Discos
por Xavier Valiño
HANK IDORY: Sentimental Jamboree (Pretty Olivia Records)
Hace ahora cinco años que se editó un primer disco radiante firmado por alguien que se hacía llamar Hank Idory (sí, un homenaje claro al disco de David Bowie). Aquel trabajo homónimo tenía detrás a Juancho Alegrete, un madrileño afincado en Valencia y tocado por su luz y una colección de discos donde seguro cohabitan The Beach Boys, Burt Bacharach, The Beatles, Astrud Gilberto, Matthew Sweet, Big Star, The Association, Badfinger…
Su segundo disco, truncado por varios obstáculos que se interpusieron en el camino (grabaciones desaparecidas, sesiones canceladas, la pandemia…) vuelve a transmitir ese pop casi pluscuamperfecto que, partiendo de la tradición de Los Brincos o Juan y Junior, y pasando por La Granja, llega hasta Tachenko o Star Trip, compañeros de sello discográfico. Radiante en “Por primera vez”, cinematográfico en “Mancini, tú y yo”, bailable en “Carrusel”, tropical en “La Costa Azul”, reflexivo en “Las agujas del reloj”, rotundo en “Club de astronomía” o “Un rayo de sol”, melancólico en “En estos días” o “Aquellas olas”… Simplemente irresistible.
BLACK COUNTRY, NEW ROAD: Ants from up There (Ninja Tune-PIAS)
¿Es este el testamento de Black Country, New Road? Tras un primer disco de sonidos obtusos y construcciones atípicas (For the First Time), que los emparentaban con coetáneos como Black Midi o Squid y que los convirtió en una de las grandes revelaciones de 2021, el grupo sufrió una descompresión al no poder presentarlo en gira por la pandemia. Justo cuatro días antes de editar el segundo disco que iba a ser su catapulta definitiva, Isaac Wood, compositor y vocalista del grupo, anuncia que los deja para no acabar con su salud mental. Ya su anterior encarnación, Nervous Conditions, tuvo que desmembrarse tras unas acusaciones de abusos sexuales.
A la vista de lo sucedido, se pueden aventurar algo en sus textos honestos, viscerales y crudos, cargados de referencias a, por ejemplo, el Concorde (¿o es la concordia?). Lo curioso es que ahora Wood canta en lugar de entonar quejumbrosamente como hacía en su debut. Y que su sonido se presenta desde una concepción más calmada -todo lo que puede llegar a ser, en contraposición el abigarrado y brusco ritmo de su debut-, con sección de viento y arreglos orquestales que lo hacen más accesible y menos dramático que sus primeras canciones, aunque sin perder de vista su complejidad. Por algo se despiden con dos cortes en torno a los diez minutos que, en el caso de “Basketball Shoes” encierra tres actos -que también se pueden entender como un épico epílogo-.
CAROLINA DURANTE: Cuatro chavales (Sonido Muchacho)
«Es tu nuevo grupo favorito / Solo tiene dos canciones / Pero que no son solo canciones / Himnos generacionales», canta Carolina Durante en “Tu nuevo grupo favorito, la primera canción de su segundo disco, Cuatro chavales. Más que una autorreferencia, se trata de citas sacadas de notas de prensa, reseñas o comentarios que se suelen hacer para recabar el interés de la gente y los medios.
Visto así, parece que el grupo destila en él parte su rabia contenida durante la pandemia, un parón de más de un año que trajo un bloqueo absoluto en una proyección que parecía imparable. Por ello probablemente sus letras resulten más tristes -“letras plagadas de amores a los que no queda más remedio que dejar ir, personas con adicciones varias y violencia más o menos contenida”, aseguran-, aunque buscando la luz a través de la comunión colectiva. Construido pues en pandemia, con tiempo para trabajarlo y dejando ya atrás la condición de banda estandarte de su generación o revelación, en la que otros les han sucedido, es este un disco con la batería más presente, más guitarras, más coros, más crudo, más veloz, más mordaz, más cercano al directo, más contundente.
MITSKI: Laurel Hell (Dead Oceans-Popstock!)
