Nicola Lagioia: «La ciudad de los vivos»
por Mercedes Martín
(Literatura Random House, 2022. 464 págs)
Marco Prato y Manuel Foffo eran dos “niños pijos” romanos deseosos de ser alguien. Uno había intentado ser el dueño de “la noche gay”, tener locales, montar un imperio, pero le iba mal. La realidad era que no era buen empresario y tampoco tenía cuerpo de mujer, su sueño desde que era niño. El otro soñaba con hacer fortuna con una startup, pero ni siquiera había empezado y nunca empezaría. Rondaban la treintena, nunca serían quienes deseaban ser y no lo soportaban.
En marzo de 2016 Prato y Foffo se pasaron varios días en el apartamento del segundo drogándose e imaginándose una vida de éxito. Para divertirse un poco más invitaron a un chico de la periferia dispuesto a hacer de todo con tal de ganarse cien euros. Era un chico que se dedicaba a la prostitución porque tenía problemas de adicción al juego. No era el único. Si sabías dónde buscar, podías encontrar prostitutas y chaperos, todos adictos a algo, todos desesperados, todos abusados por los clientes.
Se llamaba Luca Varani, era pobre, tenía novia y un trabajo que no le daba para sus vicios. Al parecer esto es lo más incómodo: aceptar que cualquiera puede matar y que cualquiera puede ser víctima. No eran inmigrantes sin papeles ni criminales profesionales, sino tres chicos romanos.
Nicola Lagioia ha escrito un libro sorprendente sobre un caso real que conmocionó a la opinión pública italiana. Recoge la versión de la familia, de los amigos y conocidos, de los periodistas carroñeros, de las redes sociales, de los funcionarios encargados del caso, utiliza las grabaciones de los interrogatorios policiales, las visitas de los familiares a los presos (a cuya grabación sorprendentemente tiene acceso), las actas judiciales… Su mérito es escribir un reportaje de calidad literaria sin separarse de los hechos y a la vez tratar de comprender la naturaleza humana, no quedarse en una visión maniquea, ni contentar a algunos. Es una novela de suspense, pero el enigma no es quién ha matado a quién, sino una pregunta mucho más inquietante, porque nos afecta a todos: ¿Evitar el mal es cuestión de suerte? De manera que el lector no deja de leer, por mucho que sepa cuál es el final porque lo ha leído en los medios.
Otro personaje interesante de la novela es Roma con especial situación política, económica y social en aquel momento: sin alcalde debido a los escándalos de corrupción. Un barco a la deriva. La basura tirada por las calles, las gaviotas devorando las ratas, el turismo sexual atraído por una mafia que prostituye a menores inmigrantes… Un escenario de novela gótica que añade más escalofrío.
¿Qué nos queda al terminar la lectura de esta “A sangre fría” posmoderna? Por lo menos a mí me rondan dos preguntas. Una es: ¿cómo es posible vivir en un mundo tan despiadado, tan estúpido y tan hipócrita? La otra pregunta la contesta el propio Lagioia en una entrevista: “No es un retrato generacional. Vivimos un momento en el que el sentido de responsabilidad se ha evaporado. Cuando yo era un niño, por ejemplo, las estrellas de rock rompían las guitarras sobre el escenario y los políticos eran grises y aburridos. Hoy parece que son los políticos quienes rompen las guitarras…”