Ana Isabel Ballesteros Dorado: “Cuarto de invitados”
por Jorge Barraca
(Calambur, 2022. 42 págs.)
Conforme a un plan meditado y paciente, Ballesteros ofrece una nueva entrega poética, después de sus premiados Tercio de muerte (Pre-Textos, 1998) y Confín de medianoche (Sial-Pigmalión, 2020). Mantiene en este libro sus rasgos formales distintivos, a saber, una constante, incesante creación de imágenes, alegorías, símbolos y parábolas vertidos a través de los diferentes recursos de la retórica (especialmente aliteraciones, paralelismos, paronomasias, metáforas plásticas y desplazamientos calificativos), y esa musicalidad bien amoldada a estrofas clásicas y los experimentos en formas métricas personales. Igualmente, vuelve a manifestarse por tercera vez el tono digno y sereno, pero también irónico hasta las lindes de lo humorístico. Pero, más que eso, como en el resto de su producción, ni un solo verso sobra, ni una sola frase deja de asombrar al lector tanto por su originalidad como por su sentido, ni un solo poema desmerece.
Concebido en términos de unidad temática o historia, se simula a los ojos del lector cómo el yo poético se ve requerido por un amigo más joven que ha sufrido un desengaño amoroso, visto en espejo: “Se ha mudado once veces, y no sabe / vivir y dividir sus voluntades”, “Incapaz de compartir una maleta / ni tiene patria, ni raza” (págs. 16, 17). El cierto fastidio e indiferencia por la inoportunidad dejan paso a la empatía, a la reflexión sobre causas y circunstancias y a la búsqueda de posibilidades futuras. El sujeto lírico se enfrenta de cuando en cuando a las réplicas implícitas del interlocutor, y lo hace sin sensiblerías “No voy a suavizar los desvaríos, / las verdades en vidrios en mi auxilio (…) Ya no me queda armario / donde esconder despojos” (pág. 13), con argumentos dados por la experiencia, a veces algo escéptica, cuando no rayana en cinismo, aunque siempre y, sobre todo, la voz poética sostiene una intención alentadora.
La destreza de Ballesteros para la creación de personajes, ya manifiesta en su Biografía deseada, se transfiere a este libro, del que resultan tres caracteres muy distintos entre sí, perfectamente dibujados pese a que solo aparece la voz de uno de ellos, se entiende la del segundo reflejada en aquella y queda silenciada pero comprensible la del sujeto femenino ausente, sujeto descrito en sus características esenciales, en su singularidad y las razones de su conducta.
Así, el libro enlaza con propuestas propias de la poesía de la experiencia, tanto en temas y motivos urbanos como en el ritmo esencial del endecasílabo, los recursos de la oralidad y el de la desautomatización de clichés, a los cuales se confiere un sentido metafórico o simbólico, como ocurre con el propio título del libro.
Son también evocados por alusión algunos de los poemas y poetas más reconocidos en versos cercanos en temática, como se aprecia en el soneto “Por no escritos, son más tristes tus versos” (pág. 11). En este punto, es llamativa la etopeya del personaje femenino ausente, joven descrita en uno de los poemas con curiosas litotes, por negación de diferentes versos y títulos de las poetas Rosalía de Castro, Blanca Andreu, Francisca Aguirre, Beatriz Hernanz, Almudena Guzmán, Alfonsina Storni, Carmen Conde y Carmen Díaz Margarit. El sujeto poético no cae en ningún momento en el recurso fácil de culpar a la mujer perdida, sino que, por el contrario, procura hacer entender al tú desdichado la mentalidad de aquella e incluso los porqués de su modo de obrar: “El aire se fascina / sin cadenas; / se lleva los efluvios de magnolias / sin ser
Respecto a la relación entre el destinatario y la joven referenciada, queda descrita con bastante pormenor en tres sonetos consecutivos, partiendo del tabaco como símbolo y desgranando su forma de hacer en sendas alegorías polisemias, antinomias y antítesis: “Y vio en cada hombre un cigarrillo / abrir la cajetilla y, alineados / lo mismo en el listín, donde, ordenados…” “Cuando solo le queda un cigarrillo…” “A falta de Fortuna, tus habanos / aceptó y te fumó…” (págs. 19-21).
El yo poético, en su esfuerzo por animar al destinatario, trasciende la circunstancia y no pierde el objetivo de señalarle la esperanza de un más allá, una forma de vida más resistente al desencanto: “Si encañonas tu vida a una diana, / si dilatas los bordes de tus metas, / si apuestas por un credo tus derechos / se unirán a tus bríos comitivas…” (pág. 39), “brindarás en tu rumbo al universo / y saldrás de mi cuarto de invitados” (pág. 40).