Brenda Navarro: «Ceniza en la boca»
por Mercedes Martín
(Sexto piso, 2022)
Hoy abro el periódico y me encuentro que hay esclavitud en Elche. Mujeres que trabajan en el calzado durante toda su vida con contratos basura, sin cotizar a la Seguridad Social: Ellas no necesitan mucho dinero, en realidad les hacemos un favor dándole un sueldito extra, para sus caprichitos… Siempre hay excusas para pagar poco, para contratar mal, para hacerse rico exprimiendo al prójimo.
Y no solo en Elche. Me acuerdo de aquel hombre que murió en los campos de Andalucía, agotado por jornadas inhumanas, deshidratado, cogiendo la aceituna. Era un inmigrante pobre, sin papeles, es decir que se le podía hacer cualquier cosa. Eso pensaba el empresario que lo dejó tirado frente a la puerta del hospital y arrancó. ¿Quién va a mover un dedo por estas personas?
Ceniza en la boca también habla de pobres y de violencia. Pobres que no tienen futuro en México ni en España, ni en ninguna parte, porque llevan su pobreza a todos lados. Y la pobreza echa para atrás. No es que seas inútil, tu labor es importante: cuidas niños, cuidas ancianos, cuidas enfermos… Interna y por cuatrocientos euros al mes. No protestes, desagradecida.
Brenda Navarro escribe como si escucháramos a dos vecinas conversar en la calle, a la vuelta del súper, paradas con el carrito de la compra delante del portal de un barrio pobre madrileño (o barcelonés) en el que miles de familias se hacinan. Gente mal pagada que se mata a trabajar por cuatro duros, gente que no ve futuro, que no ve mejora en sus circunstancias, que el único lujo que se dará en toda su vida es poder tener un techo, aunque sea alquilado, aunque sea compartido.
Habla de inmigrantes: Te vas a otro lugar a vivir y allí no te sientes en casa porque te echan, pero donde naciste, tampoco. No pudiste tener tu hogar en ninguna parte porque nadie te quiere. Tu país, México, te echó porque es peligroso, porque los desaparecidos, porque el narco, porque la corrupción, porque los militares, porque la impunidad… Y España también te echa, porque eres panchito, eres pobre, hablas mal, hablas a gritos, tu piel morena es diferente, eres vago, eres una lacra, vives de ayudas, eres pobre, eres sospechoso. Enséñame tu identificación.
Así escribe Brenda Navarro, como se habla. A bocajarro. Sin respiro. No leemos, escuchamos. Nos metemos de golpe en las vidas de estas personas, viajamos en el espacio y en el tiempo a través de sus voces, los vemos gesticular. Es una escritura milagrosa que no tiene límites.
Cuando termino la novela, me acuerdo de muchas cosas. No lo puedo evitar. Y me indigna: ¡Y pensar que hay redes mafiosas de políticos y empresarios que hacen negocios sucios y se llevan comisiones millonarias, que tienen contactos en el ayuntamiento, que roban a los contribuyentes mientras señalan a los pobres y exclaman: ¡no todo puede ser gratis! Esa gente, que llama trabajo a cualquier cosa, contrato laboral a cualquier cosa. Esa gente es la que recibe los aplausos y los votos, mientras que a los pobres les afeamos su pobreza: ustedes no se integran, son pobres porque quieren, aquí no vengan a vivir de las ayudas. Qué ironía, ¿verdad?