“Solía pensar que estaría acabada a los 20 / Ahora, a los 29, el camino por delante parece lo mismo”. Así canta Mitsuki Laycock, alias Mitski (de padre estadounidense y madre japonesa), en “Working for the Knife” (“Trabajando para el cuchillo”), uno de los singles de su sexto disco, Laurel Hell, que toma su nombre de los arbustos de laurel en los Apalaches del Sur, tan frondosos que a veces pueden atrapar en su explosión de flores hasta convertirse en un infierno.
Es una buena metáfora de la situación por la que pasó la artista en 2019, tras cinco años sin descanso que la llevaron a dejar sus redes sociales y pensar en abandonar la música, de la soledad que la llevó a crear estas bellas canciones. La pandemia sirvió como catalizador para poder reencontrarse consigo misma y su nuevo álbum tiene una primera parte en la que se puede sentir parte de esa angustia (etérea en “Everyone” o “I Guess”), para abrirse en otros momentos al pop y acercarse a la pista de baile (“That’s Our Lamp”), con piezas de ritmos Motown (“Shoul’ve Been Me”) y otras que pueden recordar a A-Ha (“The Only Heartbreaker”), a ABBA (“There’s Nothing Left for You”) o a éxitos suyos como “Nobody” (“Stay Soft”).
SANDRA BERNARDO: Es el momento (Sandra Bernardo)
“Siento que la vida que se crea bajo tierra está como la semilla que se nutre en la oscuridad”. Con esta frase, parte de una de las canciones de su nuevo álbum, Sandra Bernardo quiere representar que la vida se genera en la oscuridad, lo que bien se podría entender como su renacer, un resurgimiento, la luz tras la oscuridad, después de publicar un primer disco con la compañía discográfica El Volcán en 2018, titulado Trópico ideal.
Cuatro años después, la Sade española reaparece autoeditándose su segundo disco. Si el anterior álbum estaba cargado de sonidos tropicales con tintes electrónicos, siempre manteniendo su espíritu orgánico, ahora lo que predomina es un estimulante ejercicio de sonidos más cadenciosos, reposados y reflexivos. Puede que un título como “Mediterráneo” sirva para ubicar mejor sus nuevas canciones, más apegadas a lo inmediato, a lo cercano, escritas y grabadas junto al productor y DJ inglés Robin Perkins, más conocido como El Búho, y que ella define como “un trabajo de investigación e introspección sobre el sentido y el mensaje de la música, conectando a su vez con una humanidad mucho más consciente y vinculada con la tierra, con nuestro sentir generacional y lo ancestral”.
VARIOS: Summer of Soul (Sony)
Se podría entender como la Piedra Rosetta de la música afroamericana… solo que nadie la estaba buscando. Curioso, porque se había registrado a plena luz del día y los asistentes a lo que se recogió entonces en imágenes y en audio se estiman en más de 300.000. Sucedió en Harlem, bajo el nombre del Festival Cultural de Harlem, y se desarrolló durante seis semanas. Todo quedó olvidado hasta que alguien sacó de un sótano 50 horas rodadas por el productor Hal Tulchin que acabaron en manos del batería de The Roots, Questlove.
Lo que este se encontró era una mina de oro: lo mejor de la música afroamericana de entonces, que equivale a decir buena parte de la mejor música del siglo XX, recogida en directo. Questlove se obsesionó con ello durante meses y pensó en cómo abordarlo. Finalmente optó por tomarlo como una sesión de DJ, escogiendo los mejores momentos y montándolo para que el espectador quedase atrapado irremisiblemente por lo que escucha y ve durante dos horas. Ahora, tras el documental de hace unos meses, se edita su banda sonora, con 17 de sus canciones y nombres como Stevie Wonder, B.B. King o Nina Simone, y entre los que destacan las intervenciones de The Staple Singers, Mahalia Jackson con Mavis Staples o Sly and The Family Stone. Una vez catado, la siguiente pregunta es lógica: ¿Cuándo podremos escuchar esos conciertos enteros?