los rinocerontes que, hasta bien entrado el siglo XVIII, y como demuestran las Cartas eruditas y curiosas del padre Feijoo, eran animales mitológicos a los que muchos todavía en plena Ilustración confundían con unicornios.
Pues bien, a España también llegó por aquella época de exploración de los confines de la Tierra (y estamos hablando de comienzos del siglo XVI) un rinoceronte. Se dice que lo trajeron unos feriantes portugueses. Y se lo confinó en una era en el centro de Madrid para que todos lo vieran. La gente acudía a ver al monstruo, pues nadie había visto antes nada igual. Y lo maltrataban. Este lugar donde se puso al rinoceronte, según cuenta la leyenda, toma ahora el nombre del vocablo portugués: Abada.
De esta anécdota, más o menos real, más o menos fabulosa, se vale Carlos Bardem para escribir una fábula: Badaq. En ella, nos enteramos del viaje que hizo —según esta versión— el rinoceronte en un Galeón español desde Java. Soportando toda clase de tormentos, para ser confinado en este pequeño espacio en el centro de Madrid, para admiración del vulgo. Bardem imagina cómo fue la llegada de los españoles al Maluco, en busca de la preciada especia, la toma de posesión de las remotas tierras que los portugueses no habían ocupado aún, el saqueo, el tornaviaje y las aventuras y desventuras que les sorprendieron. Y les pone voz a unos y a otros, incluida la rinoceronte, que es hembra, para más señas. La polifonía de voces narrativas corresponde sin duda a un afán de colectivizar el relato, pues aquí no solo habla el capitán o el fraile, como siempre pasa con el relato oficial, sino que también hablan los nativos, los marineros y hasta una mujer que se cuela entre la tripulación.
A muchos puede sorprendernos que alguien escriba una fábula en los tiempos de la post-verdad y puede que nos resulte excesivo, pero en ello radica el reto y la provocación de este libro. En lugar de escribir una novela histórica (que también lo es), el autor ha optado por el género literario menos esperado. Podríamos decir que es una fábula-histórica. Con sus personajes y diálogos del siglo XVI, bien retratados con lujo de detalle; a ratos caricaturizados, cuando son vistos a través de la conciencia del animal o de los indígenas, que los reciben en la playa y no entienden ni una palabra, pero aún así tienen que escuchar el largo requerimiento real; a ratos humanizados, por lo colosal de su empresa y las penurias que han de pasar.
En definitiva, Badaq nos quiere hacer reflexionar sobre la mentalidad que nos ha acompañado desde el principio de los tiempos: el afán de apropiarse de la naturaleza, incluidos otros seres humanos, como si tuviéramos derecho, apoyándonos en la conveniente creencia de que nosotros somos superiores.