Dauno Tótoro: «La compañía de la soledad»
por Mª Angeles Maeso
(Ceibo ediciones, Santiago de Chile, Santiago, 2021. Ilustraciones de Flavia Tótoro )
El prolífico escritor chileno Dauno Tótoro, que, entre otros reconocimientos, cuenta con el Premio Altazor o el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, entrega un nuevo relato para jóvenes y mayores. En La compañía de la soledad, a Julieta, le cuesta alcanzar el sueño, pero no comparte el lamento que repiten los mayores cuando duermen mal: “Lo que más me angustia es la sensación de soledad absoluta y de silencio total”. Ella tiene motivos para poner bajo sospecha semejante afirmación, porque ha comprobado que, rodeada de personas, también se ve “sola como una silla en el desierto” o triste como el grito que no sale y se vuelve hacia dentro.” Esta entrañable protagonista que es toda oídos, escucha atentamente buscando comprender un mundo del que afirma: “Me dan ganas de gritar, pero como mi grito no se escucha y se me va para adentro, pareciera que estuviera tranquila.”Pero no lo está, ella es quien oye los sonidos de la noche: la gotera sobre la lata; los ronquidos; el resoplido de las cañerías; los rugidos de los coches; los pasos por los pasillos; el tic-tac de los relojes… Un constante balbuceo que escucha al pie de la ventana, sin poder dormir y sin poder pronunciar una palabra: “Tiene ganas de gritar, llena sus pulmones de aire y echa la cabeza hacia atrás. Y el grito le sale hacia adentro”. Lo intenta una y otra vez hasta que una burbuja como una gran pompa de jabón se infla tanto que cubre por completo a Julieta y verá árboles que puede tocar, sentirá la brisa que le mueve el pelo o su camisón y alcanzará una pradera en profundo silencio. Una libélula detiene su vuelo y ella siente el cosquilleo de hormigas en sus pies, los trinos de los pájaros o la brisa que mueve las espigas. Julieta oye el fluir de la savia en el tronco del árbol o el latido de su propio corazón y, al llegar el día, sopla su burbuja y regresa al mundo del revés, el de las personas ocupadas y preocupadas por problemas mayores. Pero, al llegar la noche, vuelve “a la pradera del nítido sonido del silencio”, donde hasta el miedo calla y donde todo lo aprenderá del mundo natural.
En el espejo de Dauno Tótoro, como en el poema de Agustín Goytisolo, lo peor no será el lobo que tanto tarda en dejarse ver. Cuando, al fin, regrese lo hará dando volteretas y tanto la naturaleza humana como la animal merendarán compartiendo las moras recogidas. Quien no era capaz de soltar el grito que le ahogaba, al escuchar el profundo aullido del lobo, también ella se puso en pie: “Junté todo el aire que pude, me infle, eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos para concentrarme, y por primera vez en mi vida, el grito no me salió hacia adentro”.
Una deliciosa fábula, capaz de recordarnos, a personas grandes y chicas, que somos seres de palabra.