Pedro Lemebel: «Tengo miedo torero»
por Mercedes Martín
(Editorial las afueras, 2021)
Volvía el general Augusto Pinochet en comitiva presidencial desde su casa de campo rumbo a Santiago. Los rebeldes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el brazo armado del clandestino partido comunista, le esperaban apostados a un lado del camino… Para distraer la atención habían montado un decorado: en la casita donde escondían los explosivos colocaron a una supuesta pareja de recién casados durante su luna de miel. Así rezan las crónicas oficiales, como un guion de telenovela. Corría el año 1986. La anécdota de la pareja de mentira inspiró a Pedro Lemebel para escribir esta novela.
Lo mejor de Tengo miedo torero es que al autor se le hace pequeño el idioma y por eso se inventa otro. En cada párrafo aparecen dos o tres adjetivos inventados, dos o tres alienígenas lingüísticos que, sin embargo, describen, iluminan, brillan, ponen delante de los ojos y resuenan en los oídos como un pasodoble (tengo miedo torero). La escritura es poética y musical, y a la vez combativa, porque la lucha es contra lo establecido, lo anquilosado, lo aparentemente inamovible. Así, transformando las palabras y conceptos, el autor reivindica la vida frente a la muerte, la libertad frente a la tiranía.
La novela cuenta la historia de un amor no correspondido y en realidad prohibido con el escenario de la dictadura de fondo. Los dos recién casados de mentira son los protagonistas. Es un montaje, el joven pertenece al FPMR y la mujer ni siquiera es una mujer a ojos de la mayoría, pero la utilizan, la seducen, la manipulan para disponer de su casita ruinosa y tener un lugar seguro donde reunirse y esconder todo aquello que pueda incriminarlos. Ella está tan enamorada que hará cualquier cosa, incluso cerrar los ojos a la evidencia. Todo esto es solo una parte de la novela, la otra, incluso más interesante es el lenguaje: la música y el baile del lenguaje.
Podríamos imaginar que toda esta transformación lingüística corresponde metafóricamente a la transformación de la protagonista: una mujer transexual (o como dice Lemebel un homosexual travestido) que, cuando se mira al espejo, quiere ponerse guapa, verse una melena y unas pestañas largas, y un sombrero de ala ancha que la proteja del sol, como los que usan ahora las damas de la alta sociedad. Así también embellece su pobre casa, ese agujero donde los otros ocultan panfletos y armas, porque quiere tener una vida, quiere tener un hogar, amar y ser feliz. Contra toda razón, adorna la casucha, borda y se enamora.
Otros personajes se intercalan en la historia: Pinochet y su mujer, él no habla, pero escuchamos la corriente de sus pensamientos fatuos, ella por el contrario no para de hablar. Ambos son predecibles, aburridos y ridículos. Son la nota humorística. Porque la novela, a pesar de la historia, está contada con humor valiente, lentejuela, pasodoble, fiesta, color y vida, contra la dictadura gris y su mortaja.