Annie Ernaux: «Los armarios vacíos»
por Mercedes Martín
(Cabaret Voltaire, 2022)
“Soy una tránsfuga de clase”, dice Annie Ernaux, “escribo para dar voz a los humillados, para vengar mi raza. Porque para mí la escritura es una ética.”
Annie Ernaux pasó su infancia y adolescencia en Yvetot, Normandía, en la parte pobre de la ciudad. Sus padres regentaban un bar-tienda, donde también vivían y apenas había sitio para los tres. No tenían intimidad, compartían el mismo cuarto y se lavaban en el pasillo. La pequeña Annie (en la novela Denise) aprendía en el bar y en la vivienda familiar las maneras groseras de las gentes vulgares, el hablar a gritos, las constantes referencias al sexo, el vestido desaliñado, la incultura y la violencia de la exclusión social.
Pero Annie (Denise) fue a la escuela privada, “para que no seas como nosotros”. Sus padres trabajaron más y se privaron de muchas cosas para que a ella no le faltara de nada, se sacrificaron para que ella fuera “alguien”. ¿Alguien? ¿Quién? Se preguntaba.
En la escuela privada aprendió que ella y su mundo eran despreciables, que debía ocultar sus orígenes y avergonzarse. Desarrolló una doble personalidad: cuando estaba en el bar-tienda podía ser ella misma, cuando estaba en la escuela, debía ser como las niñas-bien, las hijas de un médico, de un abogado, que saben cómo hay que comportarse y tienen vocabulario… Para que el nuevo personaje fuera creíble empezó a contar historias inventadas sobre sus padres, sobre sus últimas vacaciones y leyó más que las otras, para saber qué decir en el momento apropiado, para conocer autores, pintores y compositores, para pasar el “examen de la clase social” y no tener que avergonzarse más.
Pero todo era falso, ella lo sabía bien. Al salir de clase le esperaba siempre su realidad, de donde ella era la gente no llegaba a fin de mes, los borrachos salían del bar tambaleándose y volvían al día siguiente. Toda su infancia y adolescencia escuchando esa manera de hablar, esas palabrotas, sintiendo encima las miradas procaces, “ven que te enseño una cosita, Denise”. Y sus padres: “tienes que ser alguien”, “todo lo hacemos por ti.”
Pronto Annie-Denise empezó a destacar por sus notas: ¿Será verdad que no acabaré como mis padres, que no acabaré como muchas chicas pobres de las que se cuentan historias… Embarazadas, madres con diecisiete años?
Annie-Denise quiso escapar a su destino de clase, estudiar, ganar dinero, conocer mundo, tener una conversación interesante, tener modales… Toda la novela está contada en primera persona en forma de monólogo interior. La violencia de la división interior que experimenta la protagonista entre el amor por sus padres y el odio a lo que representan es desgarradora y así está expresada. Aunque la autora se puso de nombre Denise en esta novela, en realidad se refería a sí misma, era su propia historia la que contaba en el libro y posteriormente dejó de intentar ocultarse bajo un nombre ficticio. “Lo que quiero es narrar la realidad.” La autora lo ha expresado en incontables entrevistas: es la realidad de su clase social y de su época la que quiere expresar a través del relato de su propia vida.