Ana Isabel Ballesteros Dorado: «Confín de medianoche»
por Jorge Barraca
(Sial Pigmalion, 2020. 50 páginas)
La autora dedica “a quienes esperan” este poemario, premiado y publicado veintitrés años después de concluida su primera versión. Como su novela Biografía deseada (Finalista del Premio Tandaia, 2019), redactada en 1996 y arreglada dos decenios después con la mirada de la experiencia, el resultado convence por una consistencia formal, una unidad de tono y un sentido avalado por la trayectoria de esta poetisa, que por alguna razón ha esperado, como el yo poético menciona en la página 37: “Y con el sol en alto / aún puede no ser hora”.
El libro transmite la serenidad de un presente que admite el morir de las cosas por constituir base de su ser y que opta por convertir en juego y camaradería lo iniciado como batalla, “donde se vean tanques / allanen el dominio / y abaleen lavandas; / y donde empalizadas, / enviden tenis” (pág. 17), en un poema de suma plasticidad, entre las insignias y los emblemas.
Sobresale un tono animoso que, sin negar las roturas y lo destruido, el pasado y sus deudas, incluso convocándolos en un nuevo proceso verbal en que se juega con la polisemia, “hay que cachear / tomar declaraciones a esos versos / desarrapados / y entre corchetes” (pág. 22.), ensancha la vista esperanzada a lo venidero y a lo que queda: “Tan solo una isla rota / en un mundo finado / y el resto es universo” (pág. 19); “Pisar aniversarios con la dicha, / no sisar de los años ya perdidos” (pág. 21), “Archivo trasladado a otro soporte / liberado de bytes /moderno palimpsesto” (p. 35).
Se aprecia una progresiva trascendencia “Ese tiempo se fuga de los péndulos / y no pesa ninguna despedida” (pág. 36), y el paladeo de la plenitud de “vivir / como quien traza un infinito en cada mapa” (pág. 48), porque “solo es digno vivir manando vida” (pág. 49).
Como en Tercio de muerte (premio Villa de Cox, Pre-Textos, 1998), Ballesteros demuestra un gran sentido del ritmo y de la musicalidad, a través tanto del acertado manejo de las estrofas clásicas como en las construcciones métricas personales. Por ejemplo, se auxilia del soneto para pensamientos concluyentes en “Las rayas de la vida eran perfectas…”, con que se abre el libro o en “Si no se es capaz ni de un soneto”. Respecto a las combinaciones métricas propias, hermana la medida del verso a su intención, y el sosiego, la armonía, el contento se acompañan de heptasílabos, eneasílabos o endecasílabos, mientras que las órdenes imperativas se resuelven en hexasílabos, decasílabos, dodecasílabos, con acento en la quinta sílaba: “Que todos los versos se pongan en pie: / el verso encorvado, / el verso frustrado, / el verso marrajo, / rajado a las cinco. / Todos esos versos que callaron, / los estrangulados por el calendario…” (pág. 22).
Procura también evocar por medio del léxico y ciertos campos semánticos las ideas o las emociones aludidas. Así, los términos referentes al mundo guerrero medieval se asocian con el tiempo ido, en contraste con las alusiones al presente en Internet y ciertas invenciones lingüísticas que aluden a una suerte de ideal recién logrado o en vísperas de alcanzarse: “Ventanearán palabras / y se ventilarán los sellos” (pág. 22).Igualmente, se distinguen imágenes y metáforas espaciales encadenadas, desplazamientos verbales y calificativos. La expresión de un vivir veloz y atropellado se provee de vocabulario automovilístico y los versos se ríen “en los arcenes de tan nunca”, o se despiden a la calzada, o se gripa el vivir con tanta huida (pág. 34); el intento de modificar los parámetros y alzarse a otra realidad se llena de instancias e impresos, de brújulas y aduanas, fronteras y decretos, salvoconductos y tarjetas.
Entre otros recursos empleados, llaman la atención las aliteraciones con la misma pretensión de sugerir las ideas aludidas conceptualmente: la sonoridad de las labiales acompaña bien la curación mencionada “en vendas las envuelven, / su vigor y sus líneas les devuelven” (pág. 15); el fragor de la guerra, con sus ruidos y zumbidos se representa plástica y sonoramente con las consonantes dentales, guturales y vibrantes “las lizas y caballos / los cíclopes y escilas. / Tropeles de floretes se azuzaban; / maganeles, ballestas, arcos, mazas. / Ante las bermas, la brigola aullaba” (pág. 17); la carga sorda contrasta con la ligereza en “no pesa ninguna despedida” (pág. 36). Para mostrar el panorama interior optimista ante un nuevo vivir, los versos ostentan un colorido vocálico con predominio de vocales abiertas.
La poesía de Ballesteros se manifiesta en este libro, como en sus poemas anteriores recogidos en antologías y en revistas, o en Tercio de muerte, una poesía culta sin ostentación, elusiva y alusiva según los conocimientos de los lectores, con guiños a otros poetas e ironías llenas de matices.
En conjunto, resulta extraordinaria en la poesía actual la riqueza expresiva y la naturalidad con que la autora reúne un vocabulario de tal amplitud, hace vibrar una musicalidad lograda, llama la atención sobre el sentido de sus versos sin artificios gratuitos.