Discos
por Xavier Valiño
LOS PLANETAS: Las canciones del agua (El Ejército Rojo)
“El manantial” es su particular tour de forcé, una pieza de doce minutos comandada por el piano, secundada por las guitarras y en la que J entona un poema de Lorca en el que su voz se entiende perfectamente. Abre un camino y representa para ellos lo mismo que “Islamabad” en su disco de hace cinco años, Zona temporalmente autónoma. Es la canción que inicia el álbum, en el que se incluyen las seis canciones que fueron dejando caer en los últimos meses, editadas con inmediatez en función de los acontecimientos.
En su primera mitad, dedicada a Granada, hay alegrías que remiten a sus últimos acercamientos al flamenco (“Alegrías de Graná”) y sendas versiones, del joven músico de trap Khaleb (“Se quiere venir”) y del fallecido Carlos Cano (“La morralla”, convertida en himno inapelable). Para la segunda parte, entre desarrollos enmarañados (“El antiplanetismo”) y temas redondos (“El negacionista”), construyen una crónica del desastre que nos rodea, con textos más directos que nunca en su obra y palos al rey emérito (“El Rey de España”) o el consumismo (“El apocalipsis zombie”), más adelantos de una posible revolución que ya debería estar ahí (“La nueva normalidad”).
CAT POWER: Covers (Domino-Music as Usual)
Lo había hecho ya con anterioridad en un par de ocasiones: The Covers Record (2000) y Jukebox (2008) eran colecciones de versiones de folk, country, blues y rock editadas en momentos en los que prefería cantar canciones de otros que las suyas propias. Su dedicación a ellas, y cómo las dotaba de una singularidad creativa propia, lograron que rivalizaran con su trabajo original y que no se pudiera distanciarlas del mismo.
En este 2022 Chan Marshall -o Cat Power- presenta su tercera entrega de adaptaciones ajenas, en este caso de Frank Ocean, Bob Seger, Lana Del Rey, The Pogues, Jackson Browne, Nick Cave, Iggy Pop o The Replacements, incluyendo su tema “Hate” de The Greatest (2006), ahora retitulada “Unhate”. Cada una de ellas ha sido seleccionada cuidadosamente para reflejar un recuerdo personal (amigos desaparecidos recientemente, las protestas de Occupy Wall Street, canciones suyas que la deprimían, cómo gastó el último dólar que le quedaba en Nueva York para pinchar una canción en un bar…), tejiendo exquisitos diálogos musicales entre distintas generaciones. Y con ellas reafirma que, cuando se pone, resulta la mejor intérprete de canciones ajenas de los últimos años.
FLOATING POINTS, PHAROAH SANDERS & THE LONDON SYMPHONY ORCHESTRA: Promises (Luaka Bop)
Es una de las últimas leyendas vivas de la era dorada del jazz. Y llevaba sin poner su nombre en una portada de un disco desde The Creator Has a Master Plan de 2003. Nadie contaba ya con un nuevo álbum de Pharoah Sanders, aunque realmente este tampoco es un trabajo únicamente suyo ni con el sonido que se podía esperar. El responsable de que no sea así es Sam Shepherd -también conocido como Floating Points-, responsable de grandes discos electrónicos de los últimos años y del que nadie preveía tampoco que se acercase al jazz espiritual.
Promises, su álbum en común -junto a una tercera pata, la Orquesta Sinfónica de Londres- encuentra una nueva vía para ambos, en la que desvanecen sus respectivas personalidades para fundirse en algo distinto, inesperado, una suite en nueve movimientos que deviene una pieza que tiene tanto de clásica, como de jazz y electrónica. Shepherd toca todo tipo de teclados -piano, sintetizador, órgano, clavecín- mientras que Sanders respira y suspira a través de su saxofón, enganchándose a un ritmo retorcido antes de desatar su solos más desarraigados, haciendo de ello más una fusión mental trascendente y desbordante que una mera colaboración.
DAVID BOWIE: Toy (Jones/Tintoretto-Parlophone)
Tan solo un día antes de que hubiese cumplido los 75 años, se publica un nuevo álbum de Bowie. Desaparecido hace seis años, su influencia no deja de estar presente en nuestros días: por ejemplo, en las mismas fechas Spoon publicaban una versión suya (“I Can’t Give Everything Away”), Hunky Dory se reeditaba en vinilo y Warner se hacía con el fondo de catálogo de su obra por 250 millones de dólares.
Toy se tendría que haber editado por sorpresa en marzo de 2001, pero su discográfica EMI/Virgin lo paralizó y, seguramente, eso indujo a Bowie a pasarse a Columbia. En él, Bowie recrea canciones de su período de 1964 a 1971, más el inédito “Toy (Your Turn to Drive)”, grabadas en directo en el estudio con su banda de entonces tras su actuación en Glastonbury en el 2000. Sería como un Pin Ups sin los éxitos, distinto a lo que hizo en esos años, agradable pero sin añadir nada al canon. El álbum se acompaña de dos discos más con estas canciones remezcladas, más “In the Heat of the Morning” y “Liza Jane”, y en versión acústica o ligeramente eléctrica. Eso sí, de la horrorosa portada mejor no hablamos.
THE WEEKND: Dawn FM (XO/Republic-Universal)
Ya sabemos que una de las mejores armas publicitarias de los últimos tiempos, sobrecargados de adelantos y álbumes destripados por goteo interminable durante meses, es editar un discos por sorpresa. Precisamente, cuando nadie lo esperaba, el quinto disco de Abel Tesfaye, más conocido como The Weeknd, aparece en la primera semana del año, cuando no hay ninguna otra novedad.
En este caso, su nuevo y quinto trabajo se presenta como una transmisión de radio de unos 50 minutos, sin interrupciones, con algunos interludios por el medio. Sus temas de pop en cierta forma bailable siguen en la línea de las producciones de los 80, incidiendo en la onda más luminosa de “Blinding Lights”. Con Michael Jackson como referencia, y con colaboraciones del propio Quincy Jones, Jim Carrey o los raperos Lil Wayne y Tyler The Creator, el sonido pulido se debe a la producción del exitoso Max Martin y de Oneohtrix Point Never. Curiosamente, lo mejor del disco se esconde al final (antes de la despedida de Jim Carrey), una rodaja pop irresistible que parece estar al margen del álbum, titulada “Less than Zero”.
NACHO VEGAS: Mundos inmóviles derrumbándose (Música Inexplicable-Oso Polita)
Ya hemos escuchado -y escucharemos- muchos discos marcados por la pandemia. Pero ninguno, hasta ahora, como el de Nacho Vegas. Su nuevo disco nació de una gran depresión debido a la soledad y la opresión que sentía en su piso de Gijón. En enero del año pasado marchó a pueblo a 100 km. en dirección a Galicia, Ortigueira, y allí compuso las nueve canciones de este álbum, al tiempo que daba forma a una versión de John Prine (“Summer’s End”, traducida al asturiano como “Muerre’l branu”, solo disponible en la edición física del disco).
De allí han salido ritmos latinos como “La flor de la manzana”, con referencias a Willie Nelson, recuerdos a amigos con los que compartió de todo (“Ramón In”), un panfleto-bomba político bailable y cargado de rabia (“Big Crunch”), hermosas canciones como “El mundo en torno a ti” o “Esta noche nunca acaba” o un vals en “El don de la ternura”, precisamente la canción que muestra en su título por dónde empezar la reconstrucción aunque el mundo hostil siga ahí fuera. Y lo hará con nueva banda, ahora que sus compañeros de León Benavente ya vuelan definitivamente libres.