Marta Navarro: «Hijas de la tormenta»
por Alberto García-Teresa
(Los libros del gato negro, Zaragoza, 2019. 96 páginas)
Sororidad y utopía son los dos ejes que vertebran el último poemario de Marta Navarro, que constituye su mejor libro hasta la fecha. En general, hay que destacar la progresión en el trabajo de concisión y contundencia de las piezas, así como en la elaboración de la síntesis y en la capacidad de evocación de las imágenes.
Textos certeros componen el volumen. La esperanza, siempre urdida en colectivo y como horizonte movilizador, es el vector que orienta estas páginas. En ese sentido, queda patente la posibilidad de construir otro mundo pero siempre fruto de una labor comunitaria y paciente, basada en la desobediencia y también en la proposición. Muchos poemas inciden la reafirmación de esa identidad insumisa, que se liga a varios elementos de la naturaleza. De ahí la conexión con la libertad y la vida auténtica a la cual se aspira, pues expone cómo los seres animales y vegetales construyen una vida plena. “Aprender otras formas de vida / será a partir de hoy / mi tarea”, escribe. En esa búsqueda, remarca la genealogía femenina que le ha dado existencia y cuidados, y en la que encuentra sabiduría a pesar del descrédito que sufrieron.La oposición norte/sur atraviesa buena parte del libro. Basándose en el orden geopolítico, Navarro lo utiliza como símbolo constante de la confrontación entre dos mundos: el orden hegemónico (norte) y aquel que se rebela y que levanta una forma respetuosa y dichosa de vivir (sur).
De dicción clara, cierto impulso mayoritariamente narrativo y referentes evocadores de vida, sobresale la luminosidad de las composiciones de Hijas de la tormenta. A pesar de la crítica que presentan, resultan piezas que avanzan desde el optimismo y desde el canto y que concluyen, en cierta manera, armando un libro vitalista que va más allá del presente.