Vanessa Springora: «El consentimiento»
por Mercedes Martín
(Lumen, 2020. 200 págs)
En septiembre llegó a las librerías españolas el libro de Vanessa Springora, El consentimiento, que cuando se publicó en Francia se agotó en 2 días. No cabe duda de que el consentimiento de las relaciones sexuales es un tema candente. A partir de una sucesión de violaciones en “manada” publicadas en la prensa en España se puso en la agenda política conseguir una mayor protección para las víctimas.
¿Qué es este libro? En diferentes idiomas se vende como autobiografía, testimonio, memoria. El libro es el testimonio de Vanessa Springora, cortejada por un señor que tenía 50 años cuando ella tan solo tenía 14. En Francia en aquel momento aquellas relaciones eran delito, aunque dependían de la interpretación del juez, de si interpretaba si había habido consentimiento o no (igual que hoy en día).
El pederasta no era un anónimo, era un escritor reconocido: Gabriel Matzneff. Pertenecía al círculo de escritores y artistas con el que se codeaba su madre, jefa de prensa de una editorial, y tenía fama de defender públicamente el sexo con menores de 16 años despertando la envidia y el aplauso general (los vídeos de las entrevistas todavía pueden verse en internet). Porque la intelectualidad francesa de aquellos años 80 se llenaba la boca con el lema: “prohibido prohibir” y defendía el amor libre, producto de mayo del 68. Celebridades del mundo de la cultura llegaron a firmar varias cartas, promovidas por Mantzeff, donde se defendía que el amor “no tiene edad”.
La autora y protagonista se pregunta si su entorno hubiera impedido la relación en el caso de que Gabriel Matzneff no hubiera sido un celebrado escritor y relata cómo todos los que la rodeaban, incluida su madre, miraron a otro lado mientras era cortejada por ese hombre con cartas de amor y citas a escondidas. Efectivamente, todos consintieron, ella también, pero ¿tenía madurez suficiente para hacerlo? ¿Sospechaba siquiera la desigualdad de poder que existía entre ella y aquel hombre? El escritor se ocupó de obtener el consentimiento de la víctima, a través de sus cartas amor, por si el caso llegaba a los tribunales. Y lo pintó todo como una historia de amor prohibido que debían ocultar, mientras lo aireaba en sus Diarios.
Durante años Springora fue protagonista de sus libros bajo la inicial de V. Y se sintió cómplice de aquel hombre, no víctima. A los catorce y quince años, cuando salía a la calle sentía verdadero pavor de que la descubrieran y la señalaran. Aquel hombre hizo que la chiquilla fuera blanco fácil de miradas y chismes. Compañeros del instituto, profesores y hombres mayores que ella la trataron como una “chica fácil” por decirlo suavemente. Durante años no supo cómo perdonarse a sí misma lo que le había pasado y se sintió culpable por haberse enamorado de aquel hombre.
Para mí, lo más sorprendente de este relato es que ese hombre no encontrase oposición alguna, sino todo lo contrario: la admiración general. El verdadero consentimiento no lo dio Springora que, al fin y al cabo, era una niña impresionable y manipulable, sino la sociedad entera que la dejó sola ante el depredador.