Discos
por Xavier Valiño
THE HEPBURNS: Architecture of the Ages (Elefant)
Se acercan ya a los 40 años. Formados en Llanelli (País de Gales) en enero de 1985, han editado desde entonces trece álbumes que, partiendo del sonido de la generación del C86 de los ochenta, tienen sus raíces claramente asentadas en los sesenta. El año pasado, Matt Jones -componente de la banda junto a Les Mun y Mike Thomas- conoció en una entrevista a Estella Rosa, cantante del dúo pop Jangle y responsable de la web Fadewayradiate.
Se propusieron grabar una canción conjunta pero el proyecto acabó derivando en un álbum nuevo de la formación, rejuvenecida con la colaboración de Rosa, lo que resulta en el que tal vez sea su disco más pop. Hay ecos de Burt Bacharach (“Five Miles of Line”), Belle & Sebastian (“Seagulls on a Frozen Lake”), Astrud Gilberto (“Creature of the In-Between”), homenajes a David Berman de Silver Jews (“What Was Not Became What Was”), soul blanco (“On the Telephone”), aires cinematográficos (“Move to Wales”) y el broche con una colaboración con los exquisitos noruegos The Loch Ness Mouse (“Lockdown to Liverpool”), otros que se mueven en sus coordenadas.
MARÍA RODÉS Y LA ESTRELLA DE DAVID: Contigo (Elefant)
Es una de las alianzas musicales del año, por inesperada. Por un lado, María Rodés, quien, tras empezar en Oniric, ha ido grabando discos en solitario destacados como Maria canta copla o Lilith, un proyecto destinado a glosar y desmitificar el mundo de las brujas. Por otro, David Rodríguez, pieza fundamental de Bach Is Dead, Beef, Telefilme, Junco y Diamante o Jackson, además de productor de cinco discos de La Buena Vida y otros artistas. Hay un tercer implicado, Sergio Pérez (Svper, Pegasvs, Thelemáticos) ayudando en los arreglos y la producción.
Si nada hacía prever esa colaboración, que su disco de debut fuera un ejercicio -muy personal, eso sí- alrededor del country (también folk, bluegrass, tex-mex, rancheras, spaghetti western…) es aún más sorprendente, con unos textos que evocan una relación de pareja, pasando por todos los estados posibles desde el enamoramiento inicial hasta la separación, y que deja abierta la puerta a un nuevo romance. Y la última revelación es que funciona perfectamente, que el dúo parece haber estado toda la vida haciendo algo que deviene natural, sencillo y emocional.
NEIL YOUNG & CRAZY HORSE: Barn (The Other Side/Reprise-Warner)
A sus 76 años, Neil Young no tiene trazas de parar, sino más bien al contrario. Sigue grabando discos, editando álbumes perdidos o recuperando añejos conciertos inéditos, así como reforzando sus inagotables Archivos. Barn, su cuadragésimo disco, el decimocuarto con Crazy Horse, toma su nombre del granero en el que fue grabado.
De nuevo, Young combina en él su faceta eléctrica desatada y la más folk, representada en sus extremos por “Welcome Back” (más de ocho minutos) y “Song of the Seasons” (más de seis). Sin embargo, a diferencia de estas, las canciones parecen presentarse inacabadas o, en tal caso, interrumpidas a propósito, algo que queda claro en “Human Race” (el mejor momento; podría durar tres veces más y ser un clásico inapelable) o “Heading West”, donde la furia de Crazy Horse (con Billy Talbot, Ralph Molina y Nils Lofgren) se desata y no toma su nombre en vano. Mejor que sus coetáneos (con la excepción de Dylan y últimamente Tom Jones) y mejor que otros discos recientes suyos, pero tampoco el álbum irrefutable que ansiábamos.
RUIZ BARTOLOMÉ: Cancionero del Guadarrama (Mont Ventoux)
No es habitual que los músicos españoles más cercanos al pop acaben interesándose por lo que tienen más cerca antes que por sus referentes anglosajones. Sin embargo, en los últimos años Lorena Álvarez, María Arnal, Baiuca o Los Hermanos Cubero vienen trenzando puentes con el folk, a los que ahora se les suma Ruiz Bartolomé. El nombre da cobijo a Nacho Ruiz, responsable del sello Mont Ventoux y quien había editado tres discos en inglés hasta ahora con el alias de Nine Stories que poco tienen que ver.
Su debut con sus dos apellidos encierra un álbum monográfico dedicado al Parque Nacional de Guadarrama, un espacio físico que conoce bien desde pequeño y al que vuelve una y otra vez. Ruiz le canta tanto a lugares como “Alto del León”, “Romance de la Cueva de la Mora”, “Cruz de los Caídos” como a personajes e instituciones que dejaron allí su impronta (“La loma del Noruego”, “Camino Schmid”, “Institución Libre de Enseñanza”) en un trabajo que no solo bebe del folk y resulta atemporal, por cuanto suma detalles de electrónica o arrebatos germanos que complementan y le dan mayor entidad.
RUFUS T. FIREFLY: El largo mañana (Lago Naranja)
Quince años de camino lleva ya Rufus T. Firefly, la banda de Aranjuez que ha editado hasta ahora seis discos, con Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro liderando el proyecto, cinco desde que con La historia secreta de nuestra obsolescencia programada (2011) se pasasen al castellano.
El largo mañana significa un punto y aparte en su trayectoria. Para empezar, estas canciones tuvieron primero un rodaje en directo antes de grabarlas, algo que nunca había hecho antes. Además, el grupo decidió rehuir todo lo aprendido hasta ahora, evitar los tics adquiridos, y plantearse su disco casi como una aventura nueva. El álbum se presenta como un todo homogéneo sereno y contemplativo, hermoso, en el que, una vez se entra, es difícil disociar sus partes. Y, por último, su sonido está marcado por los grandes nombres del soul de principios de los 70 (Marvin Gaye, Curtis Mayfield, Isaac Hayes…), lo que da lugar a un álbum tan conseguido como atípico dentro de nuestras fronteras.
ADELE: 30 (Melted Stone-Columbia/Sony)
Comienza el cuarto álbum de la artista británica más exitosa de los últimos tiempos, Adele, y “Strangers by Nature” evoca bandas sonoras clásicas del cine como algunos de los crooners más relevantes del siglo XX, entroncando además con sus anteriores trabajos (19, 21 y 25, todos revelando la edad con la que fueron compuestos desde su portada) pero en este caso marcado por su divorcio -incluir a su hijo en “My Little Love” puede que esté de más-.
Por supuesto, el disco tiene los singles que la catapultarán a lo alto de las listas (“Easy on Me” hasta ahora; los otros podrían ser “Can I Get It”, “Oh My God”, su nuevo “Rolling in the Deep”, o “I Drink Wine”), sonidos un tanto novedosos en su repertorio (el reggae de “Cry Your Heart Out”, la electrónica nocturna de “All Night Parking” cual James Blake para las masas) y una dupla de ases final (“To Be Loved”, “Love Is a Game”) que dejan sin aliento y reivindican más que nunca a Adele como una autora emparentada con los clásicos que la marcaron y a la que ya consigue mirar de frente sin tener que fiarlo todo a su imponente chorro de voz